El amor en los tiempos del virus IV

Ya el campo estará verde, debe ser primavera. Lo saben los invisibles porque, de repente, con las lluvias de abril han rebrotado como las flores del cementerio, tirados en las aceras de las calles de la capital. Han resucitado los olvidados porque la muchedumbre que poblaba las calles y que los ignoraba ha desaparecido asustada por el microbio y ellos, ahora, ni siquiera mendigan. ¿A quién le van a soltar su monserga de miserias si nadie les escucha? A veces encuentran cartones para improvisarse un lecho y duermen la pesadilla de su ausencia existencial vencidos sobre el asfalto. Son la visibilidad de la civilización derrotada. El encuentro perfecto con la nada.

La calle Montera, Madrid, en los tiempos del virus

La calle Montera, Madrid, en los tiempos del virus


23 de abril, primavera, día del libro

UN HOMME ET UNE FEMME

 

Guion, montaje y dirección: Gabriel Azcona

Operador de Cámara: Rose Cataline

Fotografía: Mercedes Marañón

Duración del corto: 7’

 

SECUENCIA ÚNICA. Exterior, día, en los balcones de una calle desierta de Madrid. Dos vecinos, hombre y mujer, conversan cada uno en su balcón durante la cuarentena, el de la mujer está situado una planta más arriba. Hay un gran silencio. Miran a la calle. En una esquina hay un coche de la policía municipal parado. Más abajo, en otra esquina, un paseante enmascarado arrastra a un perrito que huele unos cartones abandonados en la acera y se mea sobre ellos. El hombre del balcón tiene aspecto atractivo, de unos cuarenta y siete años. La mujer es de edad parecida, también atractiva, visten ropa informal de estar en casa. Del interior de la casa de la mujer se oye la banda de sonido de la película “Un homme et une femme”. Son las ocho y cinco de la tarde.

MUJER (Sonriendo al hombre)

Hola, caballero, buenas tardes. Van creciendo los días…

HOMBRE (Devolviéndole la sonrisa)

Sí, parece que llega el buen tiempo, que el sol, por fin, nos alegra las tardes de encierro. Qué música más bonita escucha usted, señora.

MUJER

Un hombre y una mujer, muy romántica, ya no se hacen películas así, ahora son todas de violencia y de sexo, parece que si no sale una pareja gimiendo sobre un colchón no hay cine. Aunque a mí Lelouch, la verdad, siempre me ha parecido un poco ñoño.

[La música deja de sonar, ahora sólo se oye el revoloteo de los pájaros.]

HOMBRE

A mí me gustaba Anouk Aimée, yo adoraba a Anouk Aimée cuando la veía de chaval en el cine. Era la diosa que perturbaba mis fantasías, muy castas, no vaya usted a pensar mal, no, nada de eso, era como la chica de mis sueños con la que yo quería disolverme en la eternidad, compartir mi existencia, bueno, un poco mayor para mí, sí, por eso, tal vez.

MUJER

A mí, el que me gustaba era Mastroianni. ¡Me encantan las pelis románticas! Una giornata particolare, por ejemplo. ¡Bravo Ettore Scala! Fíjese qué situación tan parecida a la de ahora. Todos habían huido del edificio, iban a celebrar la victoria del fascismo, a festejar al mal que infectaba la humanidad. Los protagonistas, confinados en su soledad. Un ama de casa aburrida y un antisistema diferente comparten el rechazo social. La Loren, estupenda, aunque la vistieran con aquellos pingos. ¿Le gusta a usted el cine?

HOMBRE

Mucho, escribo historias para el cine, soy un cuentista profesional que se inventa líos que ilusionan a la gente, a las parejas, para que, después de que hayan visto la tele, se desparramen por los colchones y lo llenen todo de besos y de babas.

MUJER (sonriendo)

¡Qué profesión más bonita! Inventor de sueños. Estoy deseando salir a la calle y ver cine y que me cuenten historias de amor y lujo, aunque no tenga con quien compartir después los besos y las babas en el colchón. Vivo solita. Las pelis románticas, esas son las mejores, las que más me gustan, aunque sean mentira, ya sé que en el cine todo es mentira.

HOMBRE

No diga eso, señora, en el cine todo es verdad. Absolutamente todo, las dos horas que pasamos en el cine son las más auténticas de la giornata. Y lo que pasa es verdad, siempre. O qué se cree usted: ¿qué los actores no se besan de verdad? Uy, si yo le contara, he visto algunas cosas en los rodajes…

MUJER

¡Cuénteme, cuénteme cosas! Porque ya no están ni la Anouk ni el bello Martroianni, ni la dolce vita. Ahora todos son malvados y feos y las historias, repugnantes. A los chicos les da miedo besar a las chicas. Se pasan la existencia frente a una pantalla viendo series. Hacen el amor por whatsapp, virtualmente, sin mojarse. Los tiempos están cambiando. Ahora se esconden, y el dinero…

HOMBRE

¿Usted cree?

MUJER

Sí, mi hija, por ejemplo. Vive en Móstoles con su chica, en un PAU. Pillar un piso está dificilísimo. Entre las dos apenas si tienen para llegar a fin de mes. Le tengo que dejar dinero y a veces incluso les llevo comida, porque yo cocino muy bien, ¿sabe usted?

 

[Por el cielo revolotean las golondrinas, hay muchos pájaros. Desde el balcón los protagonistas observan como los municipales, aburridos, paran a un ciclista en la esquina desierta.]

 

MUJER (mirando a los polis)

Eso sí, mi hija me llama todos los días. Estamos muy unidas. Su padre me dejó, casi recién parida como el que dice. Yo trabajo en un juzgado de lo social, tramitadora, no crea, muchos exhortos y cautelarísimas sí, pero de escribir cuentos no sé nada. [Se miran desde sus balcones, hay una pausa] Así que usted es guionista, vaya, vaya. ¡Qué profesión la suya! Eso de inventarse historias de amor tiene que ser muy bonito.

[Los protagonistas miran desde el balcón como el policía habla con el ciclista, un jubilado viejecito:

   POLICÍA (saca la libreta de las multas, pero la guarda enseguida)

Márchese a casa y no salga, caballero, por su seguridad, por la de todos. Ya sé que es difícil, que necesitamos movernos, pero tenga paciencia. El gobierno dice que entre todos venceremos al virus. Quédese en casa.

El viejecito se marcha sin decir nada con la bici en la mano, casi agradecido. Los dos vecinos se miran desde la distancia de sus balcones y comparten una mirada de complicidad.]

HOMBRE

No crea, todas las historias de amor son iguales. Ya sabe, chico busca chica, chico encuentra chica, chico pierde chica, chico recupera a la chica. Le añades un nudo de equívocos, un personaje canalla, media docena de complicaciones, cuarto y mitad de sexo implícito y tensión sexual no resuelta hasta el final, feliz. Y ya tiene escrito el guion. No digo nada nuevo, eso ya lo decía Alfonso Sánchez hace cuarenta años.

MUJER

No sé, si usted lo dice. Yo sigo enamorada de Mastroianni. Seguro que entre ellos habría algo, porque no me diga que la Loren no sentiría nada por él, ¡con lo guapa que era, casada con un señor mayor, el Ponti. El ayer, hoy y mañana. Con esa fama de femme fatale, que arrastraba a los hombres en las pantallas… Yo, por muy casada que estuviera me dejaría arrastrar por el deseo. ¡El bello Mastroianni! Sin embargo, Jean Louis Trintrignant… pues no me pone. Como si fuera mi padre, correcto pero soso, no le veo en eso del explícito…

HOMBRE

Mastroianni tuvo una vida sentimental trágica. Créame que fracasó, las mujeres le atribuyen infinidad de romances, que las tenía a todas a sus pies, que era una máquina sexual. Mentira de cine. Normalito, normalito. Fue un perdedor. Todos sus amores le causaron tremendos duelos y complicaciones.

MUJER

Pero tuvo amores, líos, desconsuelos, su vida no fue nada gris, aunque las mujeres le comieran el páncreas. Yo le hubiera comido todo, explícitamente hablando.

HOMBRE (inquieto por lo que oye)

La leyenda supera al personaje y a veces lo conforma falsamente, más que el cine. Mastroianni fue un infeliz. El que se lo pasaba bomba en los rodajes, en lo explícito, vamos, era Paco Rabal. Ese sí que se reía de la vida. Amiguetes ambos.

MUJER

¡Cuénteme, cuénteme! A mí siempre me ha parecido Paco Rabal un señor interesante. Aunque dicen que a su mujer, a Asunción, le era infiel. De forma implícita, eso sí.

HOMBRE

Yo, señora, de lo que se dice por ahí no hago caso. Que si cuando Rabal iba a Roma a ver películas de amor, por supuesto, y Mastroianni le invitaba a fiestas con las mujeres más encendidas de Cinecitta. Provisiones pal viaje, decía. Que si cuando Mastroianni venía a Madrid y Rabal le invitaba, sin embargo, a los comités del Partido Comunista, que si sólo hablaba con Alberti y Pasionaria. En fin, habladurías, infamias, porque Mastroianni nunca fue intelectual.

MUJER

No lo entiendo, intelectual no sé, porque mira que fue amigo de Visconti, de Antonioni, de Fellini, de Polanski. Y en la cama… ¡Anda que no tuvo señoras! Hasta la Catherine Deneuve, que a mí particularmente no me gusta, me parece muy fría, no era mujer para Mastroianni, muy guapa, sí, pero muy fría. Mire, ahí Paco Rabal, la belle de jour, lo mismo hubo algo explícito entre ellos. Mastroianni se merecía alguna mujer más tórrida, alguna que le diera más amor. En el fondo tenía una mirada inocente, como necesitado de cariño. Lástima de hombre desaprovechado.

HOMBRE

Habladurías de la gente, yo esas cosas de las parejas las desconozco, se arreglan en el colchón explícitamente. Mi trabajo se limita a insinuar, a señalar, a sugerir fantasías, los guionistas escribimos para las mujeres porque es el público, mayoritariamente femenino, el que va al cine. Después, que cada una piense lo que quiera. Y si una mujer dice que le gusta la peli, pues contentos todos. Así me pagarán más en mi próxima historia.

MUJER (mirándole sin pestañear)

Pues yo, ahora, con el encierro me da por la cocina. Preparo unos spaguetti rabbiata maricona que ni el mismo Mastroianni los habría probado mejores. Y con un blanco chianti que me trae una amiga de Arezzo, no crea, lo tienen en el Mercadona, es que, vamos, cuando nos reunimos en casa todos me felicitan. Y de postre, pastel de cereza encarnada Lolita Ya Ya. Irresistible.

HOMBRE (temeroso de la mujer desvía la mirada a la calle)

No me cabe ninguna duda, ni el mismo Lucifer se negaría a probarlo.

  MUJER (sabiéndose vencedora)

Usted escribe y yo cocino. ¡Qué oficios más bonitos! Tiene que probar mi bacalao al pilpil, ¡para chuparse los dedos! Lo mismo me puede dar un papelito en su próximo guion. ¿Lleva mucho tiempo viviendo aquí? Porque me ha parecido verle alguna vez ahí, desde el balcón leyendo o escribiendo, pero claro, mi educación, me daba corte saludarle…

           HOMBRE (mira a la mujer con respeto)

Seis meses. La soledad me viene bien, aprovecho más el tiempo, escribo los guiones en un periquete.

MUJER

Pues deme su teléfono. Por si pasa tiempo sin vernos, por si no oigo ruidos en su casa, que con la cuarentena puede pasar de todo. Al padre de una amiga mía, un señor muy mayor, lo encontraron muerto en casa quince días después. No respondía al teléfono, no tenía whatsapp y pensaron que, como era tan raro, estaría bien. Olía toda la escalera a fiambre cuando entraron los bomberos. Un asco. Fue un vecino el que dio la voz de alarma. Figúrese qué plan. Y vamos a llamarnos de tú ahora que nos conocemos.

          HOMBRE (entregado)

Faltaría más. Estaré encantado en degustar tus exquisiteces gastronómicas y comerme todo lo que me ofrezcas. Tiene que estar delicioso por lo que tú me dices. Por cierto, no nos hemos presentado.

          MUJER (vencedora)

Yo me llamo Amadora, sí, un nombre poco frecuente, lo confieso, en mi familia todos somos muy cinéfilos, un poco excéntricos. Cosas de mi padre, que leía Cahiers du Cinema. Y qué plato prefieres, por cuál te decides. Aunque te encantará todo lo que yo hago porque soy una experta repostera.

HOMBRE

Tienes un nombre precioso y muy sugerente, lleno de matices delicados y reminiscencias cinéfilas. Tal vez, entonces, me agradará saborear tu pastel de cereza encarnada Lolita Ya Ya. Yo me llamo Marcello.

 

El hombre y la mujer se miran a los ojos y se sonríen. Hay un fundido en naranja crepúsculo y ambos, el hombre y la mujer miran hacia la calle vacía mientras suena de fondo el tema musical de Lolita, de la peli de Kubrick

FIN

Versión 1. 23 de abril de 2020. Ángel Aguado López

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El metro de Madrid en los tiempos del virus


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La lectura en los tiempos del virus