El humor en los tiempos del virus VIII
Gabriel de Araceli
Que Andrés Vázquez de Sola no terminara en Carabanchel se lo debe al padre de Forges, que le avisó que aquel super-ministro al que le cabía todo el Estado en la cabeza le estaba apuntando con el rifle de la prisión por ser un subversivo contumaz que se reía del franquismo. Así que el niño Vázquez de Sola se dio el piro, a París, y allí se puso a dibujar sus gracietas, en el hebdomadaire “Le Canard Enchainé”, un semanario satírico que decía en la Republique Française lo que molestaba a Pompidou o a Giscard d’Estaing. Por eso, lo del confinamiento lo ha llevado con humor, todos los días dibujaba una viñeta con alguna picardía que alegrara la cara del lector, una sonrisa con la que combatir al virus. Vázquez de Sola es lo que tiene, una alegría contagiosa a pesar de su corta edad: 93 años. Y el que quiera reírse que lo lea.