Luchadoras

         10 de marzo de 2019. Gabriel de Araceli (Texto y fotos)

      Las manifestaciones celebradas el 8 de marzo pasado en muchas ciudades españoles reivindicando mejoras sociales para las mujeres ha descolocado a la derecha tradicional que no esperaba una respuesta femenina tan contundente. Además, por primera vez en democracia se ha producido una fragmentación en la política conservadora. Tres partidos de derecha, o extrema derecha, se disputan ahora el pastel electoral con mensajes ambiguos y equívocos en los que claman su disposición a defender a la mujer como si fuera en abril la última vez. Antes de que esos sultanes se fotografiasen rodeados de mujeres floreros hubo muchas otras que lucharon por mejorar la condición femenina y la democracia. Este es un pequeño recordatorio, apenas unas pinceladas de homenaje, a algunas de las activistas que abanderaron la lucha por la igualdad en tiempos en los que la mujer era un ciudadano de segunda.

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Clara Campoamor, Victoria Kent y Margarita Nelken

      A Clara Campoamor (1888-1972) le tocó luchar por el sufragio femenino en las Cortes Constituyentes de la II República, un momento complicado. Afiliada, quizás ingenuamente, al Partido Republicano Radical, de Alejandro Lerroux y diputada en las Cortes Constituyentes consiguió que se aprobara el derecho al voto femenino (1 de octubre de 1931) en dura pugna con sus adversarias femeninas Victoria Kent y Margarita Nelken, que se postulaban por no conceder el voto a la mujer. Aquella victoria sufragista fue, sin embargo, un arma de doble fino, porque en ese momento, en España la mujer estaba supeditada a la voluntad del marido y a la influencia inquisitiva de la Iglesia Católica, lo que hacía muy vulnerable su decisión. En las primeras elecciones que hubo tras la aprobación del voto femenino, en noviembre de 1933, la derecha integrada por la CEDADE (Confederación de Derechas Autónomas, de Gil Robles) y el Partido Republicano Radical, de Lerroux, ganaron. Fue el comienzo del “Bienio Negro”, en el que las tímidas reformas emprendidas durante los dos primeros años de la República quedaron anuladas. Clara Campoamor ni siquiera consiguió la renovación de su acta de diputada. Las mujeres le negaron con su voto su lucha por la causa femenina y hubo un retroceso notable en las reivindicaciones feministas.

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      Victoria Kent (1891-1987) fue la primera mujer colegiada como abogada en Madrid. Directora General de Prisiones, en 1931. Bajo su gestión consiguió un trato más humano en el duro ambiente carcelario que había en España. Como diputada constituyente por el Partido Radical Socialista se opuso al voto femenino porque consideraba a la mujer fácilmente manipulable por el hombre y la Iglesia. Reelegida diputada más tarde, en las elecciones de febrero de 1936 por la coalición del Frente Popular, apenas si tuvo tiempo de realizar acciones políticas. El golpe de estado del general Franco y la sucesiva Guerra Civil lo impidió.

      Margarita Nelken (1894-1968) militó al principio en el PSOE y fue la única mujer que consiguió acta de diputada en las tres elecciones que hubo durante la República: 1931, 1933 y 1936 (en esta ocasión ya por el PCE). Mujer de fuerte personalidad y activista política e intelectual decidida se vio comprometida en diferentes situaciones que marcaron trágicamente las dos primeras legislaturas de la República: sucesos de Castilblanco, revolución del 34, etc. Al final de su vida se quejó amargamente del desapego recibido por parte de sus antiguos compañeros comunistas, incluso de Dolores Ibárruri.

      Victoria Kent volvió a España en 1977 por un corto período de tiempo, aunque regresó a Nueva York donde había fijado su residencia. Ni Margarita Nelken ni Clara Campoamor tuvieron tanta suerte, nunca regresaron. Las tres fallecieron en el exilio.

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Constancia y Marichu de la Mora

      Ambas representan la enorme contradicción que hubo en la década de los 30 del siglo XX en la sociedad española. Hermanas y pertenecientes a la aristocracia de familias acomodadas y nietas del político Antonio Maura*, sus vidas siguieron itinerarios enfrentados y defendieron causas contrarias.

      A pesar de su origen patricio (Madrid, 1906) y casada primeramente con un representante de la derecha financiera, Constancia de la Mora fue de las primeras que se benefició de la ley de divorcio aprobada en la II República. Se afilió al Partido Comunista y contrajo segundas nupcias con Ignacio Hidalgo de Cisneros, un aventurero galante y aviador, jefe de las Fuerzas Aéreas de la República durante la Guerra Civil. Constancia de la Mora fue una propagandista volcada en las relaciones internacionales a favor de la causa republicana. Obligada al exilio falleció en un accidente de tráfico en Guatemala, en 1950. A su entierro asistió Pablo Neruda.

      Marichu de la Mora (1907-2001) fue fiel a su herencia aristocrática y comulgó, más bien confirmó lo que de ella esperaba su familia tradicional. Durante la Guerra Civil se aproximó a la Falange y terminó siendo secretaria personal de Pilar Primo de Rivera, fundadora de la Sección Femenina, la organización que el franquismo diseñó para anular y mantener en segundo plano y supeditada al varón a la mujer en España. Después, Marichu fue una cronista fantástica, o fantasiosa, de moda y haute couture en una época en la que en España las mujeres se cosían sus propios trajes y daban la vuelta a los abrigos apremiadas por la necesidad. Marichu es la madre de Jaime Chávarri, el director de cine.  Dos destinos diferentes y dos concepciones de la feminidad opuestas.

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Juana Doña

      En junio de 1947, el dictador Francisco Franco se trajo a España a Eva Duarte desde la Argentina. Recordemos que en esas fechas la hambruna se adueñaba de la población. Franco necesitaba una distracción para mitigar el desconsuelo nacional y Evita Perón era, suponía el dictador, el entretenimiento perfecto para que aquellas masas famélicas y piojosos que conformaban los súbditos españoles se estuvieran quietecitas. Los cines proyectaron aquel verano una imagen de una España fabulosa, en Technicolor, en la que Evita y Carmen Polo, la mujer del Caudillo, rivalizaban en joyas, en vestidos y sombreros desfilando por un decorado imperial más propio de Ben Hur que de la miseria que arrastraba el país. Incluso Evita, procedente del invierno austral, se paseó bajo el sol de la Gran Vía con un abrigo exagerado de visón, a pesar de que el termómetro marcaba 40º, algo que desconcertó por completo a la Señora de Meirás, incapaz de hazaña peletera semejante. Pero aquello no le salió gratis a Franco. Tuvo que pagar un precio muy caro e inesperado por la turné de Evita: la conmutación de la pena de muerte a la que estaba condenada Juana Doña, una militante comunista por la que se interesó de sopetón Evita ante el disgusto de Carmen Polo. Además, Perón se cobró bien la actuación de la Duarte. Vendió por una suma astronómico a Franco sus excedentes de trigo que no podía colocar en Europa, saturada con la excusa del Plan Marshall con el cereal que a los USA les sobraba. Todos salieron ganando, menos los españoles.

      Juana Doña (1918-2003) fue una luchadora por los derechos de la mujer que sufrió la tortura y la represión del franquismo durante décadas. Su vida fue un calvario entre presidios, palizas y condenas a muerte de sus seres queridos y compañeros de partido. Desde hace un año, una calle lleva su nombre en Madrid.

Dolores Ibárruri, Pasionaria

      La personalidad arrolladora de Dolores Ibárruri fue el emblema que utilizó el PCE para hacerse con la hegemonía en la lucha de las reivindicaciones de la mujer durante la II República.

      Diputada electa en las elecciones de febrero de 1936, su elocuencia y la naturalidad de sus palabras arrastraban a las clases hambrientas tras sus discursos. Su denuncia de los excesos del anti-republicanismo del “Bienio Negro” le valió la condena de la prensa reaccionaria. Tiene entonces 41 años, dos hijos a cuestas y otros cuatro fallecidos, estaba separada y sin más bagaje cultural que su militancia obrera. Y sin embargo, se expresa en el Parlamento y siembra el desconcierto y el odio de aquella otra España que, consideraba la piel de toro como su finca y a los españolitos como vasallos.

Dolores fue una adelantada a la hora de plantearse las relaciones de pareja. Tras un matrimonio triste tuvo como pareja al compañero de militancia Francisco Antón, su príncipe azul, catorce años más joven que ella. Una relación que mantuvieron con gran discreción, pero que se topó con la incomprensión y el rechazo de la mayoría de los dirigentes comunistas, dogmáticos, moralistas y machistas consumados, que arrastraban la frustración sexual que Lenin enunció como deseable para todo buen bolchevique frente al amor libre: ¡aquella invención burguesa! Al final le impusieron la ortodoxia comunista y se vio obligada a rechazar a su amante, acusándole de revisionista y contrario a la revolución.

      Odiada a muerte por el franquismo regresó a España en mayo de 1977, y fue elegida diputada en las primeras elecciones democráticas, el 15 de junio de 1977. Constituyó la mesa de edad del Congreso, del brazo del poeta Rafael Alberti. Falleció en 1989.

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      * Antonio Maura era jefe de Gobierno en 1909, fecha de la derrota militar africana de “El Barranco del Lobo”. Como represalia por los sucesos acaecidos en Barcelona durante las protestas de la Semana Trágica, en 1909, fusiló al pedagogo Francisco Ferrer Guardia, al que acusó de terrorista con pruebas falsas. Maura fue posteriormente nombrado jefe del Gobierno tras el Desastre de Annual, en agosto de 1921.

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