Carmelita Flórez
La clase obrera, 35.000 corredores, va al infierno, bueno, no, a la maratón. La elite atlética, dos docenas de atletas de las altiplanicies africanas, dos docenas de hombres sin piedad, levita, flota sobre el asfalto de Madrid sin siquiera apoyar los pies en el suelo y se presenta en la meta en algo más de 2 horas y 10 minutos. Los corredores aficionados se flagelan con el sol indómito de este abril de caldera y las cuestas se regodean del pretendiente a fondista. Km 30, el muro. ¿Los keniatas?, ¡doce hombres sin piedad! Pasaron hace horas por aquí donde tú sufres la tortura cada zancada porque sabes que aún te quedan doce km y 195m. Aprieta chaval, la victoria viene siempre del brazo del sufrimiento, aunque sea en cinco horas. Después… después se lo podrás contar a tus amigo, yo estuve allí, con los keniatas.

En hombres ganó el ugandés Geofrey Kusuro, en 2h10’29”, seguido, como no, de dos keniatas Kiptoo y Kimpkemboi. Puro VO2max, organismos capaces de consumir más de 80 mililitros de O2 por minuto y por Kg de peso, 53% hematocrito en las venas. O más. En mujeres ganó la también ugandesa Doreen Chesang 2h26’31”. El mejor español fue Alberto Bueno, 2h28’19”. Bueno, ya queda menos para la maratón de 2024.

Fotos de Terry Mangino












