Escrito por Gabriel de Araceli. Fotografiado por Terry Mangino

          LA CLASE OBRERA VA AL PURGATORIO LA NOCHE DE SAN SILVESTRE. Cree que subiendo por la Avenida de la Albufera redime los excesos cometidos durante el año y se reafirma en su condición social de asalariado, sí, pero deportista. La clase deportista comparte un sudor colectivo, solidario ocupando por unas horas las calles ricas del Madrid pijo. Las calles de Concha Espina, de Serrano, la Puerta de Alcalá, el Paseo del Prado, Atocha, la Avenida de América sufren los zapatazos de corredores inofensivos, desclasados, sin casta. Es una ocupación mínima, una marcha verde pacífica que solo quiere quemar calorías y toxinas en un viaje autista del lujoso Estadio Bernabéu al humilde campo del Rayo. Ya no hay lumpen-proletarios en la clase obrera que corre hacia Vallecas, no hay reivindicación en su trote borriquero nocturno. La protesta, la manifestación, la lucha sindical se han transformado en una pugna contra el cronómetro y la báscula. —¡Matilde, que la he hecho en una hora! —le escribe Saturnino por el whatsapp a su mujer tras rebasar la meta—. Muy bien amor mío, pero no tardes en volver, que se nos enfría el cordero y tienes que recuperar lo perdido —le responde la dulce esposa mientras se pinta la uñas.

       La aristocracia del atletismo vuela más que corre. Son atletas. Van tan deprisa que casi ni se les ve cuando aparecen entre las tinieblas, por Cibeles. Un suspiro, una sombra silenciosa, ellos a lo suyo, a triunfar, miran de reojo al adversario para descubrirle alguna duda, alguna fatiga que exprese cansancio, un desfallecimiento en sus rostros de póker, algún resquicio por donde atacarle. Pero son de mármol, estatuas aladas inexpresivas, ninguno de la élite transmite nada en sus miradas al vacío de la noche negra. La vecindad vallecana les espera agazapada en los bares, o acechando por las aceras. Deja la cerveza y aplaude al junco que cimbrea sus zancadas por el bulevar del payaso Fofó camino del más allá. O le llena el rostro de espuma como una broma inocente que le haga visible en la oscuridad. Y de golpe, un pórtico luminoso abre el campo del Rayo y una multitud les grita y les grita y les grita y llegan a la meta y todo se acaba. «¡Mierda, quince segundos más que el año pasado! Y eso que llevo las zapatillas de Kipchoge» piensa para sí el atleta aristócrata.

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Abadía y Ramos, la aristocracia, pasan destacados por Cibeles, Km 4. Después serían tercero y noveno en el campo del Rayo.

          Entre la aristocracia, el vencedor de la San Silvestre 2019 fue el atleta de origen somalí Bashir Abdi, que recorrió los casi diez km en 27’47”; a 2’46” el Km. La primera mujer fue la etíope Helen Tola Bekele: 30’50”. Acabaron la prueba 1239 aristócratas. 33330 obreros se redimieron en el purgatorio para inflarse después de cordero y de uvas.