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   Gabriel de Araceli

    En Madrid existe un parque poco conocido de los madrileños, de una belleza comparable al del Retiro o al Parque del Oeste y de la misma relevancia histórica: El Parque del Capricho.

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Perteneció esta maravilla arquitectónica y paisajista a doña María Josefa Pimentel, duquesa de Osuna (1752–1834), casada con el noveno duque de Osuna, Pedro Téllez-Girón, descendiente del Grande Osuna, al que Quevedo dedicara su inmortal soneto. La duquesa falleció sin ver concluido el recinto al que había dedicado sus deseos y su hacienda, diseño original del arquitecto francés Jean-Baptiste Mulot.

20171118_123824_webDurante la Guerra Civil el parque sirvió de cuartel general al Estado Mayor encargado de la defensa de Madrid, era la Posición Jaca, al mando de la cual estaba el general Miaja. La ubicación del parque, a las afueras de Madrid, al este de la capital, lejos del acecho de las tropas sediciosas del general Franco lo convertía en un lugar estratégico para mantener la defensa de la capital en unos momentos terribles, noviembre de 1936, la derrota de la República parecía inminente. Sin embargo, Madrid no se rindió. Hubo que esperar al golpe de estado del coronel Casado contra el presidente Negrín, en marzo de 1939, para que aquella  tragedia acabase y la Posición Jaca abandonada.
Bajo el diseño original de Mulot, de comienzos del siglo XIX, la defensa republicana construyó durante 1937-1938 fortificaciones y búnkeres que permitieron una comunicación efectiva a sus tropas y lo mantuvo irreductible hasta el final de la contienda.

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Entrada de ventilación del búnker

    El devenir del Parque del Capricho fue errático e incierto en el último cuarto del siglo XX. A punto estuvo de sucumbir a la destrucción que no lograron las bombas franquistas, la paleta desaforada y la especulación inmobiliaria del ensanche de la capital lo amenazó de muerte. Gracias a la labor de diferentes personalidades y del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid se consiguió que el Ayuntamiento de Madrid se hiciera con la propiedad del parque en 1976 y que sobre él no se proyectara la amenaza de la piqueta, que quería convertirlo en solaz de la codicia constructiva, o destructiva.

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Estatua de Baco, el dios de los placeres terrenales


  El general Miaja: de incompetente a héroe

    La figura del general José Miaja Menant ha pasado de ser condenada durante la noche del franquismo a la más favorable sobre su persona, gracias a la revisión histórica-crítica que sobre ese período atroz de la historia de España se realiza ahora en nuestro país.
Sabido es que al conocer el bando rebelde que el gobierno de la República (el 6 de noviembre de 1936 huía a escape hacia Valencia) había encomendado la defensa de Madrid al general Miaja estalló de alegría, ya que José Miaja no gozaba entre el ejército franquista sino con una reputación de hombre gris y pusilánime. Aunque se le consideraba un militar de ideas liberales estaba afiliado secretamente a la Unión Militar Española (UME), una organización de tendencia conservadora contraria a las reformas militares que realizó Manuel Azaña en 1933 con objeto de expulsar a los militares africanistas y monárquicos. Sin embargo, en diciembre de 1933 Gil Robles lo destituyó de su destino de mando de tropas de la I Brigada de Infantería en Madrid porque no confiaba en él, motivo: mala presentación en el desfile de sus regimientos. Queipo de Llano lo consideraba un cobarde e incompetente, el mismo Indalecio Prieto de venal y frívolo, Azaña le tachaba de “locuaz y anecdótico. Salta de una conversación a otra como un pajarillo”. Además, el embrollo de los erróneos intercambios de las órdenes que Largo Caballero destinó en sobres mal escritos a los generales Pozas y Miaja, atribuyéndoles diferentes misiones, hizo que la toma de Madrid por parte del ejército rebelde pareciera pan comido.

    No fue así. El general Miaja, que aparentemente parecía un cándido abuelito, resultó ser un estratega excepcional, contando, eso sí, con la ayuda extraordinaria del por entonces teniente coronel de Estado Mayor Vicente Rojo LLuch (posteriormente llegó a general, un genio militar que de haber sido norteamericano hubiera dirigido el Desembarco de Normandía), a los que más tarde se uniría la XIV Brigada Internacional y la potencia ofensiva de los nuevos tanques soviéticos T26, a las órdenes del general Vladimir Gorev, al que Stalin fusilaría en 1938.
El general Miaja dirigía la defensa de Madrid desde los búnkeres del Parque del Capricho, que aún mantiene todas las edificaciones guerreras en buen estado de conservación. Construcciones que se pueden visitar junto con las que diseñó el arquitecto francés Mulot en esta joya del patrimonio arquitectónico-monumental-paisajístico de Madrid.

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El Grande Osuna

    La figura de Pedro Téllez-Girón y Velasco Guzmán y Tovar (1574-1624), duque de Osuna, Grande de España, marqués de Peñafiel, conde de Ureña, caballero del Toisón de Oro, es la de uno de esos señores de honor capaces de morir por su rey, Felipe III, y a la vez sufrir el estigma (o aprovecharse) de la corrupción tan propio de nuestros “nobles” gobernantes, por lo que el conde-duque de Olivares, valido entonces de Felipe IV, lo mandó a prisión, donde murió. Francisco de Quevedo, al servicio y a sueldo moral del duque, justificó su figura en un soneto que se ha hecho inmortal, como la figura del poeta.

Quevedo


Faltar pudo su patria al grande Osuna,
pero no a su defensa sus hazañas;
diéronle muerte y cárcel las Españas,
de quien él hizo esclava la Fortuna.

Lloraron sus envidias una a una
con las propias naciones las extrañas;
su tumba son de Flandes las campañas,
y su epitafio la sangrienta luna.

En sus exequias encendió al Vesubio
Parténope, y Trinacria al Mongibelo;
el llanto militar creció en diluvio.

Diole el mejor lugar Marte en su cielo;
la Mosa, el Rhin, el Tajo y el Danubio
murmuran con dolor su desconsuelo.


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Revisado y corregido el 19 de noviembre de 2017