Fotos y texto de Terry Mangino

        Era el 15 de mayo madrileño del 2011, San Isidro. Pero debajo de los adoquines de la Puerta del Sol no estaba la arena de la playa. Aquellas ilusiones por un cambio social, aquellas esperanzas juveniles que reclamaban una ruptura con el sistema o, al menos, aspirar a una mejora en el bienestar de los ciudadanos se quedaron en un grito ahogado por el tiempo y amenazadas por la señora bien del barrio de Salamanca y por la cremación de la cruz voxada de los salvapatrias rojigualdas. Ni siquiera intervinieron los CRS. La Spanish Revolution se ahogó de éxito ella solita entre utopías y besos juveniles hormonados bajo el oso amoroso, se quemó a lo bonzo en el bulevar de los sueños rotos. Nadie fue a apagar el fuego. Lavapiés se quedó sin emperatriz y sin alfombras de claveles la Gran Vía. Bueno, sí, hay un gobierno aparejado entre un socialismo bolchevique y un comunismo bananero —según la definición metafísica destilada por los cerebros de la caverna genovesa— al que, paradojas de la existencia, le ha crecido el enano más diminuto jamás pensado del circo, un vilus19 amalillo —será maoísta, como el de la Place Vandome— que sí está acabando con los sueños imposibles. ¡Qué te crees tú eso!, dijeron a coro desde el reloj de la Puerta del Sol. No hay descanso para los malvados.