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Escaparate ignorado

~ La actualidad examinada

Escaparate ignorado

Archivos de etiqueta: Ramón y Cajal

Patagonia (II)

20 viernes Ene 2017

Posted by Ángel Aguado in Uncategorized

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Alejandro Malaspina, Andrew Carnegie, Charles Clifford, Charles Darwin, Comisión Científica del Pacífico, Einstein, Ignacio Bolívar, Isabel II, Junta de Ampliación de Estudios, María de Maeztu, Marcos Jiménez de la Espada, Museo Nacional de Ciencias Naturales, Ramón Castro y Ordóñez, Ramón y Cajal, Rey Pastor

Viene de Patagonia (I)

Resumen de lo publicado: Ángel Cabrera Latorre fue un eminente zoólogo que vivió a caballo entre dos mundos, España y Argentina, en unos tiempos convulsos en los que la ciencia se entendía como la esperanza que aliviaría las carencias humanas.


Ángel Aguado López


Para mi amada esposa dedico este libro, como recuerdo
de las excursiones que juntos hemos hecho
para cazar o para estudiar muchos
de los seres que en él
se describen.

Así comienza su obra “FAUNA IBÉRICA, MAMÍFEROS” Ángel Cabrera Latorre, publicada en Madrid, el 2 de abril, 1914. Es un trabajo de gigante que aún hoy causa admiración por su preciso y precioso contenido científico reconocido internacionalmente. Y también produce ternura. Al repasar el volumen existente en la Smithssonian Institution se aprecia la caligrafía decidida del naturalista Gerrit S Miller Jr, April, 1915, fecha en que adquirió y firmó su ejemplar. Sí, apenas un año después el libro de Cabrera ya se había difundido por el mundo.
Y es también un homenaje a su maestro, Marcos Jiménez de la Espada, otro científico que con un grupo de valientes realizó una de las expediciones más excitantes e ilustradas que, bajo el reinado de Isabel II, se realizaron al continente americano: la Comisión Científica del Pacífico.
Aquello fue la continuación de la que emprendió Alejandro Malaspina. O del viaje alrededor del mundo que Charles Darwin emprendiera a bordo del Beagle entre 1831 y 1836, estudiando entre otras regiones minuciosamente el estuario del Río de la Plata y la Patagonia.
–Se pretendía mantener la presencia española en las ya repúblicas sudamericanas, que habían iniciado su independencia de España tras la guerra napoleónica –dijo Simón Camus, el guía del Museo de Ciencias Naturales de Madrid. Y prosiguió con –hubo un renacimiento científico en la corte de los milagros. En un período tan lamentable como el reinado de Isabel II en España se desarrollaron proyectos de talla internacional, que dejaron profunda huella en el mundo de la ciencia y de la investigación de la época.

El grupo que le escuchaba lo formaba en su mayoría jovencísimos estudiantes más interesados en washapear que en la réplica del diplodocus de 32 metros que Andrew Carnegie regalara al museo. Julieta Grecó se añadió al grupo. A pesar de su juventud destacaba entre aquellos muchachos porque era la única que tomaba notas del dinosaurio y dibujaba apuntes en un cuaderno de artista.
–La sala de los dinosaurios es una de las más conocidas del museo, sin duda alguna por la réplica del esqueleto que tenemos a mi espalda. El museo, como representante de la cultura e investigación oficial que se practicaba en España sigue la moda de un momento histórico en el que las teorías sobre el origen de las especies, formuladas por Charles Darwin en 1859, se han abierto paso ya en la comunidad científica internacional, y son admitidas casi por unanimidad. Sólo los predicadores y obispos de algunas confesiones pondrán trabas a algo que consideran contrario a sus intereses religiosos, porque la razón y la evidencia científica explican los misterios y son contrarias a la fe y a la ignorancia y al miedo, las causas del negocio perpetuo de las religiones. Hay que tener en cuenta que la divulgación de la cultura y los descubrimientos no se producía en el siglo XIX con la velocidad a la que estamos ahora acostumbrados. Desde la publicación de una teoría, su conocimiento y estudio por especialistas y su divulgación popular en otro lugar y su aceptación o rechazo podían pasar décadas. Y no como ahora, que cualquier noticia que se produzca en el más remoto confín de la Tierra puede ser conocida en cuestión de minutos en el resto del planeta. ¿Conocéis el efecto alas de mariposa que explica la teoría del caos?
sam_4495_webUna musiquilla ramplona atronó al dinosaurio Carnegie y todos los ojos se dirigieron hacia un escolar, que no por eso evitó una conversación a gritos con un emisor remoto sobre Star War, como si aplicara la teoría del caos sin ningún género de dudas. Un profesor abochornado consiguió que el adelantado alumno cerrara su móvil y con un mohín se dirigió a Simón disculpándose. Simón observó cariacontecido el pelaje de su audiencia y no pudo sino constatar que los caminos que la sociedad emprende en materia de conocimiento divergen, la mayoría de las veces, con los que con tanto rigor y entusiasmo indicara aquella generación de ínclitos científicos a los que pertenecía Ángel Cabrera. Prosiguió su explicación.
–La Junta de Ampliación de Estudios, la JAE, se creó en 1907 y fue presidida por Ramón y Cajal hasta su muerte, en 1934. ¿Alguno de vosotros –dijo a la audiencia– sabría decirme quién era Ramón y Cajal?
Un silencio espeso se propagó como incendio veraniego entre la muchachada. «Me he vuelto a equivocar» pensó Simón comprobando que sus previsiones sobre el nivel científico de sus oyentes se confirmaban, estaba en números rojos. El profesor intervino de nuevo para echar algo de agua al fuego de la ignorancia que todo lo sepulta.
–Sí, claro, a ver, tú, Jonathan Darío Rubén –dijo señalando a un chaval con aspecto sudamericano apartado del grupo, como ignorado por el resto de la chavalería, prietas las filas en los adelantos tecnológicos. Y Jonathan Darío Rubén, casi con vergüenza soltó dos frases que hicieron las delicias del profesor por un instante, como si al oírlas se viera recompensado tras años de esfuerzo cultivando aquella estepa baldía, aquel alumnado prometedor al que Ángel Cabrera se refería como el futuro de la patria. El alumno venido de los confines del mundo respondió. –Ramón y Cajal fue histólogo, una de las figuras más señeras de la investigación médica universal que hubo a comienzos del siglo XX. Nacido cerca de Zaragoza, premio Nobel de medicina en 1906.
–Así es –exclamó aliviado Simón. Y siguió su charla.

–Gracias a la JAE España goza de un momento único de esplendor científico. Un hecho irrepetible en su historia. Figuras como Julio Rey Pastor, Juan Negrín, Blas Cabrera, Américo Castro, Menéndez Pidal o María de Maeztu entre muchos otros se beneficiaron de la apertura ideológica y el estudio innovador promovidos por la JAE. Y la primavera renacentista de ideas y de conocimientos que experimentó España alcanzó cotas inesperadas, nunca antes vistas en el rácano y exiguo acervo científico y cultural español.
Simón se dio cuenta de que, tal vez, su lenguaje era desconocido para aquella abúlica masa de estudiantes porque sólo había una chica que tomaba apuntes. Y parecía muy crecidita, sería una profesora, pensó. Rebajó su discurso casi a niveles de espinilla para ser comprendido.
–Precisamente fue Julio Rey Pastor el que trajo a Einstein a Madrid. Fue en febrero de 1923. Einstein era ya una celebridad mundial. Había recibido el Nobel en 1921 y su teoría física había revolucionado por completo el pensamiento universal. Algo parecido a lo que pasó con las teorías de la evolución de Darwin. Ambos eran genios que se anticiparon a su tiempo, a los que la humanidad debe mucho. Posiblemente vosotros os beneficiáis a diario de los progresos y de los estudios que Darwin, o Einstein, o Juan Negrín, o Ángel Cabrera, o Rey Pastor introdujeron en la ciencia. Somos sus deudores. Nos apoyamos en hombros de gigantes.

Y algo eufórico con su discurso Simón traspasó, temerario, una barrera que nunca debió saltar. Preguntó ingenuamente al grupo algo que creía elemental.
–¿Por qué le dieron a Einstein el premio Nobel?
El silencio de los visitantes dejó oír el ruido procedente del exterior del museo. Jonathan Darío Rubén lo sabía, pero no se atrevió a decirlo por vergüenza, por pudor. El profesor tampoco se atrevió a preguntárselo, había desaparecido, escondido tras una vitrina con esqueletos de primates de un humano y de un gorila, ¡tan parecidos son!

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Una vitrina en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, en Madrid.

–Sí, por su teoría de la relatividad, aquella célebre fórmula de que E=mc2
Y Simón continuó jurándose que no haría más preguntas.
–Algunas de las ecuaciones que ahora estudiáis ya las enumeró Rey Pastor hace ahora justo un siglo, en 1917, en su libro “Elementos de análisis algebraico”. Por ejemplo, seguro que os suena la expresión hallar el límite de una función polinómica cuando x tiende a infinito…
La cara de sus oyentes mostraba signos evidentes de que Simón había bajado poco el nivel de su discurso, por lo que decidió adoptar el rol de niñera que tantas veces empleaba con éxito. «Es verdad el dicho antiguo de que la letra con sangre entra, pero no ha de ser con la del niño, sino con la del maestro» recordó haber leído de María de Maeztu. Quizás la enseñanza de las ciencias en los últimos cien años no había avanzado tanto como él pregonaba, reflexionó. Y decidió contar la anécdota del dinosaurio y relacionarlo gratuitamente con alguna de las películas pseudocientíficas de éxito reciente.
–El esqueleto del dinosaurio que veis tras de mí es una réplica en resina del original encontrado en 1899 en Pittsburgh, Estados Unidos, durante la construcción de un ferrocarril propiedad de Andrew Carnegie, un industrial del acero, millonario y filántropo… –efectivamente, las anécdotas eran atendidas con expectación entre la audiencia– …el rey Alfonso XIII tuvo conocimiento del mismo tras visitar el museo de ciencias de Londres y ver la réplica que allí se exponía, el célebre Dippy. Así que escribió una carta a Carnegie solicitándole otra copia para el museo en el que ahora nos encontramos. La solicitud fue atendida y Carnegie envió la copia, que llegó a Barcelona en septiembre de 1913 y se trasladó a Madrid por ferrocarril. Tres meses después se abrió al público la exposición del diplodocus, aunque el emplazamiento original… –por un momento se entrecruzó su mirada con la muchacha de los apuntes. Ambos se miraron con curiosidad. Con el grupo no venía, demostraba demasiado interés– …no era este. ¿Alguno de vosotros ha visto Jurassic Park? –preguntó a la audiencia. La respuesta no se hizo esperar, la mayoría de los muchachos había visto la película a pesar de los años transcurridos desde su estreno.
–Pues para diseñar los dinosaurios que aparecen en la película Spielberg se inspiró en el esqueleto original que ¿se encuentra en?… –demandó de repente a los chavales. El silencio le convenció de que era mejor no preguntar. Prosiguió su relato.
–El montaje del dinosaurio lo dirigió J. Holland y su ayudante Arthur Coggeshall, venidos directamente desde Pittsburg. Se formó un equipo con los mejores naturalistas del momento, y claro está, Ángel Cabrera, que tenía formación en Filosofía y Letras, aunque no en Ciencias, estaba entre ellos merced a sus numerosos estudios zoológicos conocidos ya internacionalmente. En ese equipo también estaban por parte española Ignacio Bolívar, Luis Lozano, Francisco Ferrer y Cándido Bolívar Pieltain. sam_4474_copia_webTodos ilustres científicos que habían tomado el relevo de los anteriores investigadores a los que antes me refería. A aquellos que en el siglo XIX se adelantaron a la ciencia en España a través de sus expediciones y estudios por las costas del Pacífico y atravesaron por el Amazonas toda Sudamérica. Es curioso que la primera expedición que contó con un fotógrafo fuera la de Jiménez de la Espada, que llevó durante su primera parte a Ramón Castro y Ordóñez, artista y fotógrafo formado en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, y que se había preparado para la expedición asesorándose con uno de los fotógrafos ingleses más renombrados y experimentados de la época. Nada más y nada menos que con Charles Clifford, muy conocido en España porque la visitó y la fotografió en multitud de ocasiones a mediados del siglo XIX. De hecho, Clifford murió en Madrid, en 1863, dos años después de comenzada la expedición de Jiménez de la Espada, sin que seguramente hubiera visto ninguna de las fotos de Castro y Ordóñez. Está enterrado en el cementerio de los ingleses, en Carabanchel…
Simón Camus siguió perorando por las salas del museo hasta que despidió la visita en las escaleras de la entrada. Al menos, aquella muchacha del bloc de dibujo parecía interesada en sus palabras. El profesor le agradeció largamente, casi como disculpándose, la brillantez de sus explicaciones. Los chavales expresaron al salir rápidamente su gratitud a la ciencia. Todos se aplicaron en desentrañar el interior de sus washaps que hacía casi treinta minutos que no veían.

Continúa en Patagonia (III)


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Efemérides

22 jueves Oct 2015

Posted by Ángel Aguado in Uncategorized

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CSIC, Institución Libre de Enseñanza, Jan Walle Nauta, Junta de Ampliación de Estudios, Krausismo, Ley Mordaza, Microscopio, Ramón y Cajal, Schneider Kreuznach, Severo Ochoa, Torturadores franquistas

El 17 de Octubre de 1934 fallecía Santiago Ramón y Cajal, el primer Premio Nobel en una rama científica nacido en España –el segundo fue Severo Ochoa, que si bien era asturiano de origen, hizo toda su carrera investigadora en Estados Unidos, y ésa era la nacionalidad que figuraba en su pasaporte–, y quien sentara las bases morfológicas y estructurales que han permitido entender el funcionamiento del sistema nervioso. De hecho, la neurociencia nace, prácticamente, con él. En una ocasión, pocos años antes de su muerte, me tomé un café con Jan Walle Nauta, en su despacho del MIT. Nauta fue un importante neurocientífico de origen indonesio, inventor de un célebre método para estudiar el curso de las fibras nerviosas en el cerebro. Mientras le preguntaba sobre el qué hacer cuando uno no tenía claro si ser científico o poeta, me fijé en los libros que tenía en una estantería cercana a su mesa de trabajo. Casi juntos destacaban los lomos de Textura del sistema nervioso del hombre y los vertebrados, de Cajal, y Cien años de soledad, de García Márquez. Al final, hablamos de ambos, buena prueba de que la estúpida distinción entre ciencias y letras que sostienen los discípulos de babel carece de sentido.

Ramón y Cajal en su casa de Madrid, 1915.

Ramón y Cajal en su casa de Madrid, 1915.

Unos cuarenta años después, los mismos que duró la primera fase del franquismo, el 30 de Octubre de 1975, en una oscura comisaria de Santa Cruz de Tenerife moría Antonio González Ramos, un trabajador canario, comunista y luchador frente a la dictadura, a consecuencia de la paliza que, durante su detención, le dio el policía Antonio Matute, un torturador reconocido y jamás castigado, experto en artes marciales, de la casta de maderos chulos, maltratadores y putañeros, coetáneo de Yagüe, Conesa y González Pacheco. Un cabrón, para que andarse por las ramas. Entre ambas efemérides se extiende una parte de la historia de la España negra, de ese país de charanga y pandereta, que siempre va bien según sus gobernantes, y que jamás parece que contenga un hilo de sensatez en el tejido con el que están fabricados sus ropajes.

Severo Ochoa

Severo Ochoa

A instancias de Cajal y a la vera de su Nobel, en 1907 se creó en España la Junta para Ampliación de Estudios e Investigación Científica, heredera directa del proyecto krausista de la Institución Libre de Enseñanza, que durante medio siglo, exactamente hasta el triunfo de Franco en 1936, constituyó un modelo de renovación pedagógica ni repetido ni superado. Más de cien años después, los modelos educativos españoles continúan arrastrando las consecuencias de la guerra civil, confunden la catequesis con la filosofía, el catecismo con la física y la militancia sindical con la formación continua del profesorado. La memoria de la ciencia española y de las comisarías franquistas aún permanece medio oculta por la tinta de calamar. A la Junta de Ampliación de Estudios le sucedió el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, una estructura que se cae por falta de anclajes, mientras que la policía del  cuarentañismo parece encontrar acomodo con la ley mordaza.

Rafael Alonso Solís

(Rafael Alonso Solís es médico y profesor en la Universidad de San Cristobal de La Laguna, Tenerife)


Semana sobre Ramón y Cajal en la Real Academia Nacional de Medicina

http://www.ranm.tv/index.php/video/786/promo-%C2%B7-ii-semana-cajal-%C2%B7-del-19-al-23-de-octubre-de-2015/#

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España y su ciencia

13 martes Oct 2015

Posted by Ángel Aguado in Uncategorized

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Ciencia, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, educación, Institución Libre de Enseñanza, Juan Negrín, Ramón y Cajal

La ciencia española sufre de melancolía desde la guerra civil. Fue eso lo que impidió el lógico florecimiento que debía acompañar a una educación laica, inspirada por las iniciativas republicanas y acunada por el espíritu de la Institución Libre de Enseñanza. Hay quien dice –lo decía Ochoa– que Juan Negrín era el científico más brillante de su generación, y uno de los primeros en hacer transferencia de conocimiento y tecnología mucho antes de que esos conceptos se incluyesen en los discursos políticos y se explicasen en los libros amarillos que se venden en los aeropuertos.

Juan Negrín, fisiólogo y profesor, presidente del Gobierno de la República

Juan Negrín, fisiólogo y profesor, presidente del Gobierno de la República

Pero Negrín tuvo que dedicar sus mejores años a otra cosa, y si la guerra se cargó a una generación, la posguerra lo hizo con las siguientes, dejando la educación en manos de curas y monjas, y la explicación de los misterios de la naturaleza limitada a las simplezas interesadas del catecismo. Cuando a Franco le dio por pensar en la ciencia la puso en manos del Opus Dei y de los propagandistas. Como ha explicado Gregorio Morán en su libro más reciente, no ya la cultura de la posguerra, sino la que emerge tímidamente a partir de los sesenta, ha sido el resultado de un pacto entre chivatos y mandarines, unos porque vivían del estraperlo literario y otros porque, en lugar de aprender idiomas y viajar al extranjero, empleaban el fin de semana para rezar el rosario en familia. La gran aportación del franquismo al desarrollo científico fue la creación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, “el mayor organismo público de investigación de España”, tal como dice su afirmación promocional.

Investigador frente a un microscopio electrónico en el CSIC.

Investigador frente a un microscopio electrónico en el CSIC.

Hay que reconocer que el mandato de los curas pasó en buena hora, pero la angustiosa situación del CSIC constituye el ejemplo más dramático del maltrato que la clase política ha ejercido sobre la ciencia española, dificultando el desarrollo de la misma competitividad que le exigen en sus discursos. Hace unos días, durante la reunión de los Centros de Excelencia Severo Ochoa celebrada en La Palma, cuatro directores o ex directores de centros del CSIC denunciaban el estado caótico de la institución y su situación insostenible, rogando que el fuego que lo arrasa se avivase con la fuerza suficiente, con objeto de poder construir sobre sus cenizas.

Microscopio Ernest Leitz Wezlar utilizado por Santiago Ramón y Cajal

Microscopio Ernest Leitz Wezlar utilizado por Santiago Ramón y Cajal

Pero el CSIC sólo es la punta del iceberg. La pésima educación de la mayoría de los políticos, su carencia de cultura científica y su imposibilidad para mirar más allá del corto plazo en el que se desenvuelven sus intereses, los hace incapaces de otra cosa que repetir un discurso vacío, que no comprenden ni tiene para ellos significado alguno, mientras fabrican con denodada afición científicos en paro. Cada responsable le pasa la culpa al superior, los gobiernos autonómicos al central y las autoridades académicas a los gobernantes regionales. En todos los niveles de la cadena de mando se repiten ciertos mantras de fácil retención –atracción de talento, internacionalización, innovación o transferencia–, pero la falta de oficio hace que se queden siempre para la siguiente legislatura.

Rafael Alonso Solís

La Opinión de Tenerife

(Rafael Alonso Solís es médico y profesor de Fisiología en la Universidad de La Laguna)


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Ángel Cabrera Latorre

El Palacio de Liria bombardeado por la Legión Cóndor

175 aniversario del nacimiento de Pérez Galdós

Los Olvidados

PREMIO TIFLOS 2017

Traidores

Leonor Izquierdo, el amor de Machado

Un torturador franquista: Billy el Niño

El careto de Billy el Niño

Luis Montes

Guggenheim: un veinteañero

La experimentalidad de Juan José Millás

80 aniversario de la Batalla de Brunete

Ángel Cabrera Latorre, un zoólogo universal

Madrid asediado, 80 aniversario de las Brigadas Internacionales

Los Diarios robados de Azaña

85 aniversario de la II República

España mañana será republicana

23F. 35 años después

José Robles Pazos, desaparecido

La amistad entre John Dos Passos y José Robles Pazos.

Queridos míos

Emilio Pascual
Emilio Pascual
Aurora, poetisa
Aurora, poetisa
Voluntario de cocina durante el 15 M 2011 en la Puerta del Sol
Voluntario de cocina durante el 15 M 2011 en la Puerta del Sol
George Mocanu, mosca, 52Kg. Fue en 1997 subcampeón del mundo amateur en Budapest y olímpico en Sidney en 2000 con su país, Rumanía.
George Mocanu, mosca, 52Kg. Fue en 1997 subcampeón del mundo amateur en Budapest y olímpico en Sidney en 2000 con su país, Rumanía.
15M 2011en la Puerta del Sol.
15M 2011en la Puerta del Sol.
¡Ay, qué calor! Julio,2015, Madrid
¡Ay, qué calor! Julio,2015, Madrid
Carrera de tacones de la calle Pelayo 2022

Perdedores: ganador del premio TIFLOS 2017 de cuentos. Obra de Ángel Aguado López. Orgazanizado por la ONCE, Editado por Edhasa-Castalia

PATAGONIA: XXII Premio de Novela Ciudad de Salamanca 2018. Obra de Ángel Aguado López, editado por Ediciones del Viento

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