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Un punto de vesania, de desconfianza y de rebeldía se adivina en las miradas de los sindicalistas del SAT (Sindicato Andaluz de Trabajadores) que plantaron su campamento en la Puerta del Sol de Madrid el pasado 15 de mayo, el 15 M. Venían tras recorrer 350 Km a pie desde Jódar, Jaén, reclamando el indulto del sindicalista del SAT y concejal en esa localidad Andrés Bódalo, condenado a tres años y medio de cárcel por agredir durante una manifestación en 2012 al también concejal del PSOE en Jódar Juan Ibarra. Bódalo ingresó en prisión el pasado 4 de marzo. La columna del SAT la integran una treintena de personas, recios jornaleros y trabajadores, activistas bregados en la lucha sindical en el campo andaluz y en la reivindicación de mejores condiciones de trabajo y de vida en una región que tradicionalmente ha sufrido el desempleo y la desigualdad social como males endémicos. La travesía del Sahara, o desde Jódar la empezaron el 4 de mayo, once días de caminar en columna bajo las lluvias de mayo por carreteras y pueblos en los que concitaron tanto la simpatía de vecinos y gente llana como el rechazo de formaciones políticas hostiles a sus reclamaciones (PSOE, dicen los sindicalistas) o el silencio de los medios de comunicación afines a esos partidos (Canal Sur, dicen los sindicalistas).

Diego Cañamero es un sindicalista histórico que hace de portavoz de los “brigadistas” del SAT a su llegada a Madrid. –A Bódalo lo condenaron por ser pobre; defender la dignidad de las personas en una población donde hay un 48,5% de paro no es ningún delito –dice Cañamero, enjuto de rostro marcado por la lucha y firme en sus palabras. En sus 17 días de marcha y siete de huelga de hambre ha perdido unos cinco Kg. Viene acompañado de su mujer, comprometida como otras que también se han sumado a la columna con sus maridos reclamando el tercer grado para Bódalo. –Incluso Juan Ibarra [el agredido por Bódalo] pidió la absolución, la Guardia Civil presentó un atestado que no fue admitido como prueba de la defensa, la condena se basa en argumentos contradictorios de testigos y aún así, Bódalo fue condenado a una pena desproporcionada para un hecho leve si lo comparamos con la exención de medidas cautelares de que gozan algunas ex-alcaldesas acusadas de corrupción y ahora senadoras aforadas –dice Cañamero con la mirada inquieta del que se ve perseguido.

Diego Cañamero, sindicalista del SAT, el pasado 19 de mayo en la Plaza de Lavapiés, Madrid.

Juan Perales es un jubilado de 67 años, antiguo fresador metalúrgico, ha venido andando desde Jódar y también lleva siete días de huelga de hambre. –Es de lujo cómo nos han acogido en Madrid –dice tumbado sobre una mínima colchoneta y bebiendo sorbos de un zumo de naranja que les han preparado los médicos y masajistas que les vigilan la salud–. En Úbeda, la alcaldesa nos impidió que nos sentáramos en los bancos de la plaza, nos ha llovido desde Despeñaperros, con lluvia y calor, la Ley Mordaza, que nos callemos quieren, que desaparezcamos –afirma–, se nota que aquí, en Lavapiés, la gente es más solidaria, hemos recibido en esta plaza más apoyo y más ayuda que en Sol.

Sindicalistas del SAT durante la huelga de hambre, el pasado 19 de mayo en la Plaza de Lavapiés, Madrid.

Tras llegar a Sol, el Ayuntamiento de Madrid les ofreció la Plaza de Lavapiés para que instalaran sus improvisadas carpas de protesta y el Centro Cultural de las antiguas Escuelas Pías, muy cerca de la plaza, para que se alojen. También se alojan en la parroquia de San Carlos Borromeo, un antiguo templo de la lucha antifranquista y por los movimientos sociales y vecinales en los años 60 y 70 del pasado siglo XX, conocida como la iglesia roja de Entrevías, un barrio obrero formado por población proveniente en mucho casos de Andalucía, de donde ahora vienen los integrantes de la columna del SAT.

Texto y fotografías de Ángel Aguado López


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