[Resumen de lo publicado: Guillermo de Ockham, o de Baskerville es el preceptor de Adso de Melk, un joven inquieto que pregunta al maestro sobre los enigmas que mueven al hombre en su existencia. Las respuestas del sabio no convencen al novicio, que insiste en sus cuestiones. Guillermo no quiere revelar la verdad infinita y espiritual, porque también quiere alimentar al cuerpo mortal con un plato de cocochas y se le quedan frías.]
Guillermo aproximose la cazuelita de las cocochas a los labios. Un poco de perejil y de cebolleta verde, incluso sofrita hubiera sido ya relajo más próximo al pecado que actitud de virtuoso educador. Así que dispúsose a comer aquel merecido alimento, sin dejar que le afectase la confusión y el desorden que denunciaba el rostro preocupado del discípulo. Pero cuando con la calma monacal que le inundaba el espíritu a punto estaba de probar las cocochas, la voz de Adso resonó en la inmensidad del refectorio llenando de estupor el corazón de Guillermo como si se le hubiera quebrado.
–Pero tiene que haber algo más, maestro. Algo supremo, intangible, escondido, arcano… ni la libertad, ni el honor, ni la fama, ni la gloria, ni siquiera la mujer justifican la existencia del hombre. Esa búsqueda desmedida ha de sustentarse en un superior motivo. ¿Cuál es, maestro de Baskerville, cuál es el motivo, qué hay?
Guillermo de Baskerville sintió en su mano que la cazuelita estaba fría como un carámbano y tentado estuvo de arrojársela a la cara a su inquisitivo pupilo. Pero la templanza franciscana que inundaba su espíritu pudo más que los deseos violentos y atemperó sus arrebatos con un discurso de arcipreste manriqueño, con la esperanza última de que las ansias de conocimiento del joven Adso se calmaran.
–Querido Adso, no querría enturbiar tu espíritu con ideas viles de avaro mercader. Por eso he preferido ocultarte la gran verdad que tanto me demandas. Porque si hay algo que mueve al mundo, hace correr al cojo y hablar al mudo eso es el dinero. E incluso nuestra santa religión se ve turbada por su poderoso y nefasto hechizo. Judas vendió a nuestro señor Jesucristo por treinta talentos de plata. El dinero hace muchos clérigos y muchos ordenados, muchos monjes y monjas, religiosos sagrados, el dinero les da por bien examinados, y a los pobres les dice que no son ilustrados. Gracias al dinero la vida se llena de placeres y dulzores. Deseado aun con daño hacia él corremos sin parar, cuando vemos el engaño y queremos dar la vuelta, no ha lugar. Sálvate del dinero en desmedida, querido Adso, que sólo te acarreará maldiciones y quebrantos. Toma lo que necesites para el recto vivir, pero sin llenar tus arcas de metales, que te traerán maldiciones y desdichas.
Guillermo no esperó comentario de Adso tras acabar la arenga, casi sin aliento y a duras penas arremetió con las manos la cazuelita de las cocochas, que frías como témpanos parecían un cristal sulfuroso. Pero no había acabado de dar un par de bocados a tan pétreo yantar cuando la voz de Adso resonó de nuevo. (Continuará)
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