Gabriel de Araceli, texto y fotos
El sistema ha conseguido camuflar la reivindicación del 1º de mayo en una suerte de fiesta familiar donde se confunde el día de la madre con el consumo en las grandes superficies o las escapadas turísticas de fin de semana. La crisis económica ha hecho estragos en las economías y en las conciencias de los trabajadores, que apenas si acuden a las manifestaciones a expresar su rechazo a las reformas laborales que han sufrido o a las medidas desreguladoras que desde hace décadas se han impuesto en las economías de occidente. Bien por la poca concienciación social de los que tienen un empleo y lo guardan celósamente, por el fracaso de los sindicatos, por los entretenimientos tecnológicos que absorben a la juventud o por los nuevos hábitos sociales el caso es que de año en año los manifestantes son cada vez menos y el 1º de mayo se convierte en un paseo de nostálgicos para airear sus enmohecidas banderas y entonar viejos lemas con aroma de memoria del abuelo. La contrarrevolución económica neo-conservadora ha vencido por aplastamiento. Décadas o siglos de lucha por los derechos de los trabajadores no son sino unas líneas anecdóticas de un tiempo que pudo ser, pero que con la desidia de los currantes y la estrategia conspirativa del sistema se quedó en utopía.
Qué título más acertado, porque: ¿qué trabajo?,¿ese que en la vida de tanta gente brilla por su ausencia? o ¿el que injustamente relumbra por su precariedad?…
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