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Alan Hillgart, Francisco Franco, General Aranda, General Kindelán, General Orgaz, General Varela, General Vigón, Juan March, National Archives Kew, Nicolás Franco, Samuel Hoare, Serrano Suñer, SOBORNOS, Valentín Galarza
SOBORNOS, de cómo el dinero inglés impidió que España entrara en la 2ª Guerra Mundial
Gabriel de Araceli
Investigar documentos desvelados de la historia reciente de España es hoy un ejercicio de riesgo. Más si cabe cuando se refieren a un momento tan delicado como el que va de junio de 1940 al verano de 1943. Y más aún si en él están implicados personajes que la hagiografía oficial de la vieja guardia de Franco considera valedores de la patria. Y si el que firma el libro SOBORNOS es un historiador llamado Ángel Viñas el peligro de verse asaeteado por una legión de francotiradores leales al Régimen eleva al autor a la altura de temerario y a los hechos narrados en él de tan presuntamente ciertos como incómodos para los historicistas del Caudillo.
En 2013, pasados setenta años de los acontecimientos a los que se refiere el libro, quedan desclasificados documentos del National Archives Kew, con sede en Richmond, Reino Unido, pertenecientes al período de la Segunda Guerra Mundial. Salen a la luz testimonios (EPRE, evidencias primarias relevantes de época) sobre las actuaciones que los servicios secretos británicos realizaron en España encaminadas a evitar que Franco entrara en la contienda al lado de la Alemania de Hitler. En ellos se testifica con datos contrastables cómo los diferentes servicios de inteligencia ingleses, con la ayuda interesada del negociante Juan March, sobornaron a unos cuantos generales y personajes muy próximos al dictador con inmensas cantidades de dólares para convencerles de que no era beneficioso para el país deslizarse bajo la sombra bélica del nazismo. Con todo ese material desclasificado, Ángel Viñas ha esculpido un retablo histórico de una vastedad documental apabullante y se ha adentrado en una época truculenta en la que la humanidad se vio sumergida en la violencia y en la que la civilización universal a punto estuvo de derrumbarse.
No es fácil seguir el fervor histórico y meticuloso que Viñas acostumbra verter en sus obras. SOBORNOS está impregnado del empeño esclarecedor del autor desde la primera a la última línea. Tal es así que la historia cobra carácter monumental, épico, como si quisiera reducir a cenizas, con evidencias a otros propagandistas del Generalísimo. Como si Viñas hiciera de su libro cruzada y redención de las falsedades interesadas con las que se ha enmascarado durante décadas la incomodidad histórica del franquismo y la falacia de su neutralidad elástica, su hábil prudencia en Hendaya. Un Viñas combativo, autor de un estudio monumental, SOBORNOS, en el que se explica cómo los guerreros aequales, tanto abrazaban la fe del primus inter pares, el Caudillo, como las enormes cantidades de dólares que los servicios secretos ingleses les inyectaban a través de March.
«En la vida y en la guerra
es siempre peor
el traidor que el enemigo»
El honor y el amor a la patria son para los sobornados conceptos difusos y compatibles con la riqueza material sobrevenida. ¿Por qué no? Aunque los protagonistas sean los mismos generalazos que acompañaron al Caudillo en su cruzada: Aranda, Vigón, Varela, Kindelán, Galarza, Orgaz, etc. Incluso el mismo hermano del Generalísimo, Nicolás. Ninguno de ellos le hizo ascos a los aguinaldos de la Pérfida Albión. Porque, a fin de cuentas, para ellos se trataba de un acto de patriotismo enfrentarse a Serrano Suñer y a su Falange y salvar a la paupérrima y desvencijada España de la tragedia de la guerra mundial. Personajes grandilocuentes y soberbios en un país de falangistas corruptos y militarotes divididos entre anglófilos y germanófilos. Protagonistas exagerados en un escenario arrasado por las intrigas diplomáticas y la miseria económica.
Serrano Suñer, que dotó de un Corpus Iuris al Movimiento de su concuñado. Serrano Suñer, el todopoderoso ministro de Asuntos Exteriores, encargado de las entrevistas con Hitler y Von Ribbentrop, astuto y maquiavélico, manipulador y falso en sus memorias, la arrogancia y la ambición desbordada, odiado por todos (algún militar planteó en esas fechas la posibilidad de “cargarse” a Serrano) y temido por muchos, al que el Caudillo cesa por miedo a enemistarse con sus generales.
Franco, receloso, frío y prudente, que no se fiaba ni de su sombra y que jugó la baza de aventurarse en la guerra mundial arrastrado por sus sueños imperiales de colonizar su Marruecos de juventud. Jesuitenschwein –cerdo jesuita– le llamó Hitler.
Samuel Hoare, el embajador inglés, hombre inteligente y ambiguo, diplomático tenaz e incansable, cuya misión era comprar tiempo, que juega siempre a favor de Inglaterra sin importarle la moralidad de los personajes o de los hechos. «Una rata que huía antes de que se hundiera el barco» para sir Alexander Cadogan, subsecretario permanente del Foreign Office.
Churchill, el estadista invencible, gestor de la gran victoria de la Gran Bretaña.
Alan Hillgart, el espía inglés, pulcro y discreto, tan hábil negociador como resignado soldado al servicio de su graciosa majestad.
Juan March, el último pirata del Mediterráneo, la inteligencia primaria y la efectividad en los negocios, sin más ideología que la del dinero. «Es sin duda un bribón de la peor especie» dijo de él Hillgart. «Habría que fusilarlo» coincidían en diferentes épocas tanto Indalecio Prieto durante la República, como los generales de la Victoria.
Inglaterra, la gran superpotencia mundial ultrajada por los nazis, que ve a la Península como un objetivo militar y al general bajito como un aliado temporal de sus intereses. Y que practica con ella la política económica del palo y la zanahoria, sin entrometerse en sus asuntos internos ni importarle en absoluto los padecimientos de los españoles.
Y España, el viejo, harapiento, desnutrido y arruinado país, que sufre la penuria y la miseria, que a Hitler solo interesa para recuperar la deuda contraída por Franco durante la Guerra Civil. España, a la que Inglaterra abandona a la suerte de su dictador una vez que la amenaza de significarse en la contienda se ha desvanecido.
El libro SOBORNOS, además, hace un análisis de la realidad social de ese momento crítico de la historia de España. Con un jefe del Estado (SEJE. Su Excelencia el Jefe del Estado, lo denomina Viñas) ausente, aislado del país, ignorante de los padecimientos de sus súbditos (que no ciudadanos), adulado hasta la náusea por un ejército de servidores viscosos. «Franco ha perdido el sentido de la realidad y vive en una especie de ensoñación permanente» escribe Hillgart en sus reportes de espía. Lo que hoy llamaríamos el Síndrome de la Moncloa. Para Kindelán, al que los ingleses apodaban crook, chorizo, sinvergüenza «Franco es el enemigo número uno de España». Una administración en la que reina la corrupción (de aquellos polvos salieron estos lodos), donde la cúpula de la dictadura es esencialmente cleptómana, y en la que se incrustan tanto los resolutivos nazis como la frialdad flemática del diplomático Hoare. Aunque la estrategia desarrollada por el embajador británico: salvar todas las vidas que se pudiera a cambio de dinero, resultara finalmente eficaz y evitara que España entrara en la 2ª Guerra Mundial.
Y el que quiera saber más que lea el libro de Ángel Viñas: SOBORNOS.
Ángel Aguado dijo:
RESPUESTA DEL HISTORIADOR ÁNGEL VIÑAS
El autor de esta crónica quiso recabar la opinión del profesor Ángel Viñas sobre las causas de la perenne corrupción que asola España desde el siglo XVII y que recoge, referida a los generales franquistas, en su libro SOBORNOS. Esta ha sido la respuesta del señor Viñas:
Muchas gracias por sus comentarios. Mi propósito, al escribir SOBORNOS, está descrito en el prólogo. Suelo hacerlo en cada uno de mis libros. Luego recibo comentarios (no es este su caso) por no haber hecho otra cosa.
Lo que en SOBORNOS intenté fue poner al descubierto la base de la política británica hacia España en la SGM. Es decir, el fundamento sobre el que se levantaron otras acciones más conocidas (políticas, diplomáticas, económicas y militares). Para ello utilicé los documentos desclasificados por el Foreign Office unos meses antes. Algunos eran conocidos, pero no se les había contextualizado. La mayoría eran totalmente desconocidos. Probablemente queden más.
Con la ampliación de la EPRE cambié, siquiera ligeramente, las coordenadas de la contextualización. La “compra” de voluntades, lo dije y redije en el prólogo, no era un asunto desconocido. No intenté hacer su recorrido. Me limité a señalar que su origen se encuentra en los trabajos de Denis Smyth, de los que han “chupado” numerosos autores. No los cité sino selectivamente. Me preocuparon más los nombres extranjeros (empezando por Stanford, que fue antes diplomático) que los españoles. Entre ellos no pude obviar, para el origen de la conexión británica en 1939 con Juan March, a otro autor que la había ya señalado, Manuel Ros Agudo. Nunca me propuse hacer un recorrido de la trayectoria del banquero, para lo cual harían falta muchos otros documentos. Me limité estrictamente a señalar su papel de conducto y, en su curso, algunos detalles totalmente desconocidos. Le sugiero reflexione sobre lo que denominé la operación NAVÍOS.
También dediqué mucho espacio a las conexiones de SOBORNOS con las operaciones de inteligencia británica, sin perderme en ellas. No se había hecho ni tampoco estimado la cuantía en términos comparativos. Así que, con toda modestia, espero haber avanzado las fronteras del conocimiento. El tema no está terminado: habría que avanzar en la parte operativa ejecutada por March. Por otro lado, puse en conexión la operación británica con los esfuerzos alemanes, algo que no se había hecho hasta el momento.
Sobre la corrupción en general no quise decir nada. En principio, la España del XIX fue tan corrupta como Francia, Inglaterra, Italia, Estados Unidos o Grecia, por citar solo unos cuantos casos. Lo que la distingue es que no se esforzó demasiado por atajarla. Las características estructurales e institucionales del tema las está estudiando Paul Preston. Yo haré una somera referencia a ellas para el período del primer franquismo (1939-1959) en la conferencia de clausura que pronunciaré en un congreso en Barcelona en diciembre de este año. Quizá profundice algo más en el tema, pero no estoy todavía decidido.
He salido muy agotado de un libro colectivo que aparecerá en febrero/marzo sobre otro tema que continúa mi desvelamiento de otras facetas de la actividad de Franco.
Cordiales saludos
Angel Viñas
He escrito las anteriores líneas sin haber leído su propio comentario. De entrada, lo respeto, sea positivo, negativo o neutro. Una vez que los libros salen a la calle cogen vida propia. Mi intención no es situarme detrás de una tesis en particular. Pero, naturalmente, lo leeré ahora.
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