
Agustina de Champourcin
Refugio del amor y de los besos, de rododendros y lirios, de tulipanes y arándanos, de olivos y estafileas, de calas y salvias, de peonias y de acantos, de camelias y azucenas, de margaritas y narcisos, de lectores que aprovechan la sombra para leer a Darío, de niños que buscan a la rana Gustavo de vacaciones en la charca.
265 años lleva este jardín ilustrado madrileño, la Cuesta de Moyano a un lado, al otro el Prado y allá a su frente El Retiro. Pasear, andar entre las umbrías de los arces gigantes, de palmeras tropicales o cipreses levantinos donde tus labios saben a ambrosía y tu sonrisa llena de envidia a los mirlos… está linda la tarde y el viento lleva esencia sutil de azahar, yo siento en el alma una alondra cantar…
Dese prisa, visitante, los tulipanes explotan en abril y llenan de color, de belleza, de armonía los paseos silenciosos del jardín, efímeros como la vida, en tres semanas se apagará su torrente de color marchitado por el sol abrasador de esta primavera encendida de luz, de calor plomizo entre los bonsais.
—Sí, ja, ja, ja, lo he visto, ahí entre las hojas de la ciénaga.
Sí, el niño explota de alegría, la rana Gustavo le ha guiñado un ojo, semioculto en la hojarasca.
Fotos de Terry Mangino











