Ángel Aguado. Texto y fotografías
Secuencia única. Interior, noche.

Sube desenfadado José Luis Garci al escenario, 20 de enero de 2022, y la multitud que llena el auditorio de la Fundación Juan March le recibe entonando el “Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, te deseamos todos…” como si se tratara del bueno, del protagonista, del chico que todas las señoras bien del barrio madrileño de Salamanca quisieran de novio para sí mismas. Le acompaña el, a su pesar, exfiscal general del Estado, Eduardo Torres Dulce, que parece su asistente de dirección amurallado en su terno de senador vitalicio, que le indica al Garci dónde debe iniciarse el plano y el recorrido de la grúa hasta los protagonistas. Y se oye el ruido del motor y los eléctricos suben las luces, la asistencia se calla y la cámara enfoca al héroe. Silencio, vamos a rodar: ¡Acción!
«Somos la generación del cine y de la radio… ¡Aquella boda de Fabiola que veíamos en el NODO! El cine era un refugio, se estaba calentito, dónde, si no, iban a ir las parejas. —Y con un punto de ruptura en el relato, recuerda José Luis Garci su educación sentimental al calor del celuloide, en los años 60 del siglo pasado— El cine nos enseñó a besar en primer plano. Mi primer beso, en El Retiro, con mi primera novia, África. Lo veíamos venir, lo adivinábamos, lo deseábamos, pero algo fallaba… ¡no se oía la música de la banda sonora!».

Garci es un torrente de palabras, combina tramas secundarias con flash back, figurantes con acciones paralelas engatusando a la audiencia. Algún espontáneo intenta robarle un plano, pero no se deja. Torres Dulce ni se atreve a intervenir, calladito, calladito. Garci ocupa toda la pantalla, en Technicolor, en Cinemascope: «El paraíso del hombre es su infancia. El cine fue una aventura planetaria, era una radio que veías. Yo asistía todos los días a los cines de la Gran Vía, tras salir del trabajo en el Banco Ibérico, donde ganaba 1316,10 pts. al mes. Le daba 1000 pesetas a mi madre y con el resto iba al cine. Descubrí que el cine americano era la novela, mientras que el europeo era el ensayo. Fue ahí donde conocí a Alfonso Sánchez, el crítico de cine al que tanto debo y con el que tantas conversaciones compartí».
Y habla de su amor por la pintura, recuerda a su padre, pintor artista aficionado que le llevaba al Museo del Prado una vez a la semana. Que era una forma de ver cine, de estudiarlo, de escribirlo: «Ahí lo tienes todo, en “Las Lanzas”, de Velázquez, ¡el mejor plano general del cine! Y con su plano inserto, la entrega de las llaves. Y la fantasía desbordante de “El jardín de las delicias”. Puedes estar horas y horas imaginando cientos de aventuras, cientos de tramas, sólo observando el cuadro de El Bosco… O ese tratamiento de la luz de Las Meninas, una luz convaleciente. O la luz de “Las hilanderas”, que quise trasmitir en mi película “Canción de cuna”. O la épica de los cuadros de Goya o de Gisbert, los fusilamientos del 3 de mayo, de Torrijos en la playa de Málaga».

Hace una pausa Garci, tal vez recordando las películas en blanco y negro de su juventud, “El apartamento”, o “Sunset Boulevard”, o “Avanti”, de su admirado Billy Wilder para insistir en que «el guion es la clave. Los diálogos son importantísimos, quizás lo más difícil de escribir. Si están bien escritos, si el guion está bien amarrado, funciona la película. En el cine todo es mentira, todo es falso, pero tiene que ser sincero».
Y recuerda a sus compañeros de profesión, a Antonio Mercero y “La cabina”, y a González Sinde con el que realizó su primera película, un éxito inesperado: “Asignatura pendiente”, que lo convirtió en director de cine, algo que jamás él pensó, que sólo quería escribir historias. Y habla de los grandes actores de teatro, de su querido Alfredo Landa, de José Bódalo, de José Luis Sacristán con los que se veía una vez al mes y compartían, junto al reportero Manolo Alcántara, Dry Martinis para hablar de cine, la excusa perfeta para «salir a cuatro patas».
»Escribir es un don, dirigir es un oficio. Y el cine es un arte colectivo donde el trabajo de todos es necesario para que la historia triunfe. De no haber sido por la excelente labor de Gil Parrondo, que ya había ganado dos óscars, del amor profesional que se tenían Antonio Ferrándiz y Encarna Paso, de que la película la comprara la Fox, y del trabajo de producción, no hubiéramos obtenido el óscar por “Volver a empezar”. Si quieres a los actores, eres un buen director, son fundamentales.
Y habla el Garci de lo que le gusta el fútbol. «El fútbol te rejuvenece». Y lo dice convencido, a pesar de aquel fracaso económico que le supuso su primer documental sobre el furbo, rodado en el Estadio Vicente Calderón, con González Sinde de productor, el primer día que Luis Aragonés se estrenaba como entrenador. Que no les devolvió ni una peseta de subvención oficial. ¡Este Atleti!
Y de lo que le gusta el boxeo. Manuel Lorenzo relatando el combate apócrifo que contempló en el Madison Square Garden, Rocky Marciano noqueando a Jersey Joe Walcott en el undécimo asalto, ¡cómo si allí no hubiera pasaoo naa!, Germán Areta escuchando impertérrito en el sillón de la barbería del antiguo Frontón Madrid. El Crack. 1981.
Y ya, contada la película, no queda más que cerrarla bien. Y el Garci, un cuentista al fin y al cabo, destaca su admiración por Cary Grant; por su película preferida, su niña mimada, “Tíovivo”; y por las de Berlanga, por “El verdugo”, por “Plácido”; por la primera parte de “Centauros del desierto”, de John Ford, «parece rodada en Marte»; por “Roma citta aperta”, de Fellini, con Anna Magnani; de su amor por el cine de Hollywood: «cambié Manhattan por Los Ángeles». «El cine es el reflejo de la sociedad, el arte de contar historias. Un buen guion y los actores. Eso es el cine». Funde en negro. Toda la sala se levanta y aplaude a Garci. Incluso Torres Dulce dibuja una sonrisa comedida. FIN

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Audio de la conversación entre Garci y Torres Dulce
Vídeo de la conversación entre Garci y Torres Dulce
Programa de conferencias de la Fundación Juan March 2021/2022