Rafael Alonso Solís

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      Hace poco más de un mes se cumplían 75 años del fallecimiento de Manuel Chaves Nogales, ocurrido sobre la mesa de operaciones de una clínica inglesa, cuando sobrevivía a uno más de sus exilios concatenados. Puede que muchas personas, fuera del entorno de los escritores de periódicos o los amantes de la literatura de campaña, se pregunten acerca del motivo por el que algunos lo contemplamos aún con el respeto que genera lo auténtico. Especialmente en una época en que corren malos tiempos para la lírica, el rock de barrio y el periodismo de trinchera. Tal vez por eso su aniversario haya pasado sin pena ni gloria. Por eso es de agradecer que, al menos, TintaLibre le dedique un recuerdo en su número de este mes. Conocí a Chaves Nogales –y es necesario citarlo con sus dos apellidos para no confundirlo, tanto con políticos bajo sospecha como con periodistas locales situados en el polo ético opuesto– gracias a la lectura de Las Armas y las Letras, de Andrés Trapiello, en la magnífica segunda edición de su libro, publicada en 2010. Como yo mismo escribí en una columna hace casi una década, la mirada que se percibía en las fotografías de Chaves Nogales resultaba rigurosamente coherente con la que él contemplara los acontecimientos que se sucedían en España y en Europa durante la época en que participó en ellos como observador de privilegio, y mostraba a alguien que dotaba de credibilidad a cualquiera de sus escritos. Decía entonces que esa mirada, “ligera de equipaje y casi desnuda”, parecía haberla posado sobre el mundo y la historia por la que había pasado, nada menos que “en medio del final doloroso de una guerra civil o del transcurrir de una contienda mundial”. No me importa repetirme ni plagiar mi sentimiento de entonces, porque Chaves Nogales continúa estando de actualidad –por brillantez, honradez y estilo–, y porque el ejercicio de contrastarlo constituye un instrumento, tanto intelectual como político, necesario. Hay que releer, particularmente en la actualidad, A sangre y fuego, su imprescindible relato del Madrid de la resistencia –la que lleva del “no pasarán” al “ya hemos pasao” de los fascistas de ayer y de hoy–, en el que “los personajes que intento manejar a mi albedrío, a fuerza de estar vivos, se alzan contra mí y, arrojando la máscara literaria que yo intento colocarles, se me van entre las manos, diciendo y haciendo lo que o, por pudor, no quería que hiciesen ni dijesen”. Hay que reconocer, en las imágenes que nos asaltan y nos amenazan estos días, su descripción de los “pistoleritos flamencos y señoritos con rifle”, que hace en La República y sus enemigos, cuando el periodista percibía ataques “a derecha y a izquierda”. Y hay que revisar su preocupación acerca de lo que pasaba en Cataluña, y sobre la estupidez y soberbia de las dos caras del nacionalismo –que, en realidad, son la misma–, y cuya confrontación beneficia siempre a ellas, mientras jode al resto del personal.

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Portada del diario AHORA, del sábado 14 de febrero de 1931, en el que se muestra, dos meses antes de la proclamación de la República, la delicada situación política en la que se encontraba el país. Chaves Nogales figura como subdirector en la mancheta. El periódico pertenecía a Luis Montiel, propietario que fue de la revista SEMANA y del diario deportivo AS, ubicado en el mismo edificio de la Cuesta de San Vicente. Ambas publicaciones sobreviven en la actualidad.

El periodista que estuvo allí

Ángel Aguado López

     Chaves Nogales fue ante todo periodista, un romántico que se veía en el deber de explicar con claridad los acontecimientos que le tocaron vivir en el agitado primer tercio del siglo XX en Europa, sobre todo en España. Su oficio pretendía que el ciudadano tuviera conocimiento de lo ocurrido, que la sociedad pudiera formarse una opinión pública, tan necesaria en el desarrollo de la democracia. Ese gran propósito que inspira el periodismo.

      A veces, sus crónicas resultas inocentes porque le podía la verdad. Su deseo de un país mejor se topaba con la convulsa realidad de un tiempo que terminó en tragedia. En su libro “La República y sus enemigos”, un compendio de sus reportajes como periodista en el diario AHORA, se muestra como un notario de aquella actualidad revolucionaria que todos quería subvertir. Y en ellas se augura ya el trágico final en el que desembocaría aquella experiencia de libertades nunca antes vista en España.

      Llaman la atención las informaciones que hace sobre la revolución de Asturias, octubre de 1934, en las que acusa a los mineros de ser los causantes de los destrozos producidos en Oviedo, quizás mimetizando los excesos producidos por los bolcheviques durante la revolución rusa de 1917. Chaves Nogales se olvida de mencionar en esas crónicas las atrocidades cometidas por los regulares y las tropas legionarias comandadas por el coronel Yagüe y dirigidas desde Madrid por el general Franco. Excesos que aplacó en parte el general López Ochoa, y que le valieron a Ochoa el enfrentamiento con ambos compañeros de milicia y la posterior ejecución por las hordas populares que asaltaron el hospital Gómez Ulla en agosto de 1936, donde se encontraba convaleciente.

 

[EN LA COMANDANCIA MILITAR DE OVIEDO, UN INDIVIDUO QUE DIJO SER PERIODISTA INTENTA MATAR A UN TENIENTE DEL TERCIO

        OVIEDO. 27.— Esta tarde se presentó en la Comandancia militar un individuo que dijo ser periodista y que iba a hacer información de los sucesos. Se le permitió la entrada, y ya dentro de la Comandancia, al encontrarse con un teniente del Tercio, de nacionalidad rusa, se abalanzó sobre él. El teniente sacó la pistola e hizo un disparo contra el desconocido, que quedó muerto. (Un ejemplo de breve redactado por Chaves Nogales informando sobre la situación en Asturias)]

 

      En “El maestro Juan Martínez que estaba allá” relata la experiencia accidental en la que se vio envuelto el artista flamenco Juan Martínez, al que conoce por casualidad en París, en 1934. Juan Martínez y su pareja Sole, bailarina, se vieron atrapados sin quererlo en la revolución bolchevique de 1917, durante un periplo por San Petersburgo, por Moscú, por Kiev, y durante cuatro años lucharon por la supervivencia en mitad de una guerra en la que las atrocidades perpetradas sobre la población por bolcheviques, mencheviques, zaristas y anarquistas dejaron un país exhausto y vendido al horror. Tiempos atroces que desembocarían en el comunismo leninista, el posterior terror estalinista, en el fascismo italiano, en el ascenso del nazismo, en la Guerra Civil española y en el apocalipsis de la 2ª Guerra Mundial.

      El paso del tiempo ha convertido la narrativa de Chaves Nogales en una referencia necesaria para descifrar aquellos momentos intensos de la historia de España. Imprescindible leer a Chaves Nogales.


Alfredo Fernández Alameda, duque de Las Minas

     Es de agradecer que alguien se acuerde de este honrado periodista y humanista republicano, denostado por ambos bandos durante la guerra y referente imprescindible para comprender la realidad de unos hechos relatados con una mirada sin más filtro que el de la sensibilidad, inteligencia y objetividad.


Enlaces relacionados:

La vuelta de Celia Gámez

Diario AHORA, 14 DE FEBRERO DE 1931

Chaves Nogales, reportaje en RTVE