El 30 de junio de 2016, a las 18H había casi 40º en una C/Pelayo abarrotada de gente. El calor humano se traspasaba de una piel a otra como si una ola de sudor impregnara los cuerpos apretados en los escasos siete metros de ancho que tiene la calle. Pero nadie quería perderse uno de los momentos más divertidos de la fiesta del Orgullo Gay, una especie de sanfermines que tiene Madrid, pero mucho menos cruento, sin animales torturados y mucho más divertido.

®Fotos y textos de Gabriel de Araceli


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