Palabras de Ángel Aguado. Fotos de Terry Mangino

Carvalho saltó de la cama… y contempló como desde un balcón el espectáculo de su pene en retirada lenta. Adiós, muchacho, compañero de mi vida…

            »Biscuter, Charo, Fuster, Lifante, Pepe Carvalho… ahí están, siguen vivos, incólumes, arrebatándole al tiempo su condición de inmortales, huérfanos, sí, porque su padre, Manuel Vázquez Montalbán, falleció hace dieciocho años, pero los forjó en el bronce de las palabras sin pretender siquiera que le sobrevivieran. Así es la vida de los personajes, alcanzan la intemporalidad de la fantasía porque no son de carne y hueso, son fábulas, arpegios de la interacción del creador con el lector, cada uno los imagina como quiere, se alzan inasequibles al paso del tiempo cada vez que alguien los devuelve a la vida con la lectura. El autor, sin embargo, tiene fecha de caducidad, es efímero, recoge el obituario que sus amigos le dedican cuando se va. ¡Te gané por los pelos, padre!, sonríen sus criaturas desde las páginas de sus libros. Después, lo sepulta el olvido de las bibliotecas, esos columbarios donde duermen la noche eterna tantos autores que nadie lee, la muerte definitiva de sus letras, de sí mismos. Fue por una indigestión, el sobrepeso, el orujo helado o los Condal número 6, qué más da, MVM se fue a los mares del Sur, cedió la divinidad a sus personajes. Sí, los autores son temporales, los personajes eternos: Fortunata y Jacinta, don Quijote y Sancho, Ana Ozores y Fermín de Pas, Pepiño Carvalho y la Charo, el marqués de Bradomín y la niña Chole, Gabriel de Araceli e Inés… tal vez Galíndez en su doble faceta de nacionalista confuso y espía novelesco, MVM lo rescató de los tiburones de Trujillo y lo encumbró al olimpo de los héroes.

            »Milenio, fin de trayecto; Triunfo, el comienzo. Y mientras tanto Pasionaria y los siete enanitos, Autobiografía del general Franco, Quinteto en Buenos Aires, El pianista, la vaca Marcelina, Fondos, Crónica sentimental de la Transición, Los alegres muchachos de Atzavara, De cómo Mariano Rajoy se convirtió en un OVNI… Las recetas de Carvalho: Berenjenas a la crema con gambas, para cuatro personas. 1 Kg de berenjenas; medio kilo de gambas; 100 g de jamón dulce; dos cucharadas de harina; ajo, aceite, sal, pimienta, leche… Se hace un caldo corto con las cabezas de las gambas previamente fritas… en ese aceite aromatizado por el ajo y las cabezas de las gambas se fríen las berenjenas enharinadas…

            —Yo de mi padre jamás hablo con terceros. Nunca acepté que fuera el dueño de mis destinos. En el fondo no soy más que el rehén de su imaginación. Sí, le debo la vida, títulos y títulos de novelas por las que me paseó sin pedirme permiso, obligándome a ser quien soy yo, trazó mi existencia sin que le interesara jamás mi opinión ni mi destino porque eran los suyos. Es más, fui su esclavo, hizo de mí el capricho de sus sueños, me convirtió en la frustración de una generación escéptica de españoles rebozados entre la levedad de la dialéctica marxista, el fracaso del capitalismo y el tránsito democrático sin esperanza, aquella Constitución con siete padres que ahora todos aborrecen. Aunque él ya lo presagiaba, quizás preveía la traición: Fernando Garrido, el secretario del Comité Central asesinado por el hijo adoptivo. Todos nos sentimos Edipo alguna vez con los autores, siempre existe el conflicto intergeneracional, la lucha por quedarse con el trono familiar.

            »Poeta, ensayista, periodista, analista político, gastrónomo experimental, ¡aquellas columnas, los lunes, en la última de EL PAIS! La gente de bien, la de siempre, la que seguía al galán de las Azores cuando estiraba los zancos sobre la mesa experimentó un alivio intestinal al enterarse de su fallecimiento en Bangkok, ¡un rojo menos!, apenas unos meses antes de aquel triste 11M. Créanme, las armas de destrucción masiva existen, perjuraba el presidente. La pluma, la prosa, las letras no destruyen nada, pero molestan si restañan la verdad oculta, si desvelan las vergüenzas del poder y sus mentiras. Y, además, “culé”, seguidor acérrimo del Barça. ¿Tú también, Figo?, se preguntaba compungido cuando aquel hijo predilecto del Camp Nou traicionó a los suyos y se vistió de blanco. Como Edipo… Se apartan las berenjenas y se escurren para que suelten el aceite. En los aceites resultantes se traba una bechamel con la harina, parte del caldo obtenido y parte de leche. Se sazona con pimienta la bechamel.

—A propósito, añadir bechamel a las berenjenas me parece un exceso. Con el aceite y el queso rallado es suficiente. Reconozco que el blanco Chablis combina esencias maravillosas de roble perfiladas con aromas de frutas y notas de flores blancas. En boca es fresco y tiene un final salino. Sin embargo, un Rueda verdejo no le va a la zaga, dorado, con matices aromáticos de frutos secos que desprenden un aroma de misterio. En boca es potente como el destello de una mirada de mujer. Las mujeres, Charo. Autosuficiente, independiente, feminista, dirán ahora que no porque aceptó de Quimet, su cliente, de Andorra, donde iban los Pujol a esconder los millones, un consejo y se instaló un negocio de comida gourmet. La vejez nos iguala a todos en fracasos y el calor del amado nos evita los sabañones del tiempo. Es cierto, quizás nunca debí emprender mi despedida con aquella vuelta al mundo, ya no tenía fuerzas, el protagonismo era todo de Biscuter, aquel viaje a ninguna parte o hacia el lado oscuro de la derrota existencial. Pesa el tiempo como la memoria. Charo, ¿por qué no me atrapaste en tu tela de Ariadna? Quizás porque, de haber sido así, yo no hubiera existido sino como un hombre corriente, sin protagonismo alguno y Montalbán no me hubiera engendrado y tú, en tu afán de mujer, nunca te hubieras interesado por mí. Eso sí, prefiero la gamba roja de Denia acompañada de un monastrell de la Marina Alta muy frío y almendra frita al estilo de la tía Rosa. Desperdiciar esa gamba con berenjena es un mestizaje estúpido. Ni juntos, ni revueltos. Por cierto, yo no maté a Kennedy.

»Cocinar es una metáfora de la cultura y su contenido hipócrita. Comer significa matar y engullir a un ser que ha estado vivo… Si devoramos directamente al animal muerto… se diría que somos unos salvajes. Ahora bien, si marinamos a la bestia para cocinarla posteriormente con la ayuda de hierbas aromáticas de Provenza y un vaso de vino rancio, entonces hemos realizado una exquisita operación cultural, igualmente fundamentada en la brutalidad y la muerte. Eso decía MVM, su padre, yo no tengo nada que añadir a esa mezcla de berenjenas con bechamel, gambas y jamón a pedacitos gratinados con queso rallado. Tal vez acabar con Milenio, quizás MVM presentía su final a su regreso de aquella vuelta al mundo, que la cocina ya no le ofrecía nada gratificante y Lifante, el guardián del orden impuesto le esposaría a usted camino de la Modelo. Un refugio, a fin de cuentas. Brindo por su padre, quizás el mejor cocinero de crónicas hirientes, quizás el mejor degustador de recetas impresas. El aguardiente siempre helado, de un trago, como la muerte.  

Que le aproveche.

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