Gabriel de Araceli
Consortes
Veinticuatro embarazos sembró el monarca Carlos IV (1748-1818) en el vientre de su prima María Luisa de Parma (1751-1819), de los que 14 llegaron a término. Ambos nacieron en tierras italianas, razón que los invalidaba al trono de España según las leyes vigentes en la época, pero, pero… De ese frenesí marital nacieron frutos como Fernando VII o Carlos María Isidro, el pretendiente que regaría de enfrentamientos y guerras carlistas el siglo XIX de las Españas. La Ley Sálica, de origen francés, nunca se practicó en España y fue abolida por Fernando VII en 1832 en favor de su hija Isabel II —Pragmática Sanción—.

Regentes
María Cristina de Borbón Dos Sicilias (1806-1878), la cuarta y última esposa —y sobrina a la vez— del Rey Felón tuvo que guerrear contra su tío y cuñado Carlos Mari Isidro, al que Vicente López retrató con rostro sospechoso de entregarse al dios Baco. Lo de María Cristina fue una regencia diletante, porque quería gobernar pero la gente no le seguía la corriente, y tras medrar en aquel avispero que su marido le había dejado partió al exilio romano en 1840, conspirando para que su hija Isabel ocupara su vacante. Además, la corte, la sociedad decente e incluso su hija y su nieto Alfonso XII nunca vieron con buenos ojos aquel desplante, que tras el fallecimiento del monarca felón, en septiembre de 1833, tan sólo tres meses después, en diciembre, ella se casara con un sargento de su guardia de Corps con el que tuvo ocho hijos. Se lo pedía el cuerpo.

Baldomero Espartero, regente de 1840 a 1843. Baldomero era un militar “echao pa lante” que las tuvo gordas con los franceses y después guerreando contra los carlistas. El 31 de agosto de 1839, los litigantes de la primera Guerra Carlista llegaron a un acuerdo conocido como el Abrazo de Vergara, que ponía fin a seis años de hostilidades y a las pretensiones al trono de Carlos Mari, aunque este y sus herederos siguieron reivindicando su legitimidad durante otros cuarenta años, y aún hoy, sus aspiraciones ultramontanas y catolicismo integrista perduran en la memoria colectiva de los herederos de las peculiaridades forales. Espartero apoyó después sin fisuras a Isabel II cuando fue proclamada reina, en 1843.
Poco gobernó la triste reina María Cristina de Habsburgo y Lorena (1858-1929), que tuvo que lidiar con Canovas del Castillo y Sagasta. De 1885-1902 como regente (pintada por Raimundo de Madrazo, 1887, con expresión mortecina, bien es cierto que acababa de enviudar de su infiel Alfonso) afrontó la pérdida de las últimas colonias y en 1902 dejó el trono a su amadísimo Alfonso XIII, que acababa de cumplir dieciséis añitos y era un pollito caliente, caliente.

Amantes


Elefantes
Lo de cazar elefantes en Botswana no es cosa de ahora, que ya lo hacía el Duque de Alba, don Jacobo Fitz-James Stuart. El afán naturalista del duque llevó a entregar al Museo Nacional de Ciencias la piel de un paquidermo inmenso cazado en Sudán en 1913. El duque guardó para sí los colmillos. Diecisiete años estuvo semiabandonada por los sótanos del museo aquella piel del Loxodonta africano, que pesaba 600 Kg y tenía una extensión de 37 m2. Luis Benedito,uno de los grandes taxidermistas del Museo, fue el encargado de naturalizar aquel trofeo cinegético ducal, labor que le llevó varios años y estudios en Berlín con el especialista Ter Meer, porque nunca antes había visto un elefante de verdad. El elefante naturalizado se mostró al público en 1930 y causó sensación, aún hoy los escolares visitantes lo miran con aprensión.

Además de por ese gesto filantrópico, la historia homenajea a Don Jacobo con una placa en la puerta del Museo de Liria, su residencia, por su labor de reconstrucción del mismo, que fue bombardeado y destruido por la Legión Cóndor alemana en noviembre de 1936. Y reconstruido con fondos públicos municipales siendo alcalde de Madrid Rafael Finat y Escrivá de Romaní, el Conde de Mayalde. Finat fue un filonazi, colaborador con la Gestapo y amigo personal de Heinrich Himmler, al que festejó en Madrid con una corrida de toros en octubre de 1940. Y también era amigo de Reinhard Heydrich, ambos colaboradores personales de Hitler y atroces genocidas. Eso sí, la historia no recuerda con qué amante se encontraba don Jacobo Fitz James Stuart cuando cazó al elefante.
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