Fotografías de Terry Mangino
En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo, y así como don Quijote los vio, dijo a su escudero:
—La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer, que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.
—¿Qué gigantes? —dijo Sancho Panza.
—Aquellos que allí ves —respondió su amo—, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.
—Mire vuestra merced —respondió Sancho— que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.
(Don Quijote, capítulo VIII, primera parte)

El Alcázar es, en fin, lo que Segovia tiene de singular e irrepetible: la fortaleza palacial, muy romantizada, mucho más bonita que terrible a pesar de su grandeza; llena de color, rica de vuelos.
(Dionisio Ridruejo. Castilla la Vieja, Segovia)

Desde diversas perspectivas se puede admirar la prestancia y gallardía de este gran edificio. Por estar hecho de majestuosidad y tiempo, y también por haber sido emplazado en un lugar escenográfico que realza su atractivo como monumento, la silueta inconfundible del alcázar se ve desde todos los sitios, aunque desde algunos resulta especialmente llamativa la imagen que proyecta de síntesis entre palacio y fortaleza, entre residencia real y alcázar defensivo.

(Segovia. Guía de la ciudad. Pascual Izquierdo)















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