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CSIC, Institución Libre de Enseñanza, Jan Walle Nauta, Junta de Ampliación de Estudios, Krausismo, Ley Mordaza, Microscopio, Ramón y Cajal, Schneider Kreuznach, Severo Ochoa, Torturadores franquistas
El 17 de Octubre de 1934 fallecía Santiago Ramón y Cajal, el primer Premio Nobel en una rama científica nacido en España –el segundo fue Severo Ochoa, que si bien era asturiano de origen, hizo toda su carrera investigadora en Estados Unidos, y ésa era la nacionalidad que figuraba en su pasaporte–, y quien sentara las bases morfológicas y estructurales que han permitido entender el funcionamiento del sistema nervioso. De hecho, la neurociencia nace, prácticamente, con él. En una ocasión, pocos años antes de su muerte, me tomé un café con Jan Walle Nauta, en su despacho del MIT. Nauta fue un importante neurocientífico de origen indonesio, inventor de un célebre método para estudiar el curso de las fibras nerviosas en el cerebro. Mientras le preguntaba sobre el qué hacer cuando uno no tenía claro si ser científico o poeta, me fijé en los libros que tenía en una estantería cercana a su mesa de trabajo. Casi juntos destacaban los lomos de Textura del sistema nervioso del hombre y los vertebrados, de Cajal, y Cien años de soledad, de García Márquez. Al final, hablamos de ambos, buena prueba de que la estúpida distinción entre ciencias y letras que sostienen los discípulos de babel carece de sentido.
Unos cuarenta años después, los mismos que duró la primera fase del franquismo, el 30 de Octubre de 1975, en una oscura comisaria de Santa Cruz de Tenerife moría Antonio González Ramos, un trabajador canario, comunista y luchador frente a la dictadura, a consecuencia de la paliza que, durante su detención, le dio el policía Antonio Matute, un torturador reconocido y jamás castigado, experto en artes marciales, de la casta de maderos chulos, maltratadores y putañeros, coetáneo de Yagüe, Conesa y González Pacheco. Un cabrón, para que andarse por las ramas. Entre ambas efemérides se extiende una parte de la historia de la España negra, de ese país de charanga y pandereta, que siempre va bien según sus gobernantes, y que jamás parece que contenga un hilo de sensatez en el tejido con el que están fabricados sus ropajes.
A instancias de Cajal y a la vera de su Nobel, en 1907 se creó en España la Junta para Ampliación de Estudios e Investigación Científica, heredera directa del proyecto krausista de la Institución Libre de Enseñanza, que durante medio siglo, exactamente hasta el triunfo de Franco en 1936, constituyó un modelo de renovación pedagógica ni repetido ni superado. Más de cien años después, los modelos educativos españoles continúan arrastrando las consecuencias de la guerra civil, confunden la catequesis con la filosofía, el catecismo con la física y la militancia sindical con la formación continua del profesorado. La memoria de la ciencia española y de las comisarías franquistas aún permanece medio oculta por la tinta de calamar. A la Junta de Ampliación de Estudios le sucedió el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, una estructura que se cae por falta de anclajes, mientras que la policía del cuarentañismo parece encontrar acomodo con la ley mordaza.
Rafael Alonso Solís
(Rafael Alonso Solís es médico y profesor en la Universidad de San Cristobal de La Laguna, Tenerife)
Semana sobre Ramón y Cajal en la Real Academia Nacional de Medicina
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