Gabriel de Araceli

—La juventud, amigo Sancho, es ese momento en la vida de las personas en el que los corazones se inflaman de emoción y afloran los amores desbordados, las pasiones nublan el entendimiento, el alma se llena de virtudes que hay que promocionar y de disparates que es menester atemperar o suprimir para que el recto proceder y el entendimiento pausado florezcan en el hombre y rijan su destino y hagan su existencia provechosa y feliz.

—Así ha de ser, señor don Alonso, si vuesa merced lo asegura. ¿Y quién es ese caballero que con tan vehemente y sobrio proceder y con tanta diligencia, soltura y verbo endecasílabo se dirige a ese grupo de gráciles doncellas y esbeltos caballeros que escuchan sus palabras con admiración y aún con impaciencia, pues cortas se les hacen a pesar de su abundante prosopopeya y su destacado énfasis en pronunciarlas?

—Es el muy ilustre y sabio caballero don Emilio Pascual de la Blanca Luna, el Caballero de Tejares y de Gaula, que con su decir fluido y templado les hace referencias de nuestras andanzas manchegas y quiere que ellos tomen ejemplo de las escasas virtudes que pudieran aprovecharse y eviten los disparates abundantes que cometimos en nuestro itinerario desventurado.

—Y, ¿qué sitio es este tan doctoral en el que abundan los bachilleres ávidos de conocimiento y aún de saber de nuestras tristes aventuras por las tierras de los molinos, que parece casa solariega e importante y de temple salmantino?

—Es un lugar noble ubicado en la Corte, que llaman Instituto de Enseñanza Media Cervantes, que lleva como así parece el nombre de nuestro hacedor, levantado ha ya largos años para la enseñanza y promoción de las buenas maneras entre la mocedad. Pero evita, amigo Sancho, las enjundiosas preguntas que tu deseo de saber arrecia por tu boca y escuchemos las serenas sentencias del caballero don Emilio de Tejares y de Gaula desde este emplazamiento reservado que ocupamos en lugar escondido en este salón de actos, sin ser visto por ninguno de los presentes, que a buen seguro que también a nosotros nos resultarán sabias, alegres y festivas.

 

«…Cervantes se basó en su conocimiento de la literatura de Itálica, y aún del Decamerón, esa colección de cuentos que un grupo de nobles selectos se cuentan para recrearse y huir de la peste bubónica, para trazar su novela. Don Quijote es el protagonista, porque en toda novela tiene que haber un protagonista, un caminante desfacedor de tuertos y agravios, ávido de justicia movido por el bien que anteponga la virtud y el idealismo en sus acciones, aunque sean disparatadas. Y para compensar, o hacer más terrenas sus acciones erróneas y alocadas contrapone la figura de Sancho, un hombre sin cultura y primario, pero con sobrados dotes racionales como para advertir al amo de que sus locuras rozan la temeridad y que ese proceder le llevará al abismo, como así sucede en la mayoría de las aventuras que acometen, ya sea la de los molinos de viento, la aventura con el gallardo vizcaíno, o la de la cuerda de galeotes y la Santa Hermandad, o la descomunal batalla con los cueros de vino…»

—Que me place escuchar al caballero don Emilio de Gaula y Tejares, que por su boca no salen más que buenas razones y cordura y corrobora lo que yo siempre le advierto y vuesa merced ignora: que no eran gigantes, sino molinos; que lo de liberar a condenados a galeras no es si no contravenir las leyes de la justica; que hacer bien a villanos es echar agua en el mar; que por quien bien tiene y mal escoge, por bien que no enoje no se venga; que no es la miel para la boca del asno y que los que buscan aventuras no siempre las hallan buenas y que

—Calla, amigo Sancho, que el torrente de tus sentencias acosa al entendimiento y enoja el carácter y escuchemos al conferenciante que parece que habla ahora sobre las mujeres y tal vez se refiera a mi amada Dulcinea.

«…la sin par Dorotea, dama noble y educada que sabía leer, algo difícil de encontrar en aquellos tiempos aún entre los hombres, incluso no deseado porque la lectura iluminaba el pensamiento crítico, aireaba los espíritus y despejaba las almas de doctrinas y temores, algo que la religión o el poder civil, el poder real, del Rey, veían para sí como peligroso y procuraban evitar para tener bien atados en la religión, en la ley, en el temor y en la ignorancia al populacho. Y era Dorotea señora refinada que tañía el arpa. La música compone los ánimos descompuestos y la lectura edifica las conciencias. Y la que es deseosa de ver, también tiene deseo de ser vista y oída. Dulcinea, sin embargo, es una fabulación que sólo existe en la mente de don Quijote, una mujer rústica y poco agraciada que el ánimo enamoradizo del caballero convierte en ideal de belleza y virtuosidad…»

—A fe mía que este caballero miente como un bellaco y dispuesto estoy con la fuerza de mi brazo a hacerle rectificar de tan necias palabras y obligarle a acudir al Toboso para que rinda homenaje a la sin par Dulcinea y proclame por el mundo entero la belleza de mi dama, y aún aquí, delante de esta audiencia, hacerle abominar de sus mentiras y errores que ha vertido sobre mi señora.

Y levantándose de súbito el caballero empuñó la espada aún con dificultad en el paso, dispuesto a cercenar por el gollete al conferenciante por sus mentiras.

—Deténgase vuesa merced, señor don Quijote, y no pierda el juicio por asunto tan baladí, que Dios, que da la llaga, da la medicina; que los que buscan aventuras tan disparatadas como enfrentarse a otro caballero no siempre las hallan buenas; que quien busca el peligro, perece en él, y sigamos escuchando las palabras del caballero, que de seguro que en ellas encontraremos verdades provechosas y no pida por fuerza lo que pueda tomar de grado.  

Obedeció aún con reparos el caballero las palabras del criado, que aunque cegado por la ira su paso era vacilante y su cuerpo mezquino, y no atendía, por carecer de fuerza y equilibrio en razón de su edad, la cerrazón de su mente. Y sentados nuevamente tras el telón escucharon las palabras de don Emilio.

«…sí, don Quijote muere en la primera parte. Y cuando Cervantes conoce la intrusión en su novela de la copia que hace Avellaneda para lucrarse de su éxito, decide escribir la segunda parte. No se sabe bien quién fue ese Avellaneda, se piensa que fue amigo próximo a Lope de Vega, que fue este rival y poeta envidiado a la vez por Cervantes, autor casi desahuciado para la literatura en su momento. Pero entraríamos en el terreno de la especulación. Y para resucitar a don Quijote, don Miguel recurre a un viejo truco muy utilizado ahora en el cine, el uso del “flash back”: introducir en medio del relato una acción pasada y volver la vista atrás en la narración y contar otra historia que mantenga la tensión con personajes, lugares y acciones desconocidos. Es a lo que cualquier guionista cinematográfico recurriría ahora: acciones o tramas paralelas. He aquí la modernidad del relato cervantino, que es muy cinematográfico. No se rompe la continuidad de la historia y mantiene el interés a lo largo de todo el cuento. Ya sabéis: planteamiento, nudo y desenlace. Cervantes alarga constantemente el nudo en medio del desenlace que el lector ya conocía, pero lo hace de tal manera que el lector no ha advertido el final anunciado. Lo que ahora llamaríamos el “Toque Lubitsch”, sugerir al espectador por medio de relatos que construya con su imaginación sucesos que no se han contado. Y eso lo hace a través de un narrador omnisciente que pasa desapercibido para el lector, pero que es el principal muñidor y contador de la historia: Cide Hamete Benengeli…»

 

—A fe mía que este caballero cuenta aventuras que jamás imaginé y novedades literarias desconocidas que los siglos venideros arrastraron sin nosotros, que somos personajes de otras épocas y más propios de sentir el temor en nuestros huesos y aún sus efectos en carnes propias, como sucedió en aquella desdichada aventura de los batanes.

—Calle vuesa merced y no mencione la horca en casa del ahorcado, que tripas llevan a pies, que no pies a tripas; que la culpa del asno no se ha de echar a la albarda; y que todo el mal nos viene junto, como al perro los palos.

—Así ha de ser y mejor no meneallo. Y sigamos escuchando las pláticas del caballero don Emilio, que parece que llegan a buen fin.

«…así que Cervantes, con su distribución secuencial de capítulos, bien podría ser en la actualidad un guionista de éxito de esos que construyen historias que arrastran al público a la esclavitud de las series televisivas, que incluso introduce en el Quijote una historia ajena por completo a la trama principal: “El curioso impertinente”. Un recurso para prolongar la novela encajado perfectamente en la trama principal a pesar de no poseer ningún vínculo narrativo con ella. Y cada capítulo de la novela es un capítulo con identidad propia, con planteamiento, detonante o punto de ruptura narrativo, con extenso desarrollo y con final propio, como debe ser todo cuento o relato que se precie de satisfacer al oyente, nada de dejar las cosas a medias. Cuando una puerta narrativa se abre hay que cerrarla después, no se puede quedar nada a la fantasía del lector, hay que dejar todo atado y bien atado. Y que explica también lo que antes decíamos del analfabetismo del pueblo: los que escuchaban el relato leído eran entonces lectores de oídas. Y la lectura un entretenimiento muy deseado. No como los espectadores televisivos de ahora, que apenas si leen un libro y pasan su tiempo de ocio postrados frente a las pantallas, bien televisivas o telefónicas, recibiendo sin oponer reparo alguno la información capciosa que los poderes desean trasmitir».

Y en eso el reloj de la Puerta del Sol dio la una de la tarde y dio final también la conferencia y los estudiantes rompieron en un aplauso ovacionando al narrador cervantino y la audiencia, alegre y movediza como era, corrió a la escena a felicitar a don Emilio de Gaula y Amadís y a fotografiarse con él como si de una estrella de rock se tratara, que fue para ellos novedoso todo lo escuchado y tal vez sirviera para aderezar aún más el alma de tanta juventud gozosa y animada.

—Que me place mucho escuchar a este caballero que dice tan serenas verdades, que espero que sean provechosas para las almas juveniles la lectura de nuestras aventuras.

—Así es y así ha de ser, señor don Quijote, que el bien que viniere de sus palabras, para todos sea; que la rueda de la fortuna anda más lista que una rueda de molino y hemos tenido la suerte de que ruede con nosotros; que cuando viene el bien, mételo en tu casa; y que el que no sabe gozar de la ventura cuando le viene, no se debe quejar si le pasa y que

—Calla, Sancho amigo, que pareces prelado en púlpito arrojando por tu boca torrente de proverbios. Y vayamos a ocultarnos en la penumbra de ese telón antes de que el público asistente descubra nuestra presencia y nos acometa con sus cuestiones y demandas, que son jóvenes y tienen todo por descubrir y yo no sabría nada qué decirles.

Y amo y criado se escondieron tras unos cortinones que en el salón del instituto Cervantes había mientras los bachilleres aclamaban al conferenciante.


Fotografías de Terry Mangino


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