Gabriel de Araceli

A veces, entre las vomitonas con las que los grafiteros pintarrajean las paredes surge un grito desesperado de socorro, apenas un relámpago entre la fealdad siniestra de esos muros cargados de frustración y hedor lumpemproletario. Y un suspiro detiene la mirada del peatón, hay alguien que pide auxilio, que denuncia las mentiras de esta sociedad hambrienta de consumo, alguien que reclama reflexión, un vistazo sobre el entorno, ¡SOS, rápido, sí, usted, levante la cabeza!, y una crítica para sobrevivir, antes de que el ogro del sistema nos engulla con sus cantos de sirena post-tecnológicos y no seamos, absorbidos ya por el gran hermano sino cagadas de mosca malpintadas en un estercolero de arrabal.



® Fotografías de Ángel Aguado López