Gabriel de Araceli (Texto y fotos)
La madrugada del 6 julio de 1937, la 11ª división del Ejército Popular al mando de Enrique Líster toma por sorpresa Brunete, apenas un villorrio distante unos 25 Km al oeste de la capital, defendido por una compañía de falangistas y un tabor de regulares moros. El calor es asfixiante. Es la primera ofensiva exitosa que realiza la República contra los rebeldes franquistas. En el Canto del Pico, en Torrelodones, sede del Estado Mayor del general Miaja al mando de las tropas republicanas, el entonces coronel Vicente Rojo examina con precisión de entomólogo el ataque que ha desarrollado en colaboración con el vacilante coronel Matallana.
El plan consiste en atacar el cerco que los rebeldes mantienen sobre Madrid, actuando como una tenaza sobre los debilitados emplazamientos franquistas, apenas unos retenes mal municionados y mal distribuidos al oeste de la capital. Tras el infructuoso ataque a la misma en noviembre de 1936, las batallas del Jarama (febrero de 1937) y el castigo que sufren sus aliados italianos en Guadalajara (marzo de 1937), Franco considera poco menos que imposible rendir Madrid, así que ha desviado sus fuerzas hacia Santander tras tomar Bilbao el 19 de junio de ese año, dejando la zona oeste del frente del asedio con muy pocas fuerzas. Es la primera vez que el ejército republicano toma la iniciativa, una demostración de fuerza que pretende mejorar la imagen internacional sobre la República como poder legítimo, a la vez que conseguir el armamento retenido en la frontera francesa y demostrar al ejército rebelde que está en condiciones de responder a la lucha en campo abierto.
La ofensiva pilla por sorpresa al Estado Mayor de Varela. Y siembra la euforia en el gobierno de Negrín, que veinticuatro horas después del ataque ya piensa en una victoria decisiva. El coronel Rojo, más cauto, sabe que la cuidada planificación que ha realizado calcando un ejercicio teórico de sus tiempos de profesor en la Academia de Toledo sólo será efectiva si las fuerzas a sus órdenes mantienen la disciplina y son suficientemente avitualladas con armas y pertrechos desde las posiciones situadas en la carretera de La Coruña y la Ciudad Universitaria.
Los medios de guerra, munición, armamento, aviación, intendencia, etc., con los que cuenta el Ejército Popular son escasos, pocos aviones y pocos blindados rusos. Y los combatientes republicanos no cuentan con la preparación adecuada ni existen mandos intermedios cualificados ni en número ni en aptitud para dirigir a las tropas.
En los días posteriores, la 11ª división de Líster (fiel a las órdenes emanadas del comisariado soviético y muy criticado por los mandos profesionales del Estado Mayor republicano por su escasa preparación militar) desobedece las órdenes de avanzar hacia Boadilla del Monte. La lucha que se libra en el Ejército Popular entre servir a la República o servir a un partido político, en este caso el Partido Comunista, se mantendrá durante todo el conflicto en el campo republicano, propiciando esta divergencia la derrota final de la República. Además, un contrataque de las fuerzas de Varela obliga a los atacantes a retroceder hasta Brunete. Tampoco se resuelve el principal motivo estratégico: el ataque republicano desde Usera hasta Navalcarnero porque el Ejército Popular no cuenta con efectivos para realizarlo.
Franco traslada urgentemente fuerzas desde el cerco de Santander hasta Brunete y con la aplastante participación de la División Cóndor dejará la abrasada llanura de Brunete sembrada de cadáveres, unos 40.000 en los dos bandos. Entre ellos el de la fotógrafa Gerda Taro, apenas una niña, la primera reportera que morirá en una guerra. Las hostilidades terminan el 25 de julio, Santiago matamoros. Los moros franquistas ahora matan españoles cristianos. El coronel Rojo sabe ya que nunca ganará esa guerra, pero sigue siendo leal a la legítima República.
Tras la batalla el frente se mantiene durante el resto de la guerra prácticamente igual que antes de la masacre. Franco tomará Santander el 26 de agosto de 1937, un mes después de lo que preveía y la República vio como una gran parte de su ejército era destruido y quedaba agotado. El general Vicente Rojo proyectará en diciembre de 1937 la toma de Teruel. Y el 25 de julio de 1938 (Santiago Matamoros, de nuevo) se iniciaría la decisiva Batalla del Ebro. No fueron sino dos maniobras de distracción para evitar lo inevitable, la toma de Madrid, que tras el golpe de estado del coronel Casado y con todas las fuerzas republicanas diezmadas se producirá a finales de marzo de 1939, dando por finalizada la contienda con aquel célebre último parte de guerra del Generalísimo emitido el l de abril del mismo año.
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Brunete dijo:
Buen artículo. Qué vergüenza mantener las placas y los simbolos fascistas y de la «victoria» en la plaza más fascista del mundo.
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