Rafael Alonso Solís
En Santa Cruz de Tenerife, cerca de un antiguo cuartel, se levanta una ridícula estatua en homenaje a Franco. Así ha sido, durante años, para engallamiento de una parte y humillación de la otra, tras haber sido sufragada por aportaciones populares. El monumento, típico de aquellos esperpentos que le encargaban a Juan de Ávalos durante el régimen fascista, nunca tuvo la pretensión de ser una obra realista, sino simbólica, ya que parece representar a un ángel vengador, que despliega sus alas para llevar hacia la eternidad a un caudillo triunfante. Se ha dicho que a Franco no le gustó la iniciativa, pero ahí quedó, sin aclararse si se trataba de una conmemoración de “la Cruzada”, “la Victoria”, el vuelo del Dragón Rapide que trasladó al golpista para ponerse al mando de las tropas sublevadas o –según la denomina la Fundación Juan de Ávalos– un “Monumento Conmemorativo a la Paz”. Hasta ahora, la inútil o mal aplicada Ley de la Memoria Histórica no ha podido con el símbolo y se eleva el tono en Tenerife de las voces de quienes exigen su eliminación del mobiliario urbano, ante la resistencia de la autoridad municipal. Hace unos días, Mariano Rajoy, aprovechando una visita a Tenerife, dio su habitual caminata deportiva por la zona acompañado por un selecto grupo de altos cargos del PP canario. Una fotografía bien elegida recoge el paso de la comitiva por delante del vencedor, con lo que el símbolo avanza décadas o nos anuncia que se ha iniciado, oficialmente, el retorno de los brujos. Uno, en su ingenuidad, no puede saber si la fotografía responde a la habilidad de algún viandante que captó el momento, o si el espectáculo estuvo organizado por el comité de festejos. Dicen que los ideólogos del PP andan divididos entre quienes piensan que hay que ponerse de acuerdo cuanto antes con su marca naranja y gobernar, que hay muchos asuntos pendientes y se recauda poco, y quienes sostienen que no pueden dejarse adelantar por la derecha y propugnan una recuperación de los valores. La foto de Rajoy triunfante y en bermudas, posando junto al ángel vengador y al caudillo que salvó a España de la amenaza roja, hace pensar en lo segundo, si bien no hay forma de confirmarlo, más allá de la especulación literaria. Sea por uno u otro motivo, la imagen refleja el momento de involución que vivimos. La crisis está permitiendo a la derecha ajustar las cuentas de la familia, mientras las diferentes visiones de la izquierda contemplan el paso de las tropas, y el miedo a hacer chistes con doble sentido inunda los escenarios. Se nos ha ido Forges y estamos más solos. En la calle, como decía Azcona que pasaba en Madrid durante la posguerra, hace frío, el Ártico se deshiela, el nivel del mar sube y la lluvia llega sin avisar. Hace días fue el aniversario de la ejecución de Puig Antich, y ayer del último viaje de mi madre. Mañana hay huelga general feminista. Aún hay esperanza.