Maratón de Madrid, 2023: La dicha, el dolor y la gloria

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Carmelita Flórez

La clase obrera, 35.000 corredores, va al infierno, bueno, no, a la maratón. La elite atlética, dos docenas de atletas de las altiplanicies africanas, dos docenas de hombres sin piedad, levita, flota sobre el asfalto de Madrid sin siquiera apoyar los pies en el suelo y se presenta en la meta en algo más de 2 horas y 10 minutos. Los corredores aficionados se flagelan con el sol indómito de este abril de caldera y las cuestas se regodean del pretendiente a fondista. Km 30, el muro. ¿Los keniatas?, ¡doce hombres sin piedad! Pasaron hace horas por aquí donde tú sufres la tortura cada zancada porque sabes que aún te quedan doce km y 195m. Aprieta chaval, la victoria viene siempre del brazo del sufrimiento, aunque sea en cinco horas. Después… después se lo podrás contar a tus amigo, yo estuve allí, con los keniatas.

Doce hombres sin piedad vuelan en el Km 26. Kusuro, el ganador, primero por la izquierda, siempre en cabeza.

En hombres ganó el ugandés Geofrey Kusuro, en 2h10’29”, seguido, como no, de dos keniatas Kiptoo y Kimpkemboi. Puro VO2max, organismos capaces de consumir más de 80 mililitros de O2 por minuto y por Kg de peso, 53% hematocrito en las venas. O más. En mujeres ganó la también ugandesa Doreen Chesang 2h26’31”. El mejor español fue Alberto Bueno, 2h28’19”. Bueno, ya queda menos para la maratón de 2024.


Fotos de Terry Mangino


Crimen y castigo de la reina de Tardajos

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Gabriel de Araceli

A sangre fría asesinó Pascuala Calonge a su marido, Valentín Lacarta, rico labrador, el 4 de enero de 1845, en Tardajos de Duero, un pueblecito de Soria. Contó con la ayuda de su criado y amante, José Díez Moreno. El 18 de abril de 1846 ambos, declarados culpables en sentencia firme por la Audiencia Provincial de Burgos, fueron ajusticiados a garrote vil en Soria capital. La criada Juana Yubero, que encubrió a los asesinos, fue condenada a seis años de galeras, prisión. La ejecución fue pública y contemplada por una multitud variopinta que asistió al espectáculo como si de una fiesta se tratara.

Los detalles de este crimen macabro y todas sus circunstancias han sido recogidos por Rosario Consuelo Gonzalo García, émula de Truman Capote y profesora de Lengua Española en la Universidad de Valladolid y doctora en Filología Hispánica por Salamanca, que ha removido archivos y bibliotecas con pasión de entomóloga hasta revelar todas las claves que coincidieron en tan horrible suceso. La asesina confesa, Pascuala Calonge, una mujer de gran belleza según relatan las crónicas de la época, le rebanó con un cuchillo de grandes dimensiones el pescuezo a su marido, con el que había concebido cinco hijos en los apenas nueve años que estuvieron casados. Ella se casó con veinte años y él con veintiséis, en segundas nupcias. Dos hijos supervivientes de corta edad (recuérdese que la mortalidad infantil era muy alta en aquellos tiempos) quedaron huérfanos tras la ejecución de la madre. El móvil del crimen fue el fracaso matrimonial y el obstáculo que el marido suponía para la relación pasional de los amantes. Pascuala aún no había cumplido los treinta años cuando fue ajusticiada. En su ejecución fue asistida en el patíbulo por los Hermanos de la Piedad, la orden religiosa encargada de aliviar los últimos momentos de los reos y procurar consuelo a sus almas, así como de darles cristiana sepultura en camposanto.

Rosario Consuelo González García, la autora de la investigación.

 

Fue aquel un período confuso en la historia de España. La reina niña, Isabel II, contaba catorce años de edad. Había subido al trono apenas un año antes y fue casada con dieciséis, apenas seis meses después de la ejecución de los asesinos de Tardajos, el 10 de octubre de 1846, con su primo Francisco de Asís de Borbón. A pesar de los rumores que consideran homosexual al rey consorte, el matrimonio real tuvo doce hijos. Uno de ellos fue Alfonso XII, aunque se atribuye la paternidad del futuro rey a un amante de la reina, el aristócrata y militar Enrique Puigmoltó y Mayans. En 1845 se aprueba una nueva Constitución, con pocos cambios sobre la de 1837. Y, poco después del ajusticiamiento de los condenados, se inicia la segunda Guerra Carlista, unas refriegas de montoneros asilvestrados, tres guerras, que se sucederán durante cuarenta y tres años y que marcarán la historia de España del siglo XIX de inestabilidades, quebrantos, ruinas, pronunciamientos cantonales, alzamientos militares y gobernantes corruptos. 

 Y es en ese contexto histórico y en el marco rural de una Castilla atrasada y cuasimedieval donde Pascuala Calonge comete su crimen. Los parricidios sobre las mujeres eran entonces, como ahora, mucho más frecuentes que sobre los hombres. La autora del estudio recoge en su peregrinaje por archivos diocesanos, civiles, judiciales y eclesiásticos, detalles exhaustivos de otros sucesos similares ocurridos a lo largo de siglos anteriores. El ajusticiamiento público pretendía un efecto ejemplarizante sobre la población, un aviso de cuál sería el castigo que sufriría aquel que infringiera la ley y cometiera crímenes mortales sobre sus semejantes. Terapia preventiva que nunca ha tenido efectos persuasivos sobre los homicidas y que, en la actualidad, ha quedado relegada en la filosofía jurídica constitucional. Ya se alzaban en aquella época alegatos contra la pena de muerte y más aún contra el ajusticiamiento público de los condenados, algo considerado inhumano y degradante contra la dignidad del individuo por Concepción Arenal, que así lo expresó en numerosos ensayos. O estudiado por Julio Caro Baroja en su extensa obra, que analiza la represión que sufrieron brujas y judíos ocultos para practicar su religión y ritos y no caer en las garras de la Inquisición. O en la parodia que treinta y cinco años antes de los sucesos, 1810, relata Leandro Fernández de Moratín en su novelita “Quema de brujas en Logroño”. Recoge también Rosario Consuelo, la autora, dos romances de cordel de la época en los que se cuenta con afán lucrativo el terrible suceso, algo parecido a los romances picarescos de ciego que se popularizarían desde “El lazarillo de Tormes” en el siglo XVI. 

Auto de fe presidido por santo Domingo de Guzmán, Obra de Pedro Berruguete, 1491-1499. Museo del Prado.

Auto de fe presidido por santo Domingo de Guzmán, 1491-1499. Museo del Prado. La hoguera. «Es un asunto muy delicado el de la pena capital, porque además del condenado juega el gusto de cada cual…» decía Javier Krahe .

Y es inevitable al sumergirse en la lectura del crimen de Pascuala recordar las películas contrarias a la pena capital que el cine español produjo durante el franquismo. Aquel manifiesto contra el brutal ajusticiamiento por garrote vil, “El verdugo”, de Berlanga y Azcona, que tanto indignó al general bajito cuando lo vio en su salita de cine privado del palacio de El Pardo. O la prohibida “Queridísimos verdugos”, de Basilio Martín Patino, que vio la luz en 1977.

En España, la pena capital fue abolida en 1995. El último ajusticiamiento por el procedimiento medieval del garrote vil en nuestro país sucedió en la prisión provincial de Barcelona, el 2 de marzo de 1974, sobre el reo Salvador Puig Antich tras ser declarado culpable, por un tribunal militar franquista, de la muerte del joven subinspector de policía Francisco Anguas Barragán. La muerte se lo llevó por delante tras dieciocho minutos de agonía. Tenía veinticinco años. Ese mismo día también fue ajusticiado en Tarragona Georg Michael Welze, alias Heinz Chez, un mendigo oligofrénico culpable de la muerte de un guardia civil. Aunque las últimas ejecuciones capitales en nuestro país se produjeron el 27 de septiembre de 1975, apenas dos meses antes de la muerte del dictador Franco. A pesar de la petición de clemencia del papa Pablo VI y de la protesta internacional promovida por el primer ministro sueco Olof Palme, cinco acusados de asesinatos y de pertener a ETA y al FRAP fueron fusilados en el acuartelamiento de Hoyo de Manzanares, en Barcelona y en Burgos. Los ejecutados contaban edades entre los 21 y los 33 años. Olof Palme fue asesinado en 1986, sin que el magnicidio fuera jamás esclarecido y sin culpables para la justicia sueca.

Curiosamente fue Francia el último estado democrático europeo que practicó una pena capital. Fue el 10 de septiembre de 1977, sobre el reo Hamida Djandoubi, que secuestró, torturó y mató a una mujer. Monsieur le President, Valéry Giscard d’Estaing, desestimó el indulto y la guillotina rebanó implacable la cabeza del asesino, mucho mejor que el cuchillo de matarife de Pascuala.

El garrote vil. Ramón Casas, 1894. Museo Reina Sofía

                         El garrote vil. Ramón Casas, 1895. Museo Reina Sofía.

Pascuala Calonge, la reina de Tardajos, tuvo poco tiempo para disfrutar de su trono. Algo parecido a “La Envenenadora de Valencia”, Pilar Prades Expósito, una mujer semianalfabeta tristemente célebre por asesinar, entre 1954 y 1956 a dos mujeres de las que elucubraba apoderarse de su bienestar y sustituir la miseria en la que había nacido por un poco del confort de sus víctimas. El verdugo de Pilar, ajusticiada con treinta y uno años, fue Antonio López Sierra, que también lo fue de José María Manuel Pablo de la Cruz Jarabo Pérez Morris, El Jarabo. López Sierra fue uno de los tristes protagonistas de la película de Martín Patino citada anteriormente.

El nombre del verdugo de Pascuala y todo lo que aconteció el día de su ajusticiamiento está relatado por Rosario Consuelo en su investigación de los hechos, tan completa como amena de leer.

CRIMEN Y CASTIGO DE LA REINA DE TARDAJOS, ha sido editada por OPORTET Editores.


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OPORTET EDITORES

El extraño caso del doctor Alonso y el señor Solís

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 Agustina de Champourcín

¿Será cuestión de biocatalizadores endógenos o una concentración plasmática de aminoácidos catecolamínicos?, preguntaba en voz alta el doctor Rafael Alonso en su cátedra de la Facultad de La Laguna al alumnado clínico del máster, absorto en su exposición sobre los mecanismos reguladores de la secreción de las hormonas peptídicas. Un espeso silencio se apoderó del aula. Nadie se atrevía a responder por miedo a equivocarse. Sí, aquel fisiólogo formado en la Complutense, doctorado por el Instituto de Tecnología de Massachusetts, USA, causaba expectación entre los jóvenes aspirantes a médicos, inocentes criaturas ignorantes de la doble vida que el catedrático llevaba cuando salía del campus. Entonces, el juramento hipocrático que explica el comportamiento orgánico del ser humano se desvanecía y el cerebro del profesor Alonso se envolvía en una abrupta sima de sueños telúricos capaces de idear la peor de las perversiones literarias.

Edgar Alan Poe, Cortázar, Borges o Robert L. Stevenson anidaban en la oscuridad del cerebro del señor Solís, un instinto intrigante medraba en su interior y le llevaba a escribir narraciones extraordinarias que revelaban el lado tenebroso de la condición humana. Los fantasmas se materializaban en los folios que garabateaba con caligrafía nerviosa, llenándolos de regueros de palabras sincopadas. Sus palabras provocaban temor en los lectores desprevenidos, que nunca imaginaron que el autor de aquellos pavorosos cuentos fuera persona tan estudiosa y entregada a la enseñanza, un ejemplar profesor de Fisiología, tranquilo y reservado, incapaz de un exabrupto, multiplemente aclamado por el claustro internacional y presidente de asociaciones científicas.

Rafael Alonso Solís durante la presentación de «PARADA DE FANTASMAS», en Madrid, el pasado 2 de febrero.

Porque “PARADA DE FANTASMAS”, el libro, que aglutina más de cincuenta años de escrituras, suscita temor en los lectores. Es el lado tenebroso de la condición de los mortales lo que el señor Solís rememora en sus relatos, alusiones a los misterios que pueblan el desván de las conciencias, las inquietudes que llenan de máscaras la imaginación de los seres humanos. Una primera etapa se podría descubrir en sus escritos. El señor Solís nos enseña sus cuentos juveniles de los años setenta en los que se expresa con la disciplina espartana del que aprende el oficio y abreva constantemente en la fantasmagoría del gran Jorge Luis, o de la ebriedad de Poe. Hay una etapa intermedia en la que glosa su experiencia periodística y fantasea con hechos espeluznantes que alterarían la conciencia incluso del ministro del Interior (de cuál no importa porque todos son inalterables), propios de la crónica de sucesos, reales como la vida misma. Para desembocar en la frescura de la madurez actual con un relato sobre la necesidad de venganza, entiéndase fisiológica, que toda persona ejecuta contra sus obsesiones, contra sus deudas existenciales del pasado, aprovechándose en este cuento de la inteligencia de los roedores y atrapando al lector en la ratonera del relato.

 

Tiene el doctor Alonso una especial habilidad para resultar invisible incluso en presencia de sus seres queridos, de sus amigos más antiguos. A veces se enmascara en sus silencios, en el lado oscuro de la intriga y permanece mudo como un plano secuencia de Hitchcock, sin que nadie sospechara que en su interior habita un extraño personaje, una doble personalidad, un Norman Bates, un ego alternativo: el señor Solís. Un intrigante ser provocador de insomnios, de terrores, de alucinaciones, de miedos en el lector incauto que se atreve a husmear en sus novelas. En fin, una descarga de adrenalina, una explosión en sangre de aminoácidos pépticos. Un problema de secreción interna, diría el catedrático. Usted se morirá de dudas si no llega hasta el final de “PARADA DE FANTASMAS”. No olvide el papel higiénico. Avisado está.

Las admiradoras le quitaban de las manos los libros al señor Solís. Algunos lectores incluso lo pagaron.

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Las bibliotecas mágicas habitadas por libros imaginarios

Agustina de Champourcín

Salutem plurimam

Hay libros que son una vida, que escribes lentamente con el paso de los días, de los meses, de los años, de la infancia, de la juventud, de la madurez, amasados con la soledad de los dolores y con las sonrisas compartidas que graba en la memoria el discurrir de la existencia. “EL GABINETE MÁGICO Libro de las bibliotecas imaginarias” vale por toda una vida. «Si no una, media» asegura Emilio Pascual, su hacedor, que ha trabajado en él durante más de treinta años. Tiempo de lecturas silenciosas y reflexiones escritas a lomos de miles de libros leídos por placer o por deber y circundados por el devenir diario de las obligaciones cotidianas. Ese laberinto de papel y fábula, de ensueño y Times New Roman, intertextualidad y mistificación, cuerpo doce justificado y cursivas por el que ha navegado el docto Aemilius, hidalgo castellano de las letras atrapado por la ninfa Calipso de los versos. «Una biblioteca es un gabinete mágico lleno de espíritus hechizados. Despiertan cuando abrimos el libro». (Borges)

El autor Emilio Pascual firma su obra el pasado 9 de mayo.

«Qué sería de mí sin vosotros, tiranos… libros llenos de cosas deplorables y de cosas sublimes a los que odiar o por los que morir», reflexiona Luis Alberto de Cuenca en la entrada a este valle de la fantasía impostada. «Lujuria de libros» llamó Williams de Baskerville a la biblioteca de aquella abadía de los Apeninos. El saber, el afán de conocimiento, la búsqueda de la verdad, de la perfección llevó a sus moradores a la destrucción, al envenenamiento del alma, a la “ecpirosis” purificadora del fuego. Adso de Melk, siete siglos después, sigue preguntándose “por las nieves de antaño y quizá por qué la rosa es sin porqué”.

Y el lector se pregunta también por qué el primer libro que Carvalho incineró fue “España como problema”, de un tal Laín Entralgo, enigma irresoluble por la muerte del padre putativo. Nunca se sabrá. Fuego para los libros que nada le aportaron en su vida. Aunque quizás ambos, padre e hijo, se rían del mundo, felices ambos, semiocultos en un anaquel imaginario de alguna biblioteca olvidada mientras saborean unos Farcellets de col rellenos de langosta y lenguado con moras en Casa Leopoldo. «Las estanterías son el infierno paralítico de los libros». Para qué los libros, qué te dan, qué te quitan sino «ese vago sustrato cultural que a uno le queda después de haberse tragado dos o tres mil libros», decía el detective, o su padre.

Emilio Pascual y Luis Alberto de Cuenca conversan durante la presentación del libro.

Aquella biblioteca de don Alonso Quijano recordada por los libros que se salvan del fuego redentor. Todas tienen cabida en la faltriquera del mago Pascual. Como la biblioteca móvil y sumergida del capitán Nemo a bordo del Nautilus, 12.000 volúmenes para olvidarse, en el fondo del mar, de la estupidez humana que puebla la tierra: «había sufrido por culpa de los humanos e ideado un submarino para huir de la tierra y sus habitantes». O la de Valentinito Torquemada: «Niño inexplicable tiene el diablo en el cuerpo o es pedazo de divinidad, Newton resucitado… Cuando este chico sea hombre asombrará y trastornará al mundo». No sucedió tal para regocijo o tragedia de la humanidad. Se lo llevó, aún en la infancia, una meningitis. O la biblioteca del comisario Montalbano, más proclive a los placeres de la boca que a los de la lectura: «un cuscús con ocho variedades de pescado le arrancaba súbitos arrebatos de emoción… unos espaguetis con sepia en su tinta… o unos antipasti de mari que invitaban a sacrificarse en el ara de Neptuno». Cómo leer un libro si el placer se viste de gula. O la biblioteca de Tom Sawyer, hecha a partes iguales de misterio y paradoja. Y resuelta entre la Biblia y el Quijote. Don Miguel, amoroso y delicado con su hijo, recordaba que: «el que más ha mostrado desear [el libro] ha sido el gran emperador de la China, pues en lengua chinesca habrá un mes que me escribió una carta con un propio, pidiéndome o, por mejor decir, suplicándome se le enviase, porque quería fundar un colegio donde se leyese la lengua castellana, y quería que el libro que se leyese fuese el de la historia de don Quijote» (II 0.59).

Aspecto de la Librería Antonio Machado durante la presentación del libro.

Y anímese el lector y olvídese de estas líneas ásperas y selváticas que no hacen sino confundir su ánimo y entretener en vacuidades su tiempo y váyase a leer las claras y venturosas páginas que el eximio autor de tan excelsa obra, don Aemilius Pascual, el Águila de Tejares, ha alumbrado en “EL GABINETE MÁGICO Libro de las bibliotecas imaginarias”, que mucho será su provecho si se interna en la fantasía de los libros, en su fabulación, en el conocimiento de los grandes autores de la literatura universal y con la llaneza con las que su obrador lo escribe (muchacho no te encumbres, que toda afectación es mala) y se exime de las redichas palabras de los críticos literarios que pretender parecer facultados y eruditos escritores cuando no son más que listeros de retórica vacía. Vale


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60 aniversario del fusilamiento de Julián Grimau

 

Agustina de Champourcín

El régimen de Franco mostró su rostro más abyecto, brutal y sanguinario el 20 de abril de 1963, cuando fue fusilado en los acuartelamientos de Campamento, un barrio al oeste de Madrid, Julián Grimau, dirigente del comité ejecutivo del Partido Comunista. Grimau llevaba varios años de actividad clandestina entre Barcelona y Madrid analizando la situación política del país con objeto de declarar la HGP, huelga general política, instrumento de protesta y movilización de masas con el que la dirección del PCE, asentada en París y desconocedora absoluta de la realidad social del interior, pretendía derribar al dictador e instalar la democracia.

Grimau fue detenido el 7 de noviembre de 1962 en un autobús en Madrid por la Brigada Político Social, policía que en aquel momento mandaba el supercomisario Roberto Conesa (el adalid de la lucha contra el comunismo, formado por la Gestapo, colaborador del sátrapa dominicano Trujillo, que siguió prestando servicios a la democracia con el esclarecimiento de los secuestros del presidente del Consejo de Estado Antonio María de Oriol y Urquijo, y del teniente general Villaescusa en la época de Martín Villa como ministro del Interior, en febrero de 1977). Al parecer, Grimau fue delatado por un antiguo camarada de organización, un tal Lara, según contaba el secretario general del PCE Santiago Carrillo. Conducido a la Dirección General de Seguridad, en la Puerta del Sol, en el actual edificio de la presidencia del Gobierno de la Comunidad de Madrid, fue sometido a torturas, arrojado por una ventana de un primer piso (otras fuentes dicen que desde un tercero) de un patio interior del edificio por los policías que lo custodiaban, sometido a juicio sumarísimo bajo la acusación de auxilio a la rebelión y condenado a muerte.

Las consecuencias internacionales que para el franquismo tuvo esa ejecución fueron nefastas. La aspiración y las expectativas que el régimen tenía de introducirse en las estructuras económicas y políticas europeas quedaron suspendidas por la imagen tenebrosa que el dictador ofreció al mundo con el ajusticiamiento.

No sería el único. Durante los primeros meses de 1963 más de cien miembros de la oposición fueron juzgados por consejos de guerra acusados de rebelión. Y cuatro meses después fueron ejecutados a garrote vil en Carabanchel los anarquistas Francisco Granados Gata y Joaquín Delgado Martínez, acusados sin pruebas de un atentado con bomba en la jefatura de policía de Madrid. Más tarde se revelaría que ellos no fueron los autores del atentado. En octubre, personalidades como José Manuel Caballero Bonald, Enrique Tierno Galván, Buero Vallejo, Juan Benet y otros firmaron una carta en solidaridad con los obreros asturianos. La grave situación política que la dictadura arrastraba se remontaba a la mitad de la década anterior, 1956.

Conviene hacer una pormenorizada exposición de la conflictividad que se vivía en España cuando se llevó a cabo este trágico ajusticiamiento.

 PROLONGACIÓN PERMANENTE DE LA GUERRA 27 AÑOS DESPUÉS

«Franco mira Madrid a través de sus prismáticos de campaña y alcanza a ver, remoto, el rascacielos de la Telefónica. Todos los obuses que enviaba contra la Telefónica iban a caer en la glorieta de Bilbao, o sea, un poco desorientados. Los madrileños, a quienes la propia muerte torna muy ocurrentes, a la glorieta de Bilbao la llamaban el gua». (Leyenda del César Visionario. Francisco Umbral)

El 8 de febrero de 1956 hubo un enfrentamiento en la Calle Alberto Aguilera, en la Glorieta de san Bernardo, Madrid, entre falangistas y estudiantes que acabó con un falangista herido por arma de fuego. No se sabe si el disparo procedió de la policía o de los propios falangistas. Franco cesó a Joaquín Ruiz Giménez, ministro de Educación, de talante cristiano demócrata. Y para compensar la balanza, a Raimundo Fernández Cuesta, ministro del Movimiento, falangista. Fueron detenidos, entre otros, Dionisio Ridruejo (Dionisio se pasó media vida entrando y saliendo de la cárcel o confinado o en el exilio), Ramón Tamames (¡ojo al dato!), Javier Pradera, Enrique Múgica, José María Ruiz Gallardón (padre de Alberto), Miguel Sánchez Mazas (hermano de Ferlosio). El día 11 fue detenido también, ¡por rojo!, Fernando Sánchez Dragó. El rector de la Complutense, Pedro Laín Entralgo, falangista, dimitió del cargo.

EL FINAL DE LA AUTARQUÍA Y LA ELEVACIÓN AL PODER DEL OPUS

La situación económica y productiva que sufre España al acabar la Guerra Civil es tan ruinosa que incluso informes reservados de la Wehrmacht recomendaban su no participación en la contienda europea del lado de Berlín. Tampoco el país recibió ayuda exterior para su reconstrucción, el famoso plan Marshall, que recibieron las naciones europeas participantes en la guerra a primeros de los 50. Todo el desarrollo económico se confió a la explotación de los escasos recursos nacionales, puestos en manos de estraperlistas, especuladores simpatizantes con el poder. La autarquía. El grave subdesarrollo del país obligó a un cambio de timón económico en 1957, con el acceso al poder de los ministros tecnócratas provenientes del Opus Dei: los Ullastre, Laureano, Navarro-Rubio, López Bravo y posteriores. La visita del presidente americano, Eisenhower, el 21 de diciembre de 1959, fue el bálsamo que el régimen explotó como éxito de la política exterior de España.    

Ese mismo año, 1957, Enrique Tierno Galván es encarcelado en Carabanchel, donde coincide con Dionisio Ridruejo, con el que entabla conversaciones políticas.  

EL CONTUBERNIO DE MÚNICH

El 7 y 8 de junio de 1962, a la par de las huelgas que se desarrollaban en la minería asturiana y la protesta obrera generalizada en las zonas industriales, se celebró en Múnich el IV Congreso del Movimiento Europeo, una organización liberal que pretendía unificar posturas con vistas a una unidad continental en torno a la economía, leyes y mercado. En ese congreso se personaron 118 políticos e intelectuales españoles, 38 procedentes del exilio. Asistieron entre otros José María Gil Robles, Íñigo Cavero, Joaquín Satrústegui, Antonio de Senillosa, o Dionisio Ridruejo. La reacción de Franco ante aquella pretendida marea de iniciación democrática que apuntaba débilmente a los cimientos del régimen no se hizo esperar. El mismo 8 de junio fue suspendido el art. 14 del Fuero de los Españoles, una especie de carta magna de derechos y obligaciones que vigilaba las vidas de los súbditos del franquismo. Para los participantes en el congreso quedó el exilio o el destierro en Fuerteventura. «El Contubernio de la traición» lo tituló el diario ABC (09/06/1962).

«Lo de Múnich ha sido el resultado de un meditado plan del Anticristo», predicaba enérgico el integrista Joaquín Pérez Madrigal, próximo a Lerroux durante la II República y después reaccionario carlista y virulento periodista.

«Al producirse las huelgas de Asturias yo estaba a punto de ir hacia allá, porque era la mejor época para el salmón en los ríos asturianos, pero me sacrifiqué para no dar una falsa impresión de despreocupación con respecto a unos conflictos que tal vez tuvieran una base real, pero que estaban aprovechados por activistas y curas soliviantadores que suelen llamarse curas obreros». (Autobiografía del general Franco. Manuel Vázquez Montalbán. Planeta)

En 1965 aumenta la tensión y las protestas estudiantiles. El 13 de agosto el régimen expulsa de la Universidad a los profesores Tierno Galván, Agustín García Calvo y López Aranguren. En 1969 es asesinado por la Brigada Político Social el joven (21 años) estudiante de Derecho Enrique Ruano, que protestaba contra el régimen. Fue también defenestrado desde un séptimo piso de la calle Príncipe de Vergara.

LA DETENCIÓN

Antes del juicio y como para determinar cuál había de ser el resultado de la sentencia, en conferencia de prensa el ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, declaró que “este caballerete, Grimau, era un asesino repugnante”.

«Oficialmente se dijo por medio del ministro Fraga que el convicto había recibido un trato exquisito, pero que en un momento de descuido se había subido a una silla y, aunque iba esposado, pudo abrir una ventana y de forma inexplicable había logrado saltar a la calle desde un despacho de la tercera planta hasta el asfalto de un callejón, donde cayó como un guiñapo entre unos furgones de policía allí aparcados». (Ava en la noche. Manuel Vicent. Pág. 239)

Fraga se da un baño en Palomares en marzo de 1966 junto al embajador de USA tras la caída de un bombardero norteamericano con cuatro bombas termonucleares en las playas de Almería.

«Otra especialidad derivada de los hábiles interrogatorios fue la enajenación transitoria de los detenidos, convencidos de que podían escaparse volando a través de las ventanas y, naturalmente precipitados sobre el asfalto, muertos de la misma perversa utopía que les había hecho disidentes». (Autobiografía del general Franco. Manuel Vázquez Montalbán. Planeta)

EL JUICIO

El vocal ponente militar en el consejo de guerra, Manuel Fernández Martín, carecía del título de licenciado en Derecho como era preceptivo de acuerdo con el título 63 del Código de Justicia Militar, que prescribía como causa de nulidad de las actuaciones judiciales dicha carencia. (Franco, el césar superlativo. Alberto Reig Tapia. Página 226).

Grimau fue juzgado por rebelión militar, que comprendía delitos presuntamente cometidos durante la Guerra Civil veintisiete años antes. Ninguno de los cargos que la fiscalía presentó contra el reo fue probado durante el juicio. Los testigos llamados por la fiscalía en su contra no pudieron asegurar que el reo hubiera cometido ningún delito, ya que se basaban en afirmaciones oídas a terceros o ellos no estuvieron presentes en el lugar de los hechos. El abogado defensor, el teniente Alejandro Rebollo Álvarez-Amandi, era el único que poseía formación jurídica en la sala. «Grimau nunca figuró en la causa general abierta tras la Guerra Civil. Además, no se probó ni uno de los crímenes que afirmaban había cometido. Él fue secretario general de la Brigada de Investigación Criminal y, por tanto, era un policía dedicado a perseguir delitos comunes», recordaba Rebollo muchos años después. Su defensa de Grimau le costó el puesto de letrado militar. Durante la Transición Rebollo fue diputado de la UCD de Suárez.

Y sin deliberación de la sala y tan sólo tras cinco horas de vista oral se dictó condena de muerte.

Fusilamiento del general Torrijos en las playas de Málaga. Antonio Gisbert. 1888, Museo del Prado

LA EJECUCIÓN

«El capitán general (García Valiño) telefoneó al general jefe del tercio de la Guardia Civil para que nombrase un pelotón de ejecución. Este (general Zanón) contestó que el reglamento lo prohibía y que la única misión autorizada era la de custodiar el cadáver… La ejecución la hicieron los soldados [de reemplazo], y aunque el reo cayó mortalmente herido [recibió 27 impactos de bala, ninguno le causó la muerte] hubo que darle el tiro de gracia. El ajusticiado rechazó los auxilios espirituales que le fueron ofrecidos. Estuvo tranquilo en el momento de ser fusilado… No me ha cogido de sorpresa la enorme campaña mundial de protesta que se ha desarrollado después de la ejecución». (Franco a su primo Franco Salgado-Araujo, teniente general y su secretario. Mis conversaciones privadas con Franco. Editorial Planeta. Página 503)

«El carácter bárbaro del régimen en general y de Franco en particular se puso de manifiesto con el juicio y la ejecución del comunista Grimau, que provocó una ola de manifestaciones contra el franquismo… A pesar de las repercusiones internacionales, Franco insistió en que Grimau muriese… A las protestas internacionales de la mayoría de los países democráticos europeos y americanos se unió la condena de la Iglesia Católica a través de la encíclica reformista Pacem in Terris, del Papa Juan XXIII… lo que reafirmó a Franco en su convicción de que el Vaticano era un nido de masones y comunistas». (Un pueblo traicionado. Paul Preston. Página 460)

«Areilza, embajador en París, suplicó a Castiella que intentara detener la ejecución. Castiella le respondió que ya lo había hecho, pero que sólo había conseguido enfrentarse a Franco y un gabinete unido. Franco rechazó una súplica del cardenal Giovanni Battista Montini, arzobispo de Milán. El cardenal se convirtió en el Papa Pablo VI apenas dos meses después de la ejecución, el 18 de junio de 1963. Aquello no auguraba nada bueno para las relaciones Franco-Iglesia». (Franco, caudillo de España. Paul Preston. Página 879)

«López de Letona había acudido personalmente el día anterior a la ejecución al despacho del muy influyente director de ABC, Torcuato Luca de Tena, para pedirle que publicase un editorial en demanda de clemencia… No se comprometió el periodista con el ministro [nombrado de Industria con posterioridad], pero al día siguiente, López de Letona suspiró aliviado cuando leyó por dónde iba el editorial de ABC “La justicia y la clemencia”. Tal vez podría salir del consejo de ministros con las manos limpias de sangre». (Autobiografía del general Franco. Manuel Vázquez Montalbán. Planeta)

 

Del libro MIS CONVERSACIONES PRIVADAS CON FRANCO

20 de abril de 1963

«… Comentamos el número de telegramas que se han recibido pidiendo el indulto del comunista Julián Grimau, fusilado esta mañana. Ha contestado personalmente al enviado por la reina Isabel de Inglaterra pidiendo el indulto: “Sin duda ha sorprendido su buena fe, puesto que Grimau es autor de crímenes horrendo, y por lo tanto lamento, no poder conceder el indulto». (página 500)

27 de abril de 1963

«Digo a Franco que se comentaba que en el consejo de ministros que aprobó la sentencia había unos que estaban contra la ejecución [Fernando María Castiella y Maiz]. Contestación de Franco:

«Para todos fue doloroso tener que aprobar la sentencia, pero era un deber hacerlo… Es verdad que el ministro de Asuntos Exteriores pronunció unas palabras diciendo que había que tener en cuenta la campaña que se desataría contra el régimen y contra mí en el extranjero… No hubo la menor diferencia entre ministros militares o civiles, todos opinaron lo mismo». (Página 502)

Franco despide a Eisenhower el 22 de diciembre de 1959 en la base de Torrejón. A la izquierda el ministro Castiella, entre los mandatarios el general Vernon Walters. La foto es de Jaime Pato, uno de los grandes fotógrafos periodistas de aquellos años cuando la libertad de información estaba velada.

EL TRATAMIENTO DE LA NOTICIA EN TVE

«En la televisión, la escueta noticia del cumplimiento de la sentencia capital de Grimau en la madrugada del 20 de abril de 1963 fue acompañada de imágenes de Ava Gardner y de Orson Welles en la Feria de Sevilla. Aparecían los dos en barrera durante una corrida de toros en la Maestranza, ella con gafas de sol y sombrero, él con un puro en la boca semejante al que fumaba en la cola del juicio del asesino Jarabo. Y la noticia se acompaña con anuncios de coñac Soberano, de lavadoras Balay, de la tortilla de patatas familiar entre los pinares de la sierra del horizonte de Marbella, donde se decía que había fiestas paganas junto a piscinas en forma de riñón». (Ava en la noche. Manuel Vicent, página 241)

IRRESPONSABILIDAD DE SANTIAGO CARRILLO

Julián Grimau nació en Madrid en febrero de 1911, hijo de un inspector de policía ingresó por oposición en la misma en 1931 y fue destinado a la Brigada de Investigación Criminal de Madrid. En octubre de 1936 se afilió al Partido Comunista y en las fechas del asedio por las tropas franquistas a la capital, en noviembre de ese año, estaba a las órdenes del delegado de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid, Santiago Carrillo. Durante la Guerra Civil se le encargó que investigara a activistas relacionados con el partido trosquista POUM, así como la represión de los integrantes quintacolumnistas que actuaban contra la República en Valencia y Barcelona. Tras la guerra huye a La Habana y posteriormente se traslada a Francia, donde es elegido miembro del comité central del Partido Comunista.

En París, Carrillo, si no estaba en viaje de negocios en Moscú, dirigía a varios agentes que entraban y salían de España, entre ellos Julián Grimau o Jorge Semprún. Fueron numerosas las veces que ambos se desplazaban por el interior, la primera en 1957, con el riesgo de ser detenidos por la policía secreta. Carrillo es ascendido a la Secretaría General del PCE en 1959, tras la renuncia de Dolores Ibárruri en esa fecha. En un informe remitido por Semprún al VI Congreso del Partido Comunista, París, verano de 1962, se argumentaba que Grimau, muy conocido por su pasado de policía y militante comunista, y dada su responsabilidad en el politburó no debería estar en Madrid y que era preciso que volviera a Francia. Carrillo, de vacaciones, aseguró a Semprún que se tomarían medidas para sacar a Grimau de Madrid. Pero no se hizo nada. Carrillo, tras la detención, afirmaba que desconocía el papel que Grimau jugó durante la guerra, que lo conoció en La Habana en 1941, algo falso puesto que Julián estuvo a sus órdenes en Madrid en noviembre de 1936. La denuncia de Semprún de la negligencia cometida por Carrillo le supuso a él y a Fernando Claudín la expulsión del PCE en 1964. (El zorro rojo, la vida de Santiago Carrillo. Paul Preston. Ediciones de Bolsillo)

«El secretario general que envía a trabajar al interior a un militante con el pasado de Julián Grimau —y ello cualquiera que sea el juicio que haya que establecer sobre dicho pasado—, sin someterse a discusión esta decisión, al menos en el Comité Ejecutivo, facilitando a los miembros de este todos los elementos de juicio necesarios, un dirigente así es un irresponsable. O mejor dicho, es responsable de lo que luego pueda suceder». (Autobiografía de Federico Sánchez. Jorge Semprún. 1977)

BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA

—El zorro rojo, la vida de Santiago Carrillo. Paul Preston. Ediciones de Bolsillo. 2015

—Ava en la noche. Manuel Vicent. Alfaguara. 2020

—Un pueblo traicionado. Paul Preston. Debate. 2019

—Autobiografía de Federico Sánchez. Jorge Semprún. Planeta. 1977

—Autobiografía del general Franco. Manuel Vázquez Montalbán. Planeta. 1992

—Franco, caudillo de España. Paul Preston. Editorial Grijalbo. 1993

—Mis conversaciones privadas con Franco. Francisco Franco Salgado-Araujo. Editorial Planeta. 2005

—Franco, el césar superlativo. Alberto Reig Tapia. Editorial Tecnos. 2005

—De la dictadura a la democracia. Historia de España. Tomo XXV. Editorial Cambio16. 1982

Pasionaria y los siete enanitos. Manuel Vázquez Montalbán. Planeta. 1995

Crimen y castigo de la reina de Tardajos. Rosario Consuelo González García. Oportet Editores. 2023

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Jardín Botánico

Agustina de Champourcin

Refugio del amor y de los besos, de rododendros y lirios, de tulipanes y arándanos, de olivos y estafileas, de calas y salvias, de peonias y de acantos, de camelias y azucenas, de margaritas y narcisos, de lectores que aprovechan la sombra para leer a Darío, de niños que buscan a la rana Gustavo de vacaciones en la charca.

265 años lleva este jardín ilustrado madrileño, la Cuesta de Moyano a un lado, al otro el Prado y allá a su frente El Retiro. Pasear, andar entre las umbrías de los arces gigantes, de palmeras tropicales o cipreses levantinos donde tus labios saben a ambrosía y tu sonrisa llena de envidia a los mirlos… está linda la tarde y el viento lleva esencia sutil de azahar, yo siento en el alma una alondra cantar…  

Dese prisa, visitante, los tulipanes explotan en abril y llenan de color, de belleza, de armonía los paseos silenciosos del jardín, efímeros como la vida, en tres semanas se apagará su torrente de color marchitado por el sol abrasador de esta primavera encendida de luz, de calor plomizo entre los bonsais.

—Sí, ja, ja, ja, lo he visto, ahí entre las hojas de la ciénaga.

Sí, el niño explota de alegría, la rana Gustavo le ha guiñado un ojo, semioculto en la hojarasca.

Fotos de Terry Mangino

Soledad Fernández expone en El Retiro

Agustina de Champourcin

—Pintas como un hombre, me dijo un amigo pintor queriendo halagarme. Y yo le pregunté que cómo pintan los hombres, que si pintan con las manos, o con los pies, o con la cabeza, o con la polla. Porque yo pinto como cualquier artista, me pongo frente al lienzo y pinto, horas y horas, días, semanas, meses, a veces hasta un año para pintar ese cuadro.  

Artemisia Gentileschi, Tiziano, Rogier Van der Weiden, Rubens, Julio Romero de Torres… ¿Acaso un observador que visitara el Museo del Prado sabría diferenciar las pinturas de estos artistas de las de Soledad Fernández? Tal vez por los vestidos, porque los iguala en armonía, en arte, porque los supera en cariño por las formas, por las caricias que las pieles de sus cuadros transmiten al espectador…  

—Que no, que no hay diferencias entre la pintura de un hombre y una mujer, que si miras un cuadro ves una sensibilidad, un estilo, un tratamiento pictórico determinado, una expresión, pero no ves una secreción hormonal, no, ves pintura, buena o mala, esa es la única diferencia. 

Soledad Fernández ha expuesto en medio mundo: París, Londres, Washington, Roma, Chicago, Miami, Venecia, New York… Tiene obra colgada en el Museo de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid. Una artista consagrada cuyos cuadros tienen la sensualidad del deseo y la ternura del beso.

—Cuando se hace una obra seria no hay diferencia entre el tratamiento que da un hombre o una mujer a su creatividad. Ni siquiera si se trata de un desnudo. Fíjate que yo he pintado desnudos femeninos y masculinos, muchos, tengo toda la familia retratada desnuda —Soledad se ríe suavemente— y me gusta el cuerpo de la mujer y no soy lesbiana, y si lo fuera qué, cualquiera que vea un desnudo mío no sabrá a priori si lo ha hecho un hombre o una mujer. ¿Cuál es la diferencia? 

(Palabras de Soledad Fernández recogidos de la obra PATAGONIA”, Premio de Novela Ciudad de Salamanca, 2018)

Soledad Fernández o Van der Weiden o Sofonisba Anguisola en el escenario de la Casa de Vacas del Retiro, hasta el 23 de abril.

http://www.soledadfernandez.com/