Fotos de Terry Mangino. Letras de Carmelita Flórez, la jefa
—Esa banalidad que todo lo invade, que transmuta nuestras costumbres y nos convierte en consumidores de la estupidez colectiva importada de fuera. Tenemos que disfrazarnos de brujas el 1 de noviembre, con sombreros estrambóticos que ni Goya hubiera imaginado en sus pinturas negras, en lugar de dedicar un recuerdo a los que se fueron. O beber cerveza hasta caer rendidos en una espesa y cálida meada, como cueros de vino cercenados en aquella batalla por don Quijote, porque en Múnich tienen esa tradición en octubre. Y ya están, en una disputa pueril interprovincial, llenando los alcaldes de luces las calles anticipando la navidad a noviembre, como si en ello les fuera el orgullo de la gestión municipal. Es la imbecilidad adoptada internacionalmente. Un reflejo de que no hay diferencias en el comportamiento humano. Ya sea aquí, en Vigo, en Baviera o en Minnesota, todos respondemos al mismo patrón, todos somos hijos de la misma estulticia.
—Me gusta pasear por El Retiro y ver a los niños que estallan en risas a la vez que una pompa de jabón. En un instante está la eternidad, en la alegría infantil está la paz perdida. Y observar a los enamorados que van a servir al amor y descubrir la emoción del primer beso, o de otro tantos años después de aquel primero, latir el corazón acompasado en el abrazo del amado, venir desde muy lejos buscando refugio de esas guerras horribles que los genocidas declaran contra la humanidad, que arrasan a la infancia, que destruyen el mundo porque son pueblos elegidos por un dios cruel. ¡Infames, canallas, asesinos genocidas!
—Ya no hay quien los detenga, Terry.
—Todos estamos en su lista negra: su lista de honor.
—Sí, es un mal momento, la verdad. Aunque puede ser peor.
—Un energúmeno se presenta a candidato a presidente en los USA.
—El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos.
—Sí, siempre nos quedará en octubre El Retiro.
Fotos tomadas por Terry Mangino durante el mes de octubre de 2024 en El Retiro.
Et oui, c’est la femme qui commande. Rememorando el encuentro entre Boris Spassky y Boby Fischer de 1972 en Reykjavik¡Ay, qué bonito es el amor!Anastasia ha venido desde Kiev huyendo de las bombas del ogro.«Se lo regalaré a él, qué ilu»
La personalidad volcánica de Unamuno le lleva a ser protagonista destacado de la Historia de España a su pesar. Su agitada existencia en una época frenética le aupará a los titulares de una actualidad marcada por las turbulencias de un país que acabará en una tragedia nacional. Sobre el abrupto momento que le tocó vivir y su aparente desinterés sobre la Historia charlaron el pasado miércoles, 25 de septiembre, en la Biblioteca Nacional, Colette y Jean-Claude Rabaté, Jacobo Sanz Hermida y Octavio Ruiz-Manjón que intentaron desentrañar el extraño proceder y obrar de don Miguel en un tiempo de alboroto y frenesí.
Jacobo Sanz Hermida, Jean-Claude Rabaté, Colette Rabaté y Octavio Ruiz-Manjón durante la mesa redonda sobre Unamuno y la Historia, el 25 de septiembre de 2024 en la Biblioteca Nacional.
«Unamuno nunca quiso enseñar historia. Pero sí mostró interés en escribir la historia del País Vasco en… ¡17 volúmenes! —comenta Colette Rabaté—. Nuestra historia ha sido emborronada con fantasmagorías. Aún siendo niño, a los nueve años, vivió la Historia, el sitio de Bilbao de 1874 por las tropas carlistas, lo que le influyó en su percepción y relación con los nacionalismos. Fray Luis de León fue para él un modelo de tolerancia».
«El hombre no vive más que por la historia y con la historia. La historia es un sometimiento a la poesía», afirma Jacobo, moderador de la mesa redonda.
«Aunque en vida no tuviera mucho éxito reconocido como escritor, su actitud propició que sembrara semillas de eternidad. Y todo a pesar de la envidia que sufría, el mayor defecto de los españoles», comenta Colette.
Colette Rabaté, catedrática de Lengua, Literatura y Civilización Española de la Universidad François Rabelais de Tours el miércoles 25 de septiembre durante su intervención en la charla sobre Unamuno y la Historia.
«La historia es un sometimiento a la poesía. Unamuno nunca fue un alumno brillante, pero entendía ocho idiomas. Es notorio, como anécdota, que compraba libros, incluso chez les bouquiniste, dans les quais de la Seine, à París, libros que muchas veces no leía y que aparecieron nuevos, sin abrir en su biblioteca. Busca la tradición eterna del pueblo llano. Para ello emprende excursiones, en agosto de 1900 [veintidós años antes del que realizaría Alfonso XIII] por la Sierra de Francia, por Las Batuecas, por Brianzuelo de la Sierra, pseudónimo de La Alberca. Ahí tendrá un contacto directo con ese elemento humano que forjará su espíritu, —apunta Jean-Claude, para continuar con: Unamuno, en octubre del 36 no sabía lo que iba a pasar durante los tres años posteriores. Sí lo supo Machado, que vivió la tragedia y la derrota. Su historia se acaba trágicamente apenas cinco meses después de iniciada la contienda».
Jacobo Sanz Hermida y Jean-Claude Rabaté durante la charla coloquio.
«Don Miguel está en la historia. Historia y patria, el exilio y la soledad, Unamuno interroga permanentemente al pasado. Queda desolado tras el desastre del 98, se aísla para refugiarse de la derrota nacional en Vitigudino. Y la palabra “Regeneración”, de la cual abominaba Unamuno son los motivos que inquietan su pensamiento exacerbado. Pero es necesario superar la divinización del hecho histórico para entender la realidad diaria de su obra y el pensamiento del hombre frente a la vida, —afirma Octavio, para concluir con que: Cedistas, monárquicos, falangistas, cenetistas, comunistas, militares africanistas, republicanos, socialistas, radicales… pero, sí, creo que la paz fue posible hasta el último minuto».
La figura y personalidad del rey Alfonso XIII están rodeadas por la polémica, cuando no el rechazo, desde el momento en que se alineó con la dictadura de Primo de Rivera. Recordemos su implicación en las catástrofes de las guerras africanas, la derrota de los soldaditos españoles, soldaditos valientes de remplazo en el Barranco del Lobo en una guerra que ni les iba ni les venía, en 1909. O su apoyo testicular al general Fernández Silvestre, responsable directo del Desastre de Annual, en 1921, cuyas responsabilidades y la sospecha de implicación directa del monarca en la catástrofe nunca fueron depuradas a pesar de la exhaustiva investigación llevada a cabo por el general Picasso; escrutinio que sepultó la asonada de Primo de Rivera. O el abandono en el que dejó a su familia cuando se embarcó el solo rumbo a Italia, el 14 de abril de 1931, sin contar con ninguno de sus más allegados. O la vida disoluta y alegre que emprendió en los 30 en Londres y Roma, donde recibía a las figuras profascistas implicadas en la Guerra Civil.
Sobre su participación interesada en el golpe de Estado, un autogolpe para algunos, la sociedad española del primer tercio del siglo XX y la difícil relación que tuvo con Miguel de Unamuno dialogaron Colette y Jean-Claude Rabaté, Javier Moreno Luzón y Anna Caballé en la Biblioteca Nacional el pasado 18 de septiembre de 2024.
Javier Moreno, Collete y Jean-Claude Rabaté y Anna Caballé en la Biblioteca Nacional durante el coloquio sobre Unamuno y Alfonso XIII.
«Unamuno fue un escritor muy censurado por los gobiernos monárquicos, tuvo que publicar mucho fuera de España, en Francia. Es, posiblemente, el escritor más citado por los políticos actuales, pero el menos leído», comienza la presentación Anna Caballé.
Rey desde su nacimiento y coronado en 1902, a los dieciséis años, Alfonso XIII era la encarnación de la nueva España tras el desastre del 98. Unamuno conoce al rey, casi un adolescente, en 1904, y deposita en él sus esperanzas y simpatía. No así en la reina madre, a la que el rey adoraba, María Cristina de Habsburgo, austriaca, germanófila y partidaria de la Gran Prusia en la I Guerra Mundial. Además, Alfonso XIII se ve sometido a diario a la división y contienda femenina en palacio: el origen inglés de la reina Victoria Eugenia hacía difícil la convivencia entre ambas mujeres, que influían sobre el rey para acercarle a sus respectivas opiniones. Casa con dos mujeres mala es de guardar. Es a partir de 1914 cuando don Miguel se muestra crítico con las decisiones reales. Y durante el período que va de 1918 a 1924 el rechazo al monarca aumenta.
Jean-Claude Rabaté y Anna Caballé charlan sobre Unamuno y sus demonios. O sus ángeles.
«Para Unamuno, Alfonso XIII es un rey sin ideales, un frívolo, inconsciente, un botarete, un canallita, los discursos de don Miguel provocaban más expectación que los del rey. España era un país militarizado por las guerras africanas, había en esos momentos más de 600 generales que buscaban el apoyo del monarca. Y Unamuno denuncia la actuación del rey metido en política. Además, al catedrático le encantaba el Zola denunciante del caso Dreyfus. Por eso, él se siente auto-exiliado y rebelde con la situación política que impulsa la Monarquía. Algo que le lleva a exclamar: ¡No soy un intelectual, soy un pasional!», comenta Jean-Claude Rabaté.
«Unamuno se siente conciencia del pueblo. El rey era un corrupto, un jugador, un mujeriego enfermizo, el káiser Codorniu, responsable directo del Desastre de Annual. Prefería ser destronado que tronado [estafado]. Unamuno mantiene una posición ética frente a la corrupción del monarca. En 1920 se entrevista con el rey, audiencia a la que llega tarde y en la que le expone con acritud la actitud que debe de regir en un reinado ajeno a la política: “Lo mejor es que no tome ninguna iniciativa”, le dice al rey. Tras la caída de Primo de Rivera [28 de enero de 1930], el rey piensa que puede volver al reinado de antes, al de 1921. Y para ello se apoya en las figuras de Santiago Alba y Cambó, ambos también en el exilio francés. Los dos le exigen que sea un rey parlamentario sin que participe en el gobierno de la nación», resalta Javier Moreno.
Alfonso XIII en Londres en 1932. No, la dama que le acompaña no es Victoria Eugenia.
«Tras huir de Fuerteventura, en 1924, durante su exilio en París en 1930, Unamuno mantenía una tertulia en Montparnasse, en el Café La Rotonde, donde se encontraba con personalidades como Blasco Ibáñez, Eduardo Ortega y Gasset o Corpus Barga. Esas reuniones de conspiradores tienen voz en el semanario “España con honra”, financiado por Blasco Ibáñez e inspirado en el lema de los revolucionarios de 1868 contra Isabel II. Es uno más de los grupos opositores a la monarquía, que tiene como norma “el Deber de Insultar” desde la tribuna del periódico», explica Jean-Claude.
«Para Unamuno, Primo de Rivera es un pavo real. Es el general Martínez Anido el que tenebrosamente mueve la dictadura a la manera de Maese Pérez», apunta Colette.
Colette Rabaté durante el coloquio sobre Unamuno y su graciosilla majestad habsburgo-borbónica.
Y sobre las dudas al ideario republicano que Unamuno mantuvo a lo largo de su vida, Jean-Claude argumenta que «el 23 de junio de 1924, huyendo de su confinamiento en Fuerteventura y en escala en Portugal y en su aproximación al PSOE, “el partido más patriótico”, y a punto de ingresar en él, se entrevista con el líder socialista Andrés Saborit, que le desaconseja su afiliación: “Mejor fuera que dentro, don Miguel, porque fuera tendrá más influencia que si ingresara”. Unamuno regresa a España el 9 de febrero de 1930. En Hendaya sigue su relación con Eduardo Ortega y Gasset y con infinidad de notables de la política y la cultura, entre ellos Indalecio Prieto. María Zambrano estimaba enormemente a su maestro don Miguel. “España es un país abúlico e indiferente a su gobierno, aquí tenemos un régimen habsburgo-jesuítico” que imposibilita el diálogo».
«El mito de los Comuneros y su oposición al primer Habsburgo, el emperador Carlos, será el distintivo que guíe a los republicanos del siglo XIX. A él se adhiere Unamuno con las mismas dudas que le llevarán a apoyar el golpe de Estado del general Franco, del que rápidamente se retracta. “Yo fui un cándido”, afirmaba en noviembre de 1936 tras su encierro en la prisión de su hogar salmantino», recuerda Javier Moreno.
—¿Que si Unamuno fue envenenado por Bartolomé Aragón?, el falangista y último visitante que tuvo en su casa, dos horas antes de morir el 31 de diciembre de 1936. Chi lo sa?, —responde Jean-Claude.
Unamuno recibe a uno de sus últimos visitantes en su casa de Salamanca, pocos días antes de fallecer.
—Me sorprende que Landero ponga al timón del filme, perdón, de la novela, a un narrador omnisciente que te cuenta la película, perdón, el libro, como si fuera una voz en off, sin diálogos directos entre los personajes, todo supeditado a su bien decir, a sus explicaciones, como si los actores, perdón, los protagonistas estuvieran en un rodaje y el narrador llevara las órdenes con la bocina de sus palabras. Que a veces en la lectura se me aparece Fernando Rey contándonos Bienvenido míster Marshall. Además, el escenario coincide en ambos guiones, perdón, historias, dos pueblos de la sierra norte de Madrid semiolvidados. Y sus palabras, al principio de la novela, son muchas y contundentes, es más, yo creo que en las primeras secuencias, perdón en los primeros capítulos hay, a mi entender, un exceso de adjetivos y frases abigarradas, meros decorados que ralentizan el avance de la acción. Es como en aquellas películas de arte y ensayo de los setenta en las que el prota tardaba diez minutos en subir la escalera y al llegar al primer piso se encontraba con que estaba vacío.
—Ah, pues yo con “El Guitarrista” me divertí mucho. Me pareció que
—Aunque, pasado el primer cuarto el relato se agiliza y la acción se vuelve frenética en el planteamiento, donde el guitarrista, Landero, se muestra generoso, sí, en rasgueos y acordes y ofrece un concierto casi de música barroca orquestal. Incluso hay un capítulo muy didáctico, en el que confiesa sus trucos para escribir, como si fueran consejos que dedica a su público lector para que experimente y se atreva a esparcir renglones derechos, que no torcidos. Tiene muchas tablas Landero, mucho oficio. Y te puedo asegurar que la arquitectura interior de la novela está bien estructurada, que no falla su base, que los personajes están bien amarrados y los decorados bien pintados. Distribuye bien la historia. Y le añade recursos teatrales propios de una representación multitudinaria, todo un pueblo involucrado en un proyecto común para salvarse del hastío. Se ve que conoce la tramoya. Habría que reflexionar sobre la evolución que ha llevado la novela actual, las de Landero al menos, lejos de aquellos presupuestos de la generación de los 50, cuando el monólogo interior, las digresiones del narrador y el diálogo subjetivo inundaban las páginas de los libros, cuando se veía el experimentalismo como la razón que debía nutrir todas las páginas, cuando se rechazaba por completo la novela social y el costumbrismo. Algo que, de alguna manera, la aproximación a la realidad cotidiana del individuo, llena las páginas de la novela de Landero.
—Ah, pues yo no sé si
—Sí, es un argumento clásico. Chico con un montón de sueños irrealizados en su chepa encuentra chica; chica con un montón de remiendos en su alma y que quiere desembarazarse de ellos, soñar un frenesí desconocido, encuentra chico. Un encuentro o un equívoco mágico, porque sin la magia el cuento no existe. Cuando el relato se desviste de esos renglones y adjetivos innecesarios, de ese experimentalismo interior, mero ropaje entorpecedor, cobra ritmo y sale claro, el lector se engancha y se recupera de los primeros bostezos. Todo ello en un decorado panorámico de la sierra de Madrid, aderezado con un montón de secundarios que tienen su página de gloria y visten sus mejores galas novelescas. Como en una película de Vincent Minelli, todos bailando en torno a los protas, aunque a veces se le fuera la mano a Minelli, a Landero. La vida es sueño. Y es en la evasión, en la fantasía donde encuentran las razones para continuar agitándose los protagonistas, que las han buscado sin hallarlas por los caminos grises de la existencia. Y aunque al final pasen de largo los americanos por el pueblo, los dos, el chico y la chica, siguen en el sobresalto de interpretar la mejor función que imaginaran. Y como un buen clásico dura 90 minutos, perdón, 220 páginas. Omnia vincit amor.
—Entonces, Carmelita, ¿qué les digo a mis amigos Emilio y Rosi, que lean La última función de Landero?
La personalidad de don Miguel de Unamuno, su literatura y pensamiento político siguen provocando discusión entre los estudiosos de su obra. Su vida y su muerte suscita un interés apasionado no sólo literario, sino también ideológico e histórico que profundiza en su obra y en comprender las razones que influyeron en el apoyo temporal y posterior rechazo del golpe de estado del general Franco a la República. La Biblioteca Nacional ha convocado tres conferencias durante este mes de septiembre sobre su extenso legado y figura, así como una exposición con abundante material fotográfico y periodístico sobre el genio de las letras y el pensamiento: “Unamuno y la política. De la pluma a la palabra”, que estará abierta hasta el 8 de diciembre de 2024.
El pasado 11 de septiembre charlaron sobre don Miguel en la sede de la Biblioteca Nacional los eruditos Colette y Jean Claude Rabaté y Andrés Trapiello, moderados por Jacobo Sanz Hermida. El coloquio resultó una apasionada exposición de argumentos que pretendía explicar la singular obra del pensador bilbaíno. Y también un encendido debate sobre su visión filosófica y vital por las que acapara tanto prestigio como polémica.
De izquierda a derecha Jacobo Sanz, Colette y Jean Claude Rabaté y Andrés Trapiello, el pasado 11 eSe en la Biblioteca Nacional polemizando sobre la obra de don Miguel Unamuno.
«Un poco veleta. Es hombre muy activo, de muchas ideas, piensa más que sus contemporáneos, cree en el progreso, siempre en plena forma, en los años veinte se ve sorprendido por el auge de los totalitarismos. Carácter difícil, hombre pasional y paradójico. Personalidad trágica la de Unamuno tanto como la de Azaña; don Miguel, un creador, Azaña, un hombre de letras sin lectores. Tanto Unamuno como Azaña representan la tercera España», comienza Andrés Trapiello la conferencia.
Andrés Trapiello y Jean Claude Rabaté durante la charla sobre don Unamuno Miguel.
«Sí, era un poco veleta don Miguel, pero las veletas también se paran y señalan un punto en el camino, un rumbo por donde sopla el aire nuevo. Era un electrón libre, de partido no, entero» responde Colette Rabaté.
Colette Rabaté durante la conferencia sobre Miguel de Unamuno.
«Todo el mundo se cree con derecho a atacar a Unamuno. Su capacidad de trabajo es desbordante. Pronunció más de 700 discursos. Ahora se cumple el centenario de su destierro a Fuerteventura, desde donde huyó a París, ciudad en la que fraguó muchas amistades. Su regreso a España, en 1930 desde Hendaya, coincidió con la dictadura de Berenguer, al que también se opone. El 7 de abril de 1931 don Miguel se encontraba en San Sebastián visitando a sus amigos presos para agitar a la opinión pública en los albores de las elecciones que llevaron a la República», responde Jean-Claude Rabaté.
«Elegido concejal en Salamanca y diputado en 1931 al establecerse la República, a la que aspiraba a ser presidente. Unamuno fue crítico con las exigencias idiomáticas de los regionalistas. Don Miguel se lleva bien con los de su generación, pero no con la siguiente. Unamuno no entiende la política de masas. Su vida es una novela, o quizás una nivola, tal como escribió en su autobiografía “Cómo se hace una novela”», continúa Trapiello.
Y surge la polémica entre los conferenciantes sobre la acogida favorable, al principio, de Unamuno al golpe de estado de julio del 36, con la donación que hizo don Miguel a los golpistas de 5000 pesetas de la época a pesar de su precaria situación económica. Y la condena que sufre por los falangistas en el célebre acto de la Universidad de Salamanca, el 12 de octubre posterior, oponiéndose al trastornado Millán Astray. Y sobre su encierro, prisionero en su propia casa, tal vez arrepentido de su apoyo al fascismo escribe una carta, 7 XII 36, a Henry Miller, residente en París, en lo que parece su testamento final de su agitada existencia. La última visita que recibió Unamuno fue la del falangista Bartolomé Aragón, dos horas antes de fallecer inesperadamente el 31 de diciembre. Las hipótesis de que sufriera un envenenamiento nunca se han despejado.
Carta que don Unamuno Miguel escribe a Henry Miller el 7 de diciembre de 1936 desde su casa prisión de Salamanca en la que le relata sus vicisitudes vitales. Sería la última epístola de las miles y miles escritas a lo largo de su frenética y laboriosa existencia. El franquismo acabó con él.
Desembarco de Alhucemas, 8 de octubre de 1925. Primo de Rivera (el grandote, fumando, con gorra legionaria y bastón de mando, dictador tras el golpe de estado que pronunció el 13 de septiembre de 1923. Su majestad Alfonso XIII diría de él al rey italiano Víctor Emanuel III: «Este es mi Mussolini») se da un homenaje junto a los militares africanistas. A la izquierda aparece el entonces coronel Franquito, subido a una piedra para disimular su escasa estatura personal. (Foto que forma parte de la exposición «Unamuno y la política. De la pluma a la palabra«, que se expone en la Biblioteca Nacional.)
—Bajaban a más de 70 por Recoletos, como locos en esos cacharros etéreos, tan deprisa que apenas se les podía ver. Yo me pregunto: ¿es necesario ir así, de guerrillero en el palo de una escoba? Porque eso es en lo que bajaban hacia el Paseo del Prado, dos ruedas rarísimas y agarrados al cuadro como si fuera esa etapa la última vez y se despidieran de la novia, de la mujer, ellos a punto de partir al desembarco de Normandía, apretados, apretados a las carnes de la chica, digo al manillar. Dejaban tras de sí un hueco vaporoso parecido al triunfo que sigue al acabar el amor, al acto físico, digo, agotamiento y placer. Bueno, al menos movían las caderas, las piernas como ventiladores, los dientes de felino deseando el pecho de su señora, explorando el enredo velludo de la dama, sería como un guiño erótico inconsciente, una sublimación fálica en el pubis femenino, un empeño en demostrarse a sí mismos que… ¡tú vales mucho, chico!, que donde no llega el varón en sus arremetidas llega el ciclista en su pedaleo con el empuje de su espada, de su plato de sesenta y cuatro dientes y su piñón de diez, que eso parecían las bicicletas que cabalgaban, cimitarras para someter al cansancio, bálsamos para aplacar el dolor, amantes iracundos derrumbando murallas, inundando de placer el huerto de la amada, satisfechos y orgullosos de dar placer, ella jadeando bajo el peso de su cintura pedalera, él resplandeciente, ¡hemos ganado al bastardo!, decían, como Hillary cuando alcanzó el Everest. Los ciclistas son extraterrestres.
Luis Ángel Maté a su paso por Colón.
—Sí, hay una sublimación en el esfuerzo, ya sabes, en el escarnio de la carne está la superación del espíritu, pero
—No, Terry, es el inconsciente sofocado el que mueve la bicicleta, no son los vatios ni el hematocrito ni el consumo máximo de oxígeno ni la hipertrofia muscular ni el umbral anaeróbico. Es el deseo de verse reconocido por tu amante como ganador, inasequible al desaliento, aunque no seas el líder al final, porque lo que al ciclista le motiva mover esa bicicabra tan rara es el deseo inconsciente de que ella vea, en ese gesto de dolor infinito de su rostro, que era a ella a la que cabalgaba, no al cacharro de carbono y aluminio, que presionaba sus caderas en cada pedalada, que recorría su pecho con su lengua, que el sudor que corría por sus mejillas inundaba también las suyas y compartía sus jadeos con los suyos al final de la Gran Vía, porque ella se derretía tanto como él, entre sus brazos, cuando cruzó victorioso la meta y se derrumbó después de darle placer. Perdón, de acabar la última etapa de la Vuelta, no sé en qué estaría yo pensando.
Terry no dijo nada y de nuevo se puso a pedalear frenéticamente encima de su bicicleta femenina, encima de ella, jadeaba, sufría, el pulso a ciento ochenta, continuó hasta que Carmelita se derramó complacida y él se abandonó satisfecho, sabía que las chicas saben lo que dicen y porqué.
Fotos de Terry Mangino
Etapa final de la Vuelta 2024 por las calles de Madrid
Sepp KussEnric Mas peleando hasta el final. Primoz Rogliz tres kilómetros antes de ganar su cuarta Vuelta.
Leer la biografía de Santiago Carrillo, escrita por Paul Preston en 2013, un año después del fallecimiento del líder rojo, es sumergirse en la convulsa historia de España del siglo XX y repasar los acontecimientos que marcaron a una sociedad lastrada por siglos de gobiernos desacertados; es adentrarse en el devenir tembloroso de varias generaciones enfrentadas por la tragedia nacional que asoló al país, que consiguieron, en su último cuarto, una convivencia pacífica y razonable tras múltiples disputas y sangrienta lucha. Todo el libro está protagonizado por un actor secundario, el villano, el feo y el malo, que intervino, a veces oculto, invisible, mudo tras el telón del exilio, en el diseño de un país que intentaba alejarse del camino marcado durante décadas por la tragedia de una guerra civil.
Santiago Carrillo durante el congreso constituyente de su Partido de los Trabajadores, Madrid, 7-8 de febrero de 1987.
Dos posturas dominan la historia de Europa del siglo XX.
Occidente: Cultura y filosofía humanista grecorromana, derechos y libertades del individuo que es un ciudadano, heredera de la democracia.
Y Países eslavos: Sumisión del individuo al poder central, al capricho omnímodo de una cúspide, a un grupo de autócratas que deciden el destino de sus habitantes, carentes de cualquier derecho, meros instrumentos de trabajo, números al servicio de un comité central de notables sin oposición alguna que ordenan su presente sin futuro. Ese camino quebrado de un lugar a otro marcará el olfato del Zorro Rojo y el rumbo subordinado de los militantes comunistas españoles que huyeron de su patria a sus órdenes.
Y es en esa contradicción, en esa diferente concepción de la estructura social de derechos y responsabilidades del ciudadano occidental-oriental, donde abrevan los actuales líderes supremos de los dirigentes simpatizantes con Moscú, para marcar la política y la lucha por el poder supremo, sometiendo a súbditos a sus habitantes y pugnando contra la civilización occidental, contra la idea de Europa unida como un territorio de libertades a la que pretenden destruir. El caso del líder húngaro actual es representativo de ese deambular errático de una sociedad eslava a medio camino entre integrarse en el estado del bienestar y las libertades que supone la Europa del Mercado Común, y la sumisión a la supremacía y a la amenaza exsoviética representada por la tiranía del Kremlin, envuelta en la guerra de Ucrania como perpetuación de la dictadura del proletariado y rechazo a las libertades del individuo. Otro tanto sucede en Bielorrusia.
La ideología de Carrillo y su práctica política se verá marcada por esa segunda concepción autócrata del ordenamiento social, así como su larga vida y las decisiones con las que influyó en el devenir de los compañeros de partido a su mando: el comunismo soviético.
La infancia de Santiago Carrillo, nacido en 1915, coincide con la efervescencia de la revolución bolchevique. Vivirá en su adolescencia todos los sucesos históricos que gravaron a sangre y fuego la realidad de España: guerra europea, represión sangrienta en las huelgas de Asturias de 1917, el entonces comandantínFranco ya apuntaba modales*; guerras del Rif, la dolorosa derrota de Annual; dictadura de Primo de Rivera; dictablanda de Berenguer, caída de la Monarquía, establecimiento de la II República, Guerra Civil, 2º Guerra Mundial, división del mundo en dos bloques antagónicos, Telón de Acero, Guerra Fría, Revolución Cultural de Mao Tse Tung en China… Y el largo exilio bajo la bota de Stalin. Al que Santiago admira, servil, y del que depende su economía de supervivencia.
¿Un cínico o un inteligente camaleón? En su ansia por medrar siempre estuvo dispuesto a traicionar o denunciar camaradas… La honestidad y la lealtad no figuraban entre sus cualidades, recoge Preston al comienzo del libro. Lo suyo era una ambición desmedida, una arrogancia infinita, una personalidad sin vida privada, subordinado todo a la dirección del Comité Central. El afán de notoriedad marcará su larga existencia, un ordeno y mando propio de un zar que dirige, a la sombra del Kremlin, a una parte belicosa del exilio con el deseo secreto de volver a la España prometida, de la que desconoce su realidad y para la que sueña un disfraz utópico de velos comunistas.
Y se aupará desde su tierna juventud a una cadena de sanciones, purgas y enfrentamientos con sus más próximos colaboradores para detentar a toda costa el trono del Partido:
Largo Caballero, su valedor primero y del que primero se separó; sus responsabilidades controvertidas en los fusilamientos de Paracuellos; acusado por Líster de cobardía en Brunete, siempre se enfrentarían por la jefatura; el trago amargo de aceptar el acuerdo Molotov-Ribbentrop; Edipo negando al padre, Wenceslao, para confirmarse de cara a los demás en su pureza comunista; el asesinato de León Trilla, el abandono de Heriberto Quiñones**, de Juan Comorera, de Jesús Monzón, contra Castro Delgado, la depuración de Francisco Antón, el novio de la jefa, el pase a la reserva de Pasionaria, el descrédito hacia Javier Pradera, la confrontación con su íntimo compañero de partida, Fernando Claudín, al que dejó en situación de precariedad negándole hasta el derecho a un subsidio de desempleo; contra Federico Sánchez, alias Jorge Semprún, que le reprocha su responsabilidad en la detención y fusilamiento de Julián Grimau***; que mamó durante décadas el maná de Stalin condenando a Tito, y obligado a tragarse el sapo del acercamiento a Belgrado de Jruschov, en 1956, tras el fallecimiento del dictador georgiano. O su enfado con el portugués Alvaro Cunhal, al que acusa, tras la Revolución de los Claveles, abril de 1974, de ¡marxista-leninista! O la sorprendente amistad, ya mediados los 70, con Berlinger y Marchais en su transformación al Eurocomunismo, el caballo de Troya de Moscú para penetrar en Occidente.
Y no hay que olvidar su empeño absurdo en la organización de la HNP, la Huelga Nacional Política con la que, en los cincuenta, pretendía derrocar al régimen del general Franco, desconociendo la realidad social y económica del momento en España por más que los análisis de Pradera, Semprún y Claudín lo desaconsejara. A los que después se ciñó en su acercamiento a la democracia. O su responsabilidad en la fallida invasión guerrillera por del Valle de Arán, en octubre de 1944, donde envió a la muerte a cientos de voluntarios, veteranos también en la Resistance.
Por no hablar de su entrada, clandestino con peluca, en los albores del reino de Juan Carlos, o de su inteligencia maquiavélica en la negociación en la España de la Transición, su protagonismo en la firma de los Pactos de la Moncloa y su mutación a ninguna parte con la que consigue el fracaso del PCE en las elecciones de 1977, 1979 y 1982, la escisión del PC en múltiples grupúsculos maoístas-prochinos-troscos-prosoviéticos-de-los-pueblos-de-España en los que terminará el itinerario comunista y el rechazo de sus seguidores.
Y su acercamiento, en 1991, al PSOE, al que abandonó en 1936, la casa común de todas las izquierdas, el albergue donde afrontar, calentito, sus últimos años de analista político en medios de comunicación y escritor de sus verdades. “Contra Franco vivíamos mejor”, frase atribuida a Vázquez Montalbán, cuyo hijo, Pepiño Carvalho, investiga su “Asesinato en el Comité Central”, podría ser el silogismo aplicado a aquel exilio que sufrió los rigores soviéticos en su ensueño de regresar algún día al país que los expulsó. En democracia, y en un régimen de libertades que permite cualquier expresión sin riesgo de ser expulsado, es más difícil imponer una línea oficial absoluta, y el afiliado tiene el derecho a elegir. “En la política el arrepentimiento no existe. Uno se equivoca o acierta, pero no cabe el arrepentimiento”, decía Carrillo, que acabó siendo un tesoro nacional y venerado, un florero decorativo olvidado en un ángulo oscuro de la tras-Transición.
La biografía de Santiago Carrillo que escribe Paul Preston podría calificarse de titánica, exhaustiva, colosal, rigurosa, escrupulosamente imparcial como corresponde a un historiador. Aúna el rigor académico propio de un autor erudito conocedor profundo de la memoria de España con la amenidad del reportaje periodístico. Es un repaso a un tiempo de largas décadas oculto al ciudadano y una fuente extensa de datos apropiados para el amante de la historia, para el investigador curioso y el veraneante ocioso. El político Carrillo, tal vez desconocido para la generación de jóvenes treintañeros, mantiene su interés para los estudiosos que se adentren en las razones que alumbran la actualidad. Y es un personaje propio de una novela de intriga cuando no de terror. El espía que vino del frío, el tercer hombre. Todo aquello, los veraneos en Cannes en casa de Teodolfo Lagunero, aquel mundo que se derrumbó con la instauración de la democracia se debía a la dependencia dineraria de Moscú. Aquellas vacaciones en la dacha de Crimea, la que ahora se ha anexionado el Kremlin, aquellos subsidios que el PCE recibía en París donde estaba prohibido, de manos del PC francés, provenían de las arcas del Politburó, del que Ignacio Gallego era el topo chivato. Sí, aquel rigor comunista fue financiado “Por un puñado de dólares”. Bueno, de rublos.
Una multitud despidió a Carrillo en Madrid, el 19 de septiembre de 2012.
*Véase Franco. Caudillo de España. Pág. 44 y siguientes. Paul Preston. 1994. Grijalbo Editores
** Heriberto Quiñones estaba casado con Aurora Picornell, víctima de la represión franquista en Mallorca en 1937, cuyo retrato rasgó el pasado mes de junio el presidente del Parlamento balear, Gabriel Le Senne, perteneciente al partido de extrema derecha VOX, próximo ideológicamente a los que fusilaron a Picornell.
***Véase Autobiografía de Federico Sánchez. Jorge Semprún. Páginas 206 a 211. Premio Planeta 1977.
Extracto de la entrevista que hizo Feliciano Fidalgo a Santiago Carrillo publicada en EL PAÍS el 5 de agosto de 1991
P. ¿Desde cuándo sabía usted que el comunismo era una equivocación histórica? R. Eso no es tan simple. No es una equivocación histórica. Yo me di cuenta de que la experiencia soviética iba al fracaso en los años sesenta y, definitivamente, tras la ocupación de Praga en 1968. P. ¿Por qué los comunistas no reconocen haberse equivocado totalmente? R. La historia crea necesidades que superan la voluntad de los hombres. Rosa Luxemburgo razonó bien cuando escribió que en Rusia el problema no era entre democracia y dictadura, sino entre el general Kaleri y Lenin. Fue una necesidad histórica en un momento dado; pero no echo a la basura todo el balance, y yo, personalmente, no me siento arrepentido. P. El progreso, en el siglo XX, se ha realizado a pesar del comunismo. ¿Quién es el motor de ese progreso? R. El motor es diverso. En lo político y en lo social, los comunistas hemos sido una parte; y luego ha habido el desarrollo científico. P. España fue cruel con los comunistas, pero ¿el comunismo no ejerció un terrorismo intelectual contra todos? R. En España se ha tenido más en cuenta lo ocurrido en la URSS que la acción del PCE aquí. Si se analiza esta acción, por las libertades sobre todo, no hay razón para hablar de ese terrorismo. P. Oyéndole hablar ahora del hombre desbordado por la historia, ¿es posible pensar que el derrumbamiento del comunismo ha cambiado su vida, sus creencias? R. No, desde mí libro Eurocomunismo y Estado había previsto la desaparición de esto. Y, por lo demás, sigo siendo ateo gracias a Dios. P. Dijo que entre la justicia y su madre elegiría a su madre. Extrapolando, le recuerdo que usted dijo lo contrario, es decir, que el ideal comunista era antes que su padre. ¿Le hace temblar esto ahora? R. En absoluto. Lo de mi padre hay que situarlo en su contexto. Fue en el golpe de Casado, en el que mi padre participó y empezaron a fusilar a mis amigos y camaradas. Había que optar: o con tus camaradas, o con los que fusilaban. P. ¿Comentaría la trayectoria de Jorge Semprún? R. No. P. El Rey dijo después de conocerle: ¡Qué pena que sea comunista!". ¿Lo sabía? R. Sí, y Adolfo Suárez también. De no haber sido yo comunista, el Rey no estaría tan tranquilo donde está. P. ¿A qué seis personalidades mundiales, vivas o muertas, invitaría a su mesa para celebrar su cumpleaños? R. A Mitterrand, Tito, Jorge Dimitrov, Largo Caballero, Castro y, quizá, a Ho Chi Ming. P. Concluyendo, ¿vive con holgura hoy? R. Mejor que nunca. Mire, lo que más llegué a cobrar cuando era secretario general del PCE y diputado fueron 90.000 pelas, porque lo otro era para el partido. Y ahora, con el periodismo, hasta me puedo pagar una casita en la sierra para el verano.
Alvaro Cunhal y Gerardo Iglesias el 26 de marzo de 1987 en Madrid, en una reunión del PCE del que Iglesias era secretario general.Carrillo en una manifestación Anti OTAN, Madrid, marzo 1987,Marcha a Torrejón contra las bases yanquis, 15 de marzo de 1987. Antes de estar legalizado el PCE, el 2 de marzo de 1977, Carrillo declaró que aceptaba la presencia de bases americanas en España. Congreso constituyente del Partido de los Trabajadores, Madrid, 7-8 marzo, 1987.Todos aplauden a Carrillo durante el congreso constituyente de su partido, 7-8 de marzo de 1987.
Sus lances de justas son endecasílabos o alejandrinos, arropados por la zozobra en brazos del amado Juan de Yepes. Ridruejo, muy viril y enamorado de una princesa teutona, los alienta desde su rebeldía de sonetos a la piedra, Gerardo desde el ciprés de Silos, Antonio de la mano de la niña Leonor. Y Agustín libre los quiere como arroyos que brincan de peña en peña, pero no suyos. La rima los une y a ella se entregan con pasión de amantes escondidos. Poetas castellanos recogidos en el deleite del solar de una villa añeja donde la palabra resuena con brío, juglares tañedores de cuartetos que recoge el viento de mil caminos, que se posa como la brisa en los oídos del visitante, atónito de encontrar, aún hoy, hacedores de palabras, cautivos del poema, esclavos del sosiego y del suspiro del verso.
Todos ellos son poetas castellanos:
Ezequías Blanco, agitador cultural y catedrático de Literatura en el IES Puig Adam; rechazó un contrato de ingeniero supervisor de estructuras de vuelo del avión Airbus A380 por dirigir la revista “Cuadernos del Matemático”, todo ello en Getafe.
María Luisa García es directora de los Centros de Educación de Adultos de Getafe (Madrid).
Matías Muñoz, fundador de la revista literaria 13 de Fuego, es autor de cinco libros de poemas.
Loli Hortal, profesora de Física y Química y directora del instituto Claudio Moyano de Zamora muchos años.
Ángeles Delgado es actriz.
Luis Ramos de la Torre ha sido profesor de Ciencias y de Música en diversos centros de la provincia de Zamora.
Todos ellos se verán las caras, rendirán un homenaje al Poeta Aníbal Núñez, tristemente desaparecido, y leerán sus versos en el Festival Músico-Poético “Dulces Ruinas del Valle de Santa María”, que se celebrará en San Román del Valle, el próximo 17 de agosto, a las 20:00 h. Organiza Ayuntamiento de Villabrázaro, todo ello en Zamora. La esencia de la santa de Ávila (Bernini no ha confirmado aún su asistencia) impregnará el festival, aunque no lea poemas.
BANCOS (Ezequías Blanco) Buscaré cada día los lugares donde nadie confunde los caminos donde muy poco importan las derrotas.
Reiré con el que luce a sus espaldas “Cristo mola” o con el otro que dice: “somos muy malas pero podemos ser peores”. Iré de banco en banco en mis paseos porque a cualquiera acogen con su respiración tan desprendida.
Y así como quien flota sobre un cielo dormido recorreré los bancos de mi entorno para fortalecer mis músculos mis fibras mis huesos mis tendones lastimados hasta llegar al que reposa bajo aquella morera verdinegra desde donde mejor se ve la luna.
Y descansaré en el del viñedo y refrescaré la mirada sobre la humedad del de la verdinosa piedra.
Desde un banco me iré rodando a casa y en un banco plantaré las verduras de mi huerto…Y sobre un viejo banco dormiré eternamente soñando con palmeras.