Teodosia Gandarias

Zaragoza es el sexto Episodio Nacional, escrito por Galdós entre marzo y abril de 1874, dos meses después del golpe de estado del general Pavía contra la primera república española (no es cierto que el golpista entrara a caballo en el Congreso de los Diputados), asalto que dará paso a la dictadura republicana, previa a la restauración borbónica de 1875 con la coronación de Alfonso XII. La fecha de escritura de Zaragoza coincidirá después con el tiempo narrativo de la segunda parte de su novela “Fortunata y Jacinta”. En ese momento histórico, 1874, don Benito es un joven escritor de apenas 31 años que goza ya de un amplio prestigio literario. La aplicación cuasi espartana y el oficio con los que Galdós se entregaba a la escritura le llevó a escribir los diez primeros Episodios, los de las guerras napoleónicas, en apenas dos años, entre 1873 y 1875.

Dentro del friso de novelas históricas emprendido por Galdós, Zaragoza cuenta la destrucción de la ciudad durante el segundo asedio que sufre por las tropas napoleónicas, de diciembre de 1808 a febrero de 1809. La ciudad queda reducida a escombros y según don Benito, la población, atacada por la artillería, las minas, las granadas de mano y las bayonetas del imperio de Francia sufre más de 53.000 pérdidas humanas. A lo que contribuye también la epidemia de tifus que asola a sus habitantes.

La novela es un ejemplo de la febril creatividad literaria de Galdós. Casi un manual para escribir novelas descrito en los rasgos característicos y personalidades con las que modela a sus personajes protagonistas y secundarios, la habilidad fabril con las que desarrolla trama principal y accesorias, la arquitectura moduladora de su espacio dramático, tiempo de exposiciones y planteamientos narrativos, punto de ruptura y desenlace. La maestría narrativa de Galdós no se limita a una alabanza épica de los defensores y exaltación del patriotismo con que se enfrentan a los invasores bárbaros, sino que, además de repartir críticas a la avaricia de los frailucos que acaparaban vino y viandas en sus conventos sin compartirlo con la tropa heroica, encierra también un folletín amoroso entre dos jóvenes pertenecientes a dos clases sociales diferentes, un “Romeo y Julieta” aragonés, Agustín de Montoria y Mariquilla Candiola, amantes en mitad de una batalla atroz que destruye su entorno sin afectar a su amor. La novela está narrada en primera persona por el conductor de toda la primera serie, su personaje Gabriel de Araceli, que aquí no persigue a su amada Inés, sino que es testigo del amor de otros jóvenes. Agustín es el hijo menor de un influyente político y patriota, don Manuel de Montoria, representante del bien, que le ha destinado a la carrera eclesiástica y que sin duda alcanzará el tocado obispal, aunque la guerra y el amor por una mujer le desvíe temporalmente del claustro. Sin embargo, y he aquí la dificultad de la relación, Mariquilla es hija de un prestamista y usurero, odiado por toda la ciudadanía, antipático e insolidario con el esfuerzo bélico que acometen los vecinos. Y para mayor desprecio, de procedencia judía, nacido de los chuetas mallorquines. El representante del mal.

Ese es el conflicto terrible que marcará el amor de los protagonistas y lo que da actualidad a este episodio de Galdós, Zaragoza es entonces como la franja de Gaza ahora, las dos sufren las consecuencias de las pasiones de la locura humana que mueve los destinos del mundo:

 Por un lado, la maldad del judío, abominable personaje ajeno al drama nacional que sufre la ciudad, interesado sólo por su fortuna, sus bienes materiales y su dinero, sin sentimientos humanos, egoísta, odiado por el resto de los vecinos, enfrentado a la causa común contra el francés, aunque recibirá el castigo literario de ver sus posesiones arrasadas por el fuego del invasor al que no quería oponerse y con el que emocionalmente se sentía próximo. Tampoco le valió de mucho la rapiña al jefe del ejército opresor, el Netanyahu de entonces, el mariscal Lannes, robando las joyas del manto de la imagen de la virgen en febrero de 1809. Lannes falleció tres meses después en la guerra contra Austria. Fue como si el destino se hubiera resarcido cobrándose una deuda de sangre.

Y por el lado bueno la épica y patriotismo de los Montoria, antagonistas del tío Candiola. Ellos son las víctimas del extranjero napoleónico que sufren la agresión sangrienta, defensores acérrimos del orden nacional encarnado por el general Palafox y devotos todos de la virgen del Pilar.

Y el escenario de ruinas (y eso revierte a la actualidad a la novela galdosiana), escombros, las escenas de destrucción y cadáveres ensartados en las bayonetas napoleónicas que escribe Galdós son iguales que las imágenes de cadáveres amortajados y bebés muertos, nacidos de una cesárea sin anestesia que ahora contemplamos a diario en los informativos de la televisión. Una carrera hacia la muerte en la franja de Gaza 215 años después de la de Zaragoza. Los blindados judíos que sepultan Gaza son el equivalente a los cañones del mariscal Lannes, el encargado por el sátrapa Napoleón de arrasar Zaragoza.  

Sabemos por los medios de información occidentales destacados en la franja que los informativos de la televisión de Israel no ofrecen a la ciudadanía hebrea imágenes de la destrucción que sus tropas cometen a diario en territorio palestino. Así, la opinión pública de Israel carece de información de lo que pasa ahí, es ajena al dolor que sufre la población civil, desconoce la muerte de los bebes prematuros, no sabe de los miles de muertos del furor de Netanyahu, no conoce la destrucción de hospitales ni el exterminio de civiles que sus tropas cometen a diario con la excusa de buscar terroristas en los quirófanos. Algo parecido a la manipulación informativa que sufre la población rusa desconocedora también de las atrocidades que el ejército de Putin perpetra en Ucrania.

El heroísmo de los defensores sirvió de poco y Zaragoza se rindió el 21 de febrero de 1809. Aunque poco tiempo le valió al invasor la conquista. En agosto de 1813 las tropas napoleónicas se rindieron. Se aproximaba el fin del imperio de uno de los más terribles genocidas de la historia, Napoleón, que sucumbiría en Waterloo apenas dos años después. Zaragoza y Gaza, principio y fin.


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