Lorenza Cobián (texto). Terry Mangino (fotos)

        CUÁNTOS MUERTOS, ¿un millón, millón y medio? Cuántas vidas arrancaron los tiranos —sin contar a Stalin ni a Hitler ni a Mao ni a Leopoldo de Bélgica— que gobernaron el mundo durante el siglo XX. Sólo a manos de los militares rebeldes y sus partidarios que iniciaron la Guerra Civil española, las investigaciones de Paul Preston —un historiador libre de toda sospecha de partidismo— atribuyen que las víctimas civiles, lejos de los campos de batalla, ascendieron a más de 150.000. Añádase a este número los muertos en combate durante los casi tres años que duró la contienda y los que originó la represión durante la eterna postguerra del franquismo.

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Quimeras, como la vida, que adornan uno de los templetes burgueses del cementerio de San Isidro.

        Más de un cuarto de millón de muertos se le atribuye al croata Ante Pavelic, aliado de Hitler y amigo de Mussolini, en su limpieza étnica. Una masacre ejercida por él durante la 2ª Guerra Mundial en Croacia contra los serbios ortodoxos, judíos, gitanos, comunistas, bosnios musulmanes y disidentes políticos. El avispero de los Balcanes, un territorio multiétnico, multirreligioso, políedrico y multinacional, compuesto por Croacia, Bosnia Herzegovina, Montenegro, Macedonia, Serbia, Kosovo, Albania, etc., sufrió durante las guerras mundiales (recuérdese: atentado de Sarajevo, en 1914, contra el archiduque Francisco Fernando, origen de la 1ª GM) las atrocidades y matanzas indiscriminadas, todos contra todos, de nazis, ustachas, chesniks, partisanos, pro-aliados, pro-nazis, nacionalistas, etc., solo contenida temporalmente durante el extenso mandato del mariscal Tito —en el poder desde 1945 hasta su fallecimiento en 1980—. Aquella idea, imposible, de una gran Yugoeslavia no alineada y enfrentada al Kremlin durante la guerra fría, estalló años después, en 1992, con la terrible tragedia que asoló a todos esos países. El terror de Slobodan Milosevic, del psiquiatra, o psicópata Karadzic, el sadismo del general Mladic, de Slobodan Praljak… dejaron miles de muertos inocentes ante la mirada evasiva del primer mundo.
Ante Pavelic huyó tras la 2ª GM a Austria e Italia, donde vivió un tiempo protegido por la Iglesia vaticana. A Roma llegó con pasaporte español. Viéndose perseguido por USA se refugió en Argentina, en 1948. Ahí sufrió, en 1957, un atentado instigado por el mariscal Tito, su antiguo enemigo, del que salió vivo. Encontró poco después refugio en la España franquista. Falleció olvidado en Madrid en 1959, está enterrado en el cementerio de San Isidro.

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Tumba de Ante Pavelic en el cementerio de San Isidro, en Madrid. Aquí sí que se cumple aquel viejo lema que los defensores de la capital esgrimían para animarse: Madrid será la tumba del fascista.

               Los tiburones se cebaban a diario con las víctimas de las carnicerías del sátrapa Rafael Leónidas Trujillo Molina. Festines de sangre y vísceras habituales para los escualos durante su extenso mandato al frente de la República Dominicana, treinta años. Se cuentan por miles los cuerpos de los asesinatos que su temible SIM* (dirigido por los sanguinarios Arturo Espaillat, alias Navajita, y Johnny Abbes García) cometió. Incluso magnicidios. Trujillo intervino en el asesinato del presidente guatemalteco Castillo Armas en 1956, lo intentó contra el venezolano Rómulo Betancourt en 1960, con Fidel Castro. Acogió a Fulgencio Batista cuando, el 1 de enero de 1959, este huyó de Cuba derrocado por el nuevo dictador barbudo. Trujillo llegó al poder levantándose contra el presidente constitucional Horacio Vásquez, en 1930. Camuflado bajo el mandato del presidente títere Rafael Estrella Ureña y posteriormente por el del letrado Joaquín Balaguer, Trujillo se estrenó en el cargo de genocida con la Masacre de Perejil, en 1937, el exterminio de la población vecina, mayoritariamente negra, que residía en Santo Domingo. Se calcula en 20.000 haitianos los que fueron asesinados por el Padre de la Patria Nueva, el Benefactor, Dios y Trujillo. El asesinato del dirigente exiliado español y peneuvista Jesús de Galíndez (el Agente Rojas ND507) en 1956 fue el crimen que produjo su condena internacional en los países caribeños y el rechazo en la misma administración USA, a pesar de que el Restaurador de la Independencia (uno de los elogios con los que se autocomplacía Trujillo) financiaba a congresistas del partido demócrata americano en su lucha contra Kennedy. El asesinato de las hermanas Mirabal fue el detonante que le llevó a la muerte en un atentado el 30 de mayo de 1961. Tras su muerte fue su hijito, el incapaz Ramfis Trujillo, un “afamado” jugador de polo, alejado en París, el que volvió a la isla para asesinar implacablemente a los ejecutores de su padre (Galíndez pone en duda la paternidad de Trujillo en su tesis, que le costó la vida: La era de Trujillo: un estudio casuístico de dictadura hispanoamericana).

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Tumba  donde están enterrados Rafael Trujillo y su hijo Ramfis, en Mingorrubio, Madrid.

Tras un año ejerciendo el terror en Santo Domingo, el misterioso presidente Balaguer consiguió que Ramfis abandonara el país llevándose los restos de Trujillo junto con unos cuantos millones, bastantes, de dólares. Ramfis se instaló en Madrid, donde ejerció de frívolo y playboy (pagando) emulando las andanzas de su cuñado, maestro en el arte del amor y amigo Porfirio Rubirosa, del que muchas mujeres, muchas, alababan extasiadas su bien dotada y extraordinaria masculinidad. El dinero expoliado a su país era el argumento que las autoridades franquistas comprendían mejor para proteger su residencia en España. Ebrio y demente, Ramfis moriría en Madrid, en La Moraleja, estrellando el Ferrari 330 GT que conducía contra el Jaguard de una duquesa, en 1969. Quizás Ramfis, en aquel último acto sublime de la muerte, quiso imitar a Porfirio, que también se estrelló con un Ferrari en París, en 1965, pero contra un árbol. El papi Trujillo y el niñito Ramfis están enterrados juntos en Madrid, en el cementerio de Mingorrubio. ¡Ay, ese amor que se transmite de padres a hijos!

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El templete de la familia Trujillo está descuidado, semiabandonado. El dictador Trujillo está enterrado muy cerca de los restos de los que fueron presidentes del gobierno español, durante el franquismo, Luis Carrero Blanco, asesinado por ETA en 1973, y Carlos Arias Navarro,  también primer presidente del reinado de Juan Carlos. Próximamente serán inhumados en el cementerio de Mingorrubio los restos del general Franco.

             No es posible que Fulgencio Batista conociera a Michael Corleone. Pero sí conoció a Lucky Luciano, un gran tipo no muy alto, un poco barriobajero, eso sí, al que los americanos habían expulsado de New York y con el que mantuvo cordiales relaciones de negocios. Y también es cierto que Batista recibió de la ITT Corporation el extravagante regalo de un teléfono chapado en oro en agradecimiento por las concesiones que le hizo a la multinacional, como se narra en The Goodfather II. La prostitución y el juego eran los motores económicos de la isla.
Sí, la Cuba de Batista era el burdel de los yanquis, de la Mafia, que querían extender el negocio de Las Vegas a la perla del Caribe. La historia de Cuba se cuenta por el número de tiranos que han ejercido el poder. Tras la guerra hispano-estadounidense de 1898, pulgarcito y el gigante, la explosión del Maine, la provocación de Williams Randolph Hearst —Citizen Kane—, el Tratado de París, etc., España perdió los restos del imperio y llegó la independencia para Cuba. Al menos eso se creían los seguidores de José Martí, el héroe nacional, aunque el intervencionismo yanqui se hizo presente desde el mismo momento de la partida de los españoles.

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Ángel sobre la lápida de Consuelo Vello, la célebre cupletista La Fornarina, obra de Mariano Benlliure, 1915, en el cementerio de San Isidro.

          A Charles Edward Magoon, el primer gobernador, americano, impuesto por los gringos, siguió el golpista José Miguel Gómez, al que continuó el liberal García Monacal, después Zayas y Alfonso, al que siguió el gobierno dictatorial del general Machado, derrocado a su vez por, que fue a sí mismo derrotado por… y así sucesivos y efímeros presidentes hasta que en 1940 se hace fuerte en la presidencia de Cuba el general Fulgencio Batista. Fue un conspirador que se mantuvo, soterrada o abiertamente al frente de la república, no precisamente con métodos democráticos, hasta que la guerrilla de Sierra Maestra entró en La Habana el 1 de enero de 1959. Ya saben, aprendimos a quererte desde la histórica altura donde el sol de tu bravura le puso cerco a la muerte.
Fulgencio se refugió en casa de su vecino Rafael Trujillo, conocido sátrapa con el que había intercambiado ímpetus en su lucha contra los izquierdistas que se extendían por el Caribe. Gracias a su política férrea contra los derechos humanos y libertades de los cubanos, la corrupción que imperó durante sus mandatos y las buenas relaciones con los amigos de Luciano, mérito de Batista fue conseguir algo más de 100 millones de $ USA, con los que se exilió en Portugal, bajo el régimen de Salazar. Y posteriormente en España después de que sus relaciones con Trujillo —¡un flojo, Batista es un flojo!, pregonaba don Rafael a su lacayo descuartizador Johnny Abbes— no pasaran del beso inicial.
Para el régimen franquista fue una alegría saber que Batista se instalaba en Marbella y jamás se preocupó por el origen de su fabulosa fortuna. Ahí murió de un infarto en 1973. Está enterrado también en el cementerio de San Isidro, junto a su esposa Marta Fernández Miranda, fallecida en 2006, y junto a su hijo Carlos. Las tumbas de Batista y de Pavelic no se distancian más de 100m.

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Tumba de la familia Batista, en el cementerio de San Isidro, no tiene ni flores ni bandera alguna.

        Desde el cementerio de San Isidro se divisa un horizonte de edificios y bóvedas que conforman el cielo de Madrid. Desde el cementerio de Mingorrubio, apenas a quince km del centro de la capital, se vislumbra la sierra de Guadarrama, una paz celestial y un cielo azul intenso como pintado por Muñoz Degrain. Próximamente se van a trasladar a Mingorrubio los restos del general Franco. Ni en la tumba de Trujillo ni en la de Batista hay bandera alguna que indique su patriotismo, ambas desprovistas de flores y semiabandonadas. Sí hay unos velones con la insignia croata en la de Pavelic. Los cuatro muleros. Póker de reyes de la muerte. Entre ellos mantuvieron relaciones cordiales en unos momentos históricos terribles para la humanidad. En una lápida del cementerio de San Isidro hay inscrita una frase castiza merecedora de lectura: De Madrid al cielo. El infierno se quedó para los súbditos.

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*Para conocer en profundidad los métodos represivos y asesinatos cometidos por el SIM véase: Johnny Abbes García… del periodista e historiador dominicano Tony Raful, 2019.

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Vista del horizonte de Madrid desde el cementerio de San Isidro.