Gabriel de Araceli (texto). Terry Mangino (fotos)
ETA mató a 853 personas. Que no se olvide, que las generaciones venideras sepan que en nombre de la intolerancia una organización terrorista asesinó en todo el estado español a 853 personas. Que nunca tenga que suceder algo parecido. Que nunca ningún ciudadano se vea aterrorizado por las pistolas del odio que esgrimieron un puñado de asesinos en nombre de oscuras reivindicaciones totalitaristas bañadas en nacionalismos anacrónicos.
ETA mató a 853 personas. Que nunca se repita aquel holocausto de seres inocentes. Que nunca nadie tenga que vivir la desazón del estruendo de las bombas, los cuerpos mutilados, los charcos de sangre coagulada sobre el asfalto, el llanto de los familiares al enterarse, el miedo de que cualquiera podría ser víctima de la barbarie genocida.
Los que vivimos los años de plomo quizás perdonemos, pero nunca olvidaremos.


Imposible el olvido ante esa barbarie que fueron las matanzas y asesinatos de ETA; para las víctimas sin ninguna duda, y para mí también, (claro en una escala de comparación ínfima) pues mantengo en la retina el horror del atentado que se acababa de producir sobre las 14:50 el 11de diciembre de 1995, (nos libramos milagrosamente, íbamos a llevar a mi hija al colegio y esa era la ruta). Mientras bajábamos las escaleras de casa se oyó el estruendo y de haber salido tres, cinco minutos antes, todo pudo arruinarse en nuestras vidas. Los 6 trabajadores de la Armada Española que murieron, los que quedaron heridos, sus familias destrozadas… ¡cuánto sufrimiento y dolor, cuánta rabia e impotencia por la sinrazón de la lucha etarra!
Y este final «sin arrepentimiento», insoportable.
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