2.222 palabras. ¿Podrás con él?
Gabriel de Araceli
–¿Sabes cuál es la diferencia entre un tanga y un camisón?
Terry se quedó mirando a Carmelita sin saber qué decir. Carmelita tenía esas cosas, de pronto soltaba al aire una cuestión imposible y Terry se veía en un callejón sin salida. No, no sabía la diferencia entre un tanga y un camisón. Bueno, sí. Bueno, no. Cualquiera sabía qué se le había pasado a la Flórez por el cacumen. Sonrió una mueca estúpida a modo de respuesta.
–Cómo sois los hombres, enseguida os quedáis callados –dijo Carmelita–. Piensa un poco.
Terry tiró las fotos que tenía entre manos, se quedó mirando a las musarañas para desentrañar el misterio. Los Feroculus paracrocidura tampoco le ayudaron mucho, por lo visto los bichitos no sabían la diferencia entre tangas y camisones.
–A ver, Terry. Piensa un poco, que eres un hombre –repitió mordaz la Flórez.
El Mangino se encomendaba al demonio. Ni por esas, nada, Terry se sentía un ratoncito en las manos de un gigante, en las manos de Carmelita. Y mira que lo sabía. Sabía que haber fotografiado guerras no le infería ninguna ventaja para adivinar qué intrigaba Carmelita. De nada le valía haber conocido el peligro si una mujer disparaba primero. Un camisón, un tanga. ¡Joder! Son armas de guerra, ¿no?, se las ponen las mujeres para asustar a los tíos, pensó, ¡o se las quitan!, pero no daba con la respuesta. Sonrió como un estúpido.
–A veces los hombres os hacéis el idiota –dijo Carmelita–. Un tanga tiene un tirante para sujetarlo a la cadera, así, ¿ves? –Y Carmelita se levantó el camisón y le enseñó la cadera–.
Efectivamente, el trapo con el que apenas si Carmelita tapaba su intimidad se anudaba en la cadera con un lacito coquetón, un lacito negro a punto de desprenderse a poco que se tirara de él. Terry enmudeció, parecía que le hubiera explotado una granada de racimo lanzada desde un Mig 31.
–Sin embargo –continuó Carmelita–, el camisón tiene un tirante que se apoya sobre el hombro de la mujer que evita que el peso de la prenda recaiga sobre el pecho. En realidad, un camisón se basa en el principio físico del puente de cantiléver, es decir, el camisón se diseña para que moldee el busto femenino y lo convierta en un todo isostático, de forma que lo distribuye en una serie de masas corpóreas contrapuestas, contrapesos simplemente apoyados en sus extremos por ménsulas en vanos alternos que se enlazan entre sí por lazos apoyados en los extremos de los hombros. Con este sistema se tienen las ventajas de la viga continua y de la estructura isométrica: el pecho femenino queda resaltado, porque la ley de momentos flectores tiene signos alternos en apoyos y centros de vanos parejos en todo el plexo solar. Y por tanto, sus valores máximos son coincidentes en ambos hombros, porque sus esfuerzos no se ven afectados por las deformaciones del sujetador donde se apoya, condición fundamental y en ocasiones determinante cuando ambas tetas no son iguales. Ya sabes, mi vida, que los pechos de las mujeres no son iguales, no, el derecho suele ser más grande porque la parte izquierda del tórax alberga al corazón. Eso lo saben muy bien los diseñadores del Wonderbra, que hacen esos teteros maravillosos que tanto gustan a los hombres, bueno, a las mujeres sobre todo –dijo Carmelita Flórez de un tirón.
Terry Mangino no dijo ni pío, tampoco sabía qué decir. Sabía que era inútil hablar cuando una mujer hablaba, cuando ella llevaba la voz cantante. Carmelita continuó su explicación.
–El camisón cantiléver tiene otras ventajas sobre el camisón habitual y muchas diferencias respecto al tanga. En primer lugar, se pueden fijar los tirantes y hacer móviles los canesús, acumulando en ellos las deformaciones producidas por el aumento de la temperatura corporal en el pecho y expulsándolas al exterior, algo muy corriente en una mujer ante la presencia de un hombre. ¿Comprendes, querido? –dijo Carmelita intuyendo que Terry no había comprendido nada. Prosiguió.
–Un camisón basculante tiene su razón de ser en las diferentes longitudes de ondas producidas por las variaciones isocinéticas que transfiere el movimiento femenino al pasar de un plano vertical a otro frontal, es decir, y con este ejemplo lo entenderás rápidamente, en la observación que sugiere a simple vista la representación gráfica hiperboloide de la traslación de las carnes, que no es otra cosa que un dibujo en sistema diédrico de la curva que describen las tetas al moverse. Cuando la mujer gira sobre sí misma se produce una fuerza rotacional ascendente que se traslada desde las caderas, donde se anuda el tanga, a la parte superior del tórax, a las tetas, vamos, y todo el conjunto tablero-contrapeso, es decir tetas-tetero se desplazan del centro de gravedad del cuerpo, digamos que ese punto correspondería al ombligo, hacia el exterior del plano sagital que una señora mantiene al estar de pie de forma pendular, derecha-izquierda, arriba-abajo, lo que sin duda confiere a las curvas femeninas una especial gracia y en los hombres una aprobación de lo que, podríamos denominar gráficamente como curva sinusoidal antero-pectoral. En resumen, les bailan las tetas. Por eso, a las mujeres les gusta en su gran mayoría asistir a escuelas de danza. ¿Comprendes ahora, Terry?
Terry parecía un presidente en funciones. Ponía cara de memo y miraba al tendido, a Carmelita, que prosiguió con su explicación.
–Ahora bien, apenas si se le ha buscado una aplicación práctica a la simple adecuación de la Conjetura de Fermat en la biónica que engarza las formas modulares y las curvas elípticas, es decir, en el diseño de los sujetadores. Está demostrado que tn≠c1n+c2n para todo número n entero mayor que 2, donde t representaría el número de tetas y c1 y c2 el número de copas receptivas. No quiero adentrarme en los detalles de la prolija demostración, eso de sobra lo sabes tú. Pero si accionamos mediante un sistema hidráulico, o con la mano, los tirantes basculantes del camisón conseguiremos una estructura muy singular y moduladora, porque el tramo móvil de las tetas aumentaría considerablemente su recorrido natural al desplazarse balísticamente sin tener que soportar el peso superior de ningún otro vestido, compensando así los tramos colgados asimétricos laterales de cualquier otra prenda, bien sea esta una estructura resistente rígida, por ejemplo un tetero de mercadillo con armadura de acero oxidable, ¡un asco!, ¿sabes?, bien sea esta una estructura resistente liviana de seda natural con encajes de Holanda, por ejemplo un tetero haute couture Christian Lacroix. ¿Comprendes?, Terry, amor mío –terminó Carmelita la perorata.
A Terry no le cabía ninguna duda, todo estaba clarísimo. Sabía por experiencia que cuando las cosas se ponían complicadas lo mejor era quedarse en el refugio y no exponerse al fuego enemigo. La física no era su fuerte. Lo único que comprendió fue no sé qué de balística y no sé qué de un puente cantiléver que pasaba del plano vertical al frontal y por un momento pensó en aquellas fotos que tomó siendo un joven reportero cuando los croatas volaron el puente de Mostar. En el fondo era un cobarde, le dijo a Carmelita que sí con la cabeza.
-Pero la diferencia fundamental entre un tanga y un camisón es la curva que sujeta las partes íntimas de la prenda. La forma ideal de un tanga sería un triángulo cuyo vértice inferior, el que se presume más cerca de la parte íntima femenina, fuera disminuyendo, con lo que los tirantes laterales del tanga se elevarían por la cadera y enlazarían con otro tirante que ascendería por entre ambas nalgas hasta encontrarse los tres en la parte lumbar, sobre la vértebra LIII, que denominaríamos punto G. Esto daría al cuerpo de la mujer un atractivo especial. Sin embargo, y fíjate bien –Carmelita no paraba, Terry se había rendido a las declamaciones descriptivas de la chica–, en el camisón esta estructura portante no funcionaría. Aquí es recomendable una catenaria invertida simple, que no es, como tú piensas, una parábola. No, en realidad tiene la forma del coseno hiperbólico, como los puentes atirantados actuales, porque aquí, la torsión de una teta es insignificante respecto a la flexión que se produce por la deformación general del sujetador. Si en un principio la finalidad de los tirantes era crear una serie de apoyos adicionales al relleno y realzar el busto, ahora eso es innecesario desde que la liberación de la mujer y los movimientos feministas que pregonaban el rechazo al sujetador han conseguido que cada vez las mujeres lo utilicen menos. Por eso, los creadores de corsetería se han visto obligados a diseñar sus modelos inspirándose en los puentes de luces grandes, este planteamiento ha evolucionado hasta considerar a los tirantes como un medio de sujeción casi continuo dada la elasticidad del tejido humano. Cuando ves un puente en cierto modo pareces ver un sujetador y cuando ves un sujetador en cierto modo estás viendo una síntesis textil de un cálculo de estructuras colgantes, un puente, que permite a las mujeres un equilibrio de masas que no sería posible sin su uso. Las tetas quedarían a su libre albedrío y el desequilibrio de fuerzas les provocaría dolores musculares en la espalda, cuando no lesiones irreversibles. Pero la misión de un camisón no es la de sujetar una masa muscular, no, porque se usa cuando vas a dormir y en posición horizontal, por lo que la proyección vertical del peso del pecho femenino no afecta tanto al desplazamiento intervertebral predominante en la posición erecta. El camisón no tiene misión portante, sino aislante, o seductora. Por eso el tirante del camisón es mínimo, como el del tanga.
Carmelita miró fijamente a Terry. Terry a veces no entendía a las mujeres. En el Hotel Palestina se salvó de milagro del obús que un tanque Abrahams lanzó sobre los corresponsales que allí se alojaban. Murieron varios periodistas españoles. El gobierno español miró para otro lado. Y cuando en la explanada de las mezquitas el ejército israelí disparó indiscriminadamente a los palestinos que lanzaban piedras a Ariel Sharon matando a siete de ellos, Terry pudo salir indemne y enviar unas fotos que se publicaron en todo el mundo. Sin embargo, Carmelita tenía algo que le paralizaba, no sabía qué, por mucho aplomo que le había dado la vida de reportero la Flórez siempre le arrinconaba con sus palabras y nunca podía zafarse de sus argumentos irrefutables. ¿El tirante del tanga? No, no era eso. Carmelita continuó.
–Ahora bien, y con esto termino, a poco que conozcas algo de la evolución histórica del arte observarás que tanto en tiempos de Nefertiti como en la Grecia clásica las mujeres se ceñían el pecho con objeto de hacerlo más atractivo a las miradas masculinas. La seducción ha sido siempre una norma o un arma en el alma femenina. Qué crees que relajaba a Akenatón cuando llegaba cansado de pelear durante dinastías con las tribus levíticas, qué crees que era lo primero que hacía. Sí, eso, sólo le quedaba el consuelo de contemplar absorto la belleza de su esposa Neferu Aton, alias Nefertiti, luciendo la estola sagrada que colgaba de sus hombros a través de tirantes de seda mesopotámica. O cuando el dios supremo Zeus paseaba por los campos elíseos tras haber dirimido sus cuitas con Marte, ¿qué crees que deseaba? Sí, no otra cosa que contemplar la belleza serena del talle elevado que lucía Afrodita gracias al milagro de fruncir su túnica justo por debajo de sus senos. En el fondo, tanto Nefertiti como Afrodita no hacían sino aprovecharse de los principios físicos que antes te he enumerado: la conjetura basculante de fuerzas contrapuestas en los momentos flectores de las ménsulas sobredimensionadas; y el principio del puente cantiléver de distribución en catenaria de las masas flotantes, las tetas, ajustadas a un momento sinusoidal alternativo positivo-negativo en ángulos inferiores a 180 grados. Esa ha sido siempre y será la mejor arma de una mujer. El alma femenina es audaz y renueva en cada época los viejos trucos. ¿Comprendes ahora, cariño mío, la diferencia entre un tanga y un camisón?
Carmelita sonrió con una sonrisa cantiléver. Sus dientes blanquísimos resplandecían tanto que Terry se inquietó más aún. No sabía qué decir, se había quedado catatónico. Se sintió Draghi cuando aquella activista de Femen se subió a la mesa de conferencias y le arrojó a la chepa papelitos. Gracias a que el Draghi se acojonó Terry consiguió unas fotos que dieron la vuelta al mundo. ¡Qué careto de terror que puso el Draghi! Parecía que le atacara un ejército yihadista, el gurú de la economía, el sacamantecas de los gobiernos allí escondido, bajo la mesa, porque una chica le tiró confetis a la cara. Recordó aquellas fotos, la chica saltando, los escoltas corriendo, Draghi cagado, la chica tan contenta, él disparando su cámara, tres cachas la sujetaban con fuerza desmedida y ella riéndose de todos, gritando, le habían casi arrancado la ropa, medio desnuda, se le veía, se le veía el tanga…
–No hay ninguna diferencia, bobo –sentenció Carmelita. La Flórez se desprendió del camisón y descorrió los lacitos coquetos que sujetaban su tanga y este, sin ataduras, se deslizó libre por la entrepierna cayendo al vacío.
–Ves –le dijo–, las dos prendas sirven para lo mismo, para quedar arrugadas en el suelo. Anda, ven.
Terry Mangino entendió de golpe la teoría de la relatividad.
©Fotos cantiléver y acuarela de Ángel Aguado López
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