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             Ángel Aguado López (Texto y fotos)

    ¿Cuándo se quebró la convivencia? ¿Qué provocó la huida hacia adelante? ¿Quién desenterró el hacha de guerra? ¿Cómo no advertimos la quemadura de la intransigencia sin que nadie aplicara la pomada de la sensatez? ¿Por qué desde la perversión de las palabras se enredan los conceptos, se ocultan las intenciones y se tergiversan las ideas?

    Vivimos tiempos de exaltación nacionalista en los que los portavoces del pensamiento diferenciador, aspirantes a reyezuelos de una república fantasma justifican sus innegociables verdades sobre la naturaleza superior del hedor de su pesebre. Hablar una lengua o habitar un lugar parecen legitimarles para desplegar una estrategia aniquiladora y supremacista sobre el vecino, diferente sólo en el corte de la camisa, sin que nadie parezca comprender que todos somos tan diferentes como iguales, que tan solo nos diferencia o nos iguala la conciencia del mal, el grado de la maldad humana de cada uno.

    Sería interesante escuchar, en una tan fantástica como imposible translación de hipótesis, las opiniones de Manuel Vázquez Montalbán sobre la actualidad de su Barcelona y la situación socio-política a la que ha llevado el procés. Los artículos que sobre el nacionalismo catalán, y todos los nacionalismos patrios o forasteros, escribió MVM son tan numerosos como comprometidos desde la ortodoxia racionalista de un intelectual crítico y escéptico. ¿Están las cosas porque son o son porque están? se preguntaría ante la complejidad de expresar una opinión sensata en los tiempos tramposos que corren.

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Eduardo Mendoza y Vázquez Montalbán el 16 de julio de 1990, en El Escorial.

    Quizás su ciudad de los prodigios se le revele ahora mismo a Eduardo Mendoza también desconocida. Savolta andará buscando verdades inexistentes. Quizás los hijos de Manolo, el Pijoaparte, engendraran entonces hijos levantiscos que reniegan ahora de su origen charnego, el flequillo cortado a tazón levantando el puño redentor con la fe radical del converso desde el púlpito de la CUP. Quizás los nietos pijos de Teresa vayan las últimas tardes Junts pel si abrazados a los de Manolo, tan diferentes, tan iguales. «Es la cara de la globalización del lavado de cerebro» puede que dijera MVM, vaya usté a saber.

    El caso es que una mañana del verano de 1990 MVM y Eduardo Mendoza se encontraron en los Cursos de El Escorial. El reportero estaba allí y cumplió con su obligación, fotografiarlos. Entonces no existía la tecnología digital en la fotografía ni en ninguna parte. Entonces no existía la telefonía móvil, ni internet, ni la informática, ni los programas de retoque, ni se hacían decenas de fotos sin contenido alguno. Una Nikon F3 sin motor, dos objetivos. Un rollo de película Ilford HP5 Plus, 28 fotogramas expuestos de los 36 posibles. Eso fue todo. Al reportero le sorprende hoy la efectividad conseguida entonces

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Hoja de contactos del reportaje

    Veintisiete años después aquellos testimonios gráficos adquieren una relevancia inesperada debido a la situación política. Además, las obras de ambos escritores forman parte del acervo literario español tan presentes y tan leídas ahora como entonces. Y seguramente condenadas por la chiquillería contestataria del flequillo a tazón y el puño en alto. El reportaje se publicó unos días después en una página cualquiera en la sección de cultura del diario EL PAIS. El paso del tiempo los ha convertido en documentos históricos.

eduardo_mendoza107_webContaba por aquel entonces un redactor-jefe de cierre que un domingo cualquiera, a eso de las nueve de la tarde aún no tenía la columna que MVM debía escribir para el lunes siguiente. Alertado por la tardanza consiguió, tras varios intentos telefónicos, hablar con MVM. Y este, que venía del Camp Nou de ver a su Barça y que había olvidado por completo el asunto, seguramente porque se barruntaba la traición de Figo, la improvisó y se la dictó de corrido en el momento a la taquígrafa. Trescientas cincuenta palabras sin dudar ni una coma. Cuando falleció MVM, Eduardo Mendoza fue el encomendado de escribir la columna de los lunes. Pero a poco renunció porque no se veía capacitado de mantener la memoria colosal del padre de Carvalho. Cosa que le honra.

Las imágenes aquí expuestas forman parte de un próximo libro de retratos sobre personajes que alimentaron la educación sentimental de una generación surgida de la transición democrática. SON, O FUERON. Porque ya muchos no están, pero siempre fueron. Es posible que haya editores interesados en el proyecto. Son, sean bienvenidos y muéstrense, antes de que sea demasiado tarde.

 

 

 


Una columna de MVM

Con posterioridad a la publicación de esta crónica se ha recibido de la web oficial de MVM un artículo que por su contenido humorístico, no exento de crítica, tengo el honor de subir aquí para regocijo de los lectores. Se trata de un comentario jocoso a una fotografía de unos antidisturbios que golpeaban a porrazos a una vaca lechera durante una protesta de ganaderos en Madrid. Se escribió hace ¡30 años!, pero podía haber sido ayer mismo en cualquier lugar de Celtiberia.


La vaca

M. VÁZQUEZ MONTALBÁN

EL PAÍS, 16 / 03 / 1987

(por gentileza de http://vespito.net/mvm/indesp.html)


Me hubiera gustado estar dentro del cerebro del esforzado guardia que se lio a porrazos con la vaca Marcelina. Sería primaria y grosera explicación que el funcionario agrediera al cuadrúpedo por acto reflejo derivado de que Marcelina se parece demasiado a Marcelino, aunque a buen seguro que en el subconsciente colectivo de las fuerzas de orden sigue sonando a toque de rebato el nombre de Marcelino. Improbable que el guardia supiera que la vaca se llamara Marcelina por propia confesión del animal a requerimiento de que se identificara, aunque es posible que su propietario la encimara revelando su nombre de pila: «¡Arróllalos, Marcelina!’.

Hasta aquí la explicación más ideológica. Pero cabe un análisis sociológico del episodio, basándonos en la evidencia de que las fuerzas de orden suelen proceder de zonas agrícolas, cuanto más agrícolas y ganaderas mejor, y conservan en su primera memoria el terror a un destino de campesinos y pastores del que huyen por todos los caminos que llevan a las academias de policía.

Imagínense ustedes a un fugitivo del pastoreo que de pronto comprueba cómo las vacas le persiguen hasta las ciudades, a manera de pesadilla de delirium tremens, y que además esas vacas provocan desórdenes públicos y emiten mugidos subversivos. Al más templado se le cruzan los cables ante una contumacia persecutoria tan manifiesta.

Cabe también la posibilidad de que la vaca fuera atacada a porrazos por una sublimación del impulso erótico ante tanta carne desnuda y retozona, esos cuerpos libres en la ciudad libre. No somos de hielo, y ante 300 o 400 kilos de carne hembra, que tire la primera piedra el varón dotado capaz de contenerse ante la provocación y no tuviera la tentación de blandir sus atributos. En este caso ortopédicos, porque de ortopedia fálica se podría hablar cuando tratamos de encontrar la referencia simbólica de la verga, sea bajo el reinado de Barrionuevo, sea bajo el reinado de Perico de los Palotes.

 

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