Viene de Patagonia (V)

Resumen de lo publicado: Ángel Cabrera Latorre fue un eminente zoólogo y paleontólogo que vivió en un convulso momento de la historia, durante la primera mitad del siglo XX. Y en dos mundos, España y Argentina, en los que brilló por su ciencia y por su humanidad. La doctora Julieta Grecó viene de La Plata a conocer el Madrid que vivió Cabrera en su juventud.



Ángel Aguado López

Así se anunciaban en la página 2 las bondades de, en este caso un remedio infalible para que las señoritas resultasen irresistibles a los caballeros, en la revista

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Entonces, como ahora, la investigación en España no estaba bien pagada y los científicos se veían obligados a pluriemplearse para obtener unos ingresos extras. Ángel Cabrera, a pesar de ser un reconocido investigador y haber participado en numerosas expediciones de estudio en Marruecos, doctor en Filosofía, o pertenecer a varias academias internacionales no tenía fácil llegar a fin de mes y debía compaginar sus colaboraciones en el Museo de Ciencias con el trabajo de periodista e ilustrador. Además, le gustaba la divulgación. Por eso realizó una actividad notable en revistas como LA ESFERA, un prestigioso semanario gráfico de excelente y cuidada presentación y diseño modernista, que entre 1914 y 1931 contaba con las plumas más notables del periodismo, de la ciencia, del arte y de la cultura que había en España. Unamuno, Galdós, Carmen de Burgos, Rubén Darío, Ramiro de Maeztu, Ortega y Gasset, Blasco Ibáñez, Valle Inclán, Juan Ramón Jiménez o el fotógrafo Pepe Campúa, que después sería el fotógrafo “oficial” de Franco («¡y un masonazo!» diría de él Carmen Polo) eran algunos de los ilustres colaboradores que firmaron en el semanario. Y Cabrera fue requerido en ocasiones porque su relevancia le hacían necesario cuando interesaba la palabra de un investigador. La publicidad que encartaba LA ESFERA en su número 1, página 35, el 3 de enero de 1914 era de exquisito gusto para el paladar, y prometedora para el bolsillo:

anuncio7CARLOS PRATS Y HERMNS ARENAL, 8 MADRID ROSCONES DE REYES TELEFONO 283 Los días 5 y 6 se pondrán, en dos roscones cada día, dos monedas de oro de 5 duros y 500 pesetas, repartidas en diferentes tamaños.

anuncio10Además, como queda probado en el encabezamiento de este capítulo también dirigió ALREDEDOR DEL MUNDO, un semanario costumbrista de curiosidades y viajes muy popular que a lo largo de treinta y un años, de 1899 a 1930, era seguido por gran número de lectores. Sirva de ejemplo el artículo de Cabrera titulado “El diplódoco y su esqueleto”, publicado el 14 de diciembre de 1913, días después de que el dinosaurio Carnegie fuera expuesto en el Museo de Ciencias de Madrid. Pínchese sobre la imagen superior.

Este semanario tenía un suplemento infantil llamado LOS MUCHACHOS. Ángel Cabrera era el alma mater de ambas publicaciones, confeccionadas por él en gran parte, prueba de su empeño en la divulgación de la ciencia.
En 1914 Cabrera asesoró a Alfonso XIII sobre qué machos cabríos debía abatir sin acabar con la especie, en peligro de extinción en aquellas fechas, durante unas cacerías en la Sierra de Gredos a las que tan inclinado era el monarca. Después, el rey cedió generosamente los trofeos al Museo de Ciencias y Cabrera preparó, seguramente con la ayuda de los taxidermistas Benedito, una vitrina en la que se exponía al público cómo era la cabra ibérica, a la que denominó Capra Pyrenaica Victoriae, en honor a la reina Victoria Eugenia. Una inglesita muy mona que hizo las delicias de Alfonso al principio de su matrimonio real. A pesar de esa afición cinegética tan regia las cabras gozan de buena salud, e incluso son ahora un problema debido al elevado número de ejemplares que habitan en la Sierra de Guadarrama.anuncio8Aunque Cabrera de esto no tiene la culpa porque fue de los primeros naturalistas que alertó del grave error de introducir animales exóticos en parajes a los que no pertenecían. Las especies invasoras. Los daños causados por los visones americanos “liberados” de granjas en los ecosistemas ibéricos por grupos de “ecologistas” han sido enormes en la fauna autóctona. Daños similares se han dado con la invasión del mejillón cebra en el delta del Ebro. O con los cangrejos americanos que invaden muchos ríos españoles desplazando a los cangrejos autóctonos. O con las cotorras de Kramer (Psittacula krameri diría Cabrera) o los mapaches o los castores, especies todas ellas invasoras en la fauna ibérica, abandonadas irresponsablemente por sus dueños tras comprobar que su capricho se convertía en una pesadilla por las molestias que causan esos “bichos” en un hogar. Todo esto fue adelantado ya en 1920 por Ángel Cabrera en sus artículos periodísticos. Su visión protectora de la naturaleza seguramente le convertiría ahora en activista militante, quién sabe si encaramado al muro de hormigón de un reactor nuclear pidiendo su desmantelamiento, o embarcado en una zodiac para defender la ballena ártica (Balaena glacialis diría Cabrera) enfrentándose a un arponero japonés.anuncio3

En 1924 queda libre por fallecimiento de su titular, el doctor Santiago Roth, el puesto de jefe del Departamento de Paleontología del Museo de La Plata. Y se hace una selección entre los especialistas internacionales más idóneos. Nada más y nada menos que Ramón y Cajal, presidente de la Junta de Ampliación de Estudios, la JAE, apoya la candidatura de Cabrera. También lo hace la Sociedad Zoológica de Londres, donde Cabrera había residido en su época de estudiante y donde viajará repetidamente a lo largo de su vida. El director del Museo de la Plata, Luis María Torres, elige a Cabrera para el cargo.
«El salto a América lo da porque en el organigrama del Museo de Madrid no puede progresar más al no tener el título de licenciado en Ciencias Naturales, y porque en Argentina se le ofrecen nuevas oportunidades profesionales muy bien remuneradas en aquel entonces» considera Leoncio López-Ocón, especialista en Cabrera y autor junto con Manuela Marín y Helena de Felipe del libro “Ángel Cabrera: ciencia y proyecto colonial en Marruecos”, e investigador en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, el organismo en el que derivó la JAE, que tutelaba a Cabrera. En ese libro se recoge que en 1913 el sueldo de Ángel Cabrera como colector interino en el Museo Nacional de Ciencias de Madrid era de 147 pesetas líquidas mensuales. Lógicamente habría aumentado en 1925.
Por otro lado, la dictadura de Primo de Rivera y la JAE no son exactamente amigas íntimas, porque el talante liberal de sus miembros choca con la tosca y chusca personalidad del dictador y la convivencia de conveniencia que los contrayentes comparten conlleva conclusiones contradictorias y contractuales complicadas de comprender. Cumplidos los 46, una edad respetable para la época, Cabrera tiene una familia que alimentar y el sueldo que paga el Museo de La Plata es muy superior al que pueda obtener en España pluriempleándose. También ayuda en su decisión la situación política que se vive en Madrid, con una monarquía agonizante (el hecho de que hubiera sido “asesor zoológico” de su majestad no le reportó ninguna ventaja) y un futuro difícil frente al atractivo del país que le reclama, Argentina, El Dorado en esa época. Un Dorado anhelado por los conquistadores del siglo XVI: Francisco Pizarro, Alvarado, Pedro de Ursúa, el loco Lope de Aguirre y tantos otros que al servicio del emperador Carlos emprendieron la exploración del nuevo mundo, por los mares del Sur, no precisamente con fines científicos.
Así que tras consultarlo con María, su mujer, acepta y en octubre de 1925 llega la familia Cabrera-Aguado al inmenso estuario del Río de la Plata que navegara anteriormente Juan Sebastián Elcano y Alejandro de Malaspina y Charles Darwin y Jiménez de la Espada e inicia una segunda vida. No consta que se dirigiera a D. Antonio Manzanera al llegar a La Plata.anuncio5

Ángel Cabrera nunca volverá a España.

Continúa en Patagonia (VII)



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