Fotografías de Terry Mangino
Los recovecos y rincones del Rastro madrileño son un escenario abierto al espectáculo de la vida los domingos por la mañana. Solo hay que asomarse al patio de la Ribera de Curtidores para contagiarse de la alegría de los actores anónimos que ocupan la escena callejera e interpretan su papel, protagonistas de sí mismos. Aunque el sol se haga el remolón y apriete el frío o la lluvia. Si te gusta la función, aplaudes o dejas unas monedas. Si no, sigues caminando en busca de nuevas actuaciones. El observador atento ve pasar ante sus ojos todas las secuencias que conforman la existencia de sus semejantes: alegrías, anhelos, deseos, ansiedades, duelos, dramas. Son las historias que cada individuo lleva en su interior reflejadas en sus rostros. Solo es cuestión de mirar detrás de las máscaras. La calle, el mejor teatro del mundo.
Un año después del anuncio del cierre de la Plaza de la Cebada nada se ha hecho. Ahí sigue vacía y cerrada, sin el entusiasmo de gentes que la ocupaban y que la llenaban de vida.
¡Que te pego con el zapato, leshe! A esa chamarilera no le gustan los fotógrafos aunque ocupe el espacio público y se exponga a las miradas ajenas. Parece que mirarla estuviera prohibido, seguramente sería una buena censora.
Los domingos al sol en la Ribera de Curtidores
¡Ir con una buena trompa!
Hammeling y Piazzolla
Poetisa, mecanógrafa y fumadora
Cuando yo soy el hombre lobo y tú eres la mujer pantera…
En la iglesia de San Gines iban a escuchar misa Jacinta y doña Barbarita, esposa y mamá de Juanito Santa Cruz. Ninguno de ellos aparece en la foto.
Futuras reinas
Plaza de Oriente
Se rompió el hechizo
Son tus labios para mí un plato de calamares…
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