El 19 de marzo y el 2 de mayo. Benito Pérez Galdós

Fotos de Terry Mangino

La multitud es un río, cuyo nivel no puede subir cuando recibe el caudal de otro río, y tiene que acomodarse juntando carne con carne y hueso con hueso, hasta que desaparece la personalidad humana en el informe conjunto. Esto pasó cuando los franceses penetraron en la estrecha plaza, y una tempestad de silbidos, reconvenciones e insultos fue la primera manifestación del pueblo español contra los invasores. Entre tanto el desconcierto crecía, la sofocación iba en aumento.
Percibía vagamente figuras y formas de esas que no pertenecen al mundo visible, ni a la humanidad, ni a la fama ni a la flora, ni al cielo ni a la tierra, sino a cierta misteriosa geología, a yacimientos que contradicen todas las leyes de la estática y la dinámica; percibía una fantástica y continuada concatenación de colores geométricos que se enredaban en mi cuerpo como culebras y en aquellas trasmutación de lo físico y lo moral, se verifica el fenómeno de que un color me dolía y un objeto semejante a una espada, a un cangrejo o a una arpa pronunciaba palabras incomprensibles.
…¡Y los chicos más desarrapados se aventuraban entre los pies de las cabalgaduras para golpearle, y las mujeres le arrojaban el fango de las calles, menos repugnante que las exclamaciones de los hombres, y estos no disparaban sus escopetas por temor de herir a los soldados!
Veíanse muchos hombres envueltos en mantas, con sombreros manchegos y abarcas de cuero, otros tantos cuyas cabezas negras y redondas adornaba un pingajo enrollado, última gradación de turbante oriental; otros muchos calzados con la silenciosa alpargata, es pie de gato que tan bien cuadra al ladrón; muchos con chalecos botonados de moneditas, se ceñían la faja morada, que parece el último girón de la bandera de las comunidades…