Gabriel de Araceli
El primer viernes de marzo es tradicional visitar el cristo de Medinaceli en Madrid, una iglesia ubicada justo detrás del lujoso Hotel Palace y a poco más de 250 m del Congreso de los Diputados. El poder político, religioso y ecónomico se dan la mano en el viejo barrio de las letras, un lugar en el que habitaron Cervantes, Quevedo o Lope de Vega. Un lugar que el turismo invasivo está desvirtuando a velocidad de vértigo, donde los comercios tradicionales están desapareciendo y donde la concentración de bares ruidosos y restaurantes de comida basura por Km cuadrado debe ser de las más altas del mundo.
El Cristo de Medinaceli es un cristo rico. Y la asistencia de fieles a Medinaceli es multitudinaria. Aunque llueva a mares, como este último 2 de marzo de 2018, aunque haga frío, aunque sople un viento huracanado todo devoto que se precie debe comparecer a la cita como si fuera esa tarde la última vez.
El Cristo de Medinaceli es una de las imágenes que cuenta con más fervor en Madrid. Por ir va hasta el Rey, que se cuadra militarmente ante la imagen siguiendo la tradición borbónica de rendir tributo al cristo. Miles y miles de personas aguantan horas y horas hasta conseguir entrar en la recoleta iglesia. Sí, hay que hacerse amigo de los ricos, aunque sea para rezar.
Las medidas de seguridad se multiplican. La calle Medinaceli se acordona y se corta al tráfico, protección civil y policía se movilizan para garantizar que los fieles puedan presentar sus respetos y rogativas a la talla.
Fotografías realizadas con una cámara digital de hace doce años, dotada con un único objetivo de hace treinta años, Nikkor de 50 mm de distancia focal, 1:1.8, enfoque, obturación y exposición manual. Menos es más.