Agustina de Champourcín
Idus de junio. Tormentas y rayos. Temprano, de buena mañana Orfeo, o Víctor, descendió al Hades, al riachuelo Perales, casi seco, en busca de Eurídice, su amante de ojos glaucos, niña aún, sus rostros se cruzaron no ha mucho tiempo antes y prendió en ellos el fuego del amor, imposible por sus orígenes. Sus familias, ambas ricas y enfrentadas por las propiedades, se disputaban las lindes de los campos, codicia del trigo, de la cebada, pleitos antiguos que se perpetuaban de generación en generación, enemigos sin saberlo, amores prohibidos. Víctor y Eurídice. Omnia vincit amor. Buscando mis amores iré por esos montes y riberas, ni cogeré las flores, ni temeré las fieras. El cielo raso se cubría de nubes y allá en las cumbres de la alta sierra, en el palacio-monasterio de granitos berroqueños de El Rey Prudente la borrasca amenazaba con el trueno la paz de los hombres. El vivir que es perdurable no se gana con estados mundanales ni con vida delectable donde moran los pecados infernales. Víctor y Eurídice se regalaron todo su amor bajo la sombra de una higuera, qué importaban las familias si ellos se amaban, si en la tarde amenazante de lluvia brillaba el beso y la promesa eterna de felicidad. Y el placer conjugado en la piel amiga se deshacía en promesa perpetua de alegría. Tisífone, vigilante de que los mortales cumplieran las leyes, los descubrió en pecado mediada la tarde. Y Eurídice, niña de ojos glaucos, sorprendida como Eva, se tapó la desnudez con las hojas del árbol del Paraíso para evitar la mirada severa de la erinia que castigaba con la muerte al infractor.

—Regresa arrepentido a tu morada de la que nunca debiste salir, mortal Víctor, que tu pecado es grande porque habéis quebrantado la voluntad de vuestras familias, aunque la juventud de vuestros cuerpos regios y el deseo irreprimible os exime de vuestros pecados. El fruto del amor es efímero y pronto no será sino un recuerdo perdido en la breve memoria que la vida otorga a los mortales. Seré generosa y perdonaré esta vez vuestra falta. Pero, ¡oh Víctor!, retorna a tu pueblo, a Brunete de la batalla terrible de los hombres necios desde el que viniste y no vuelvas la vista atrás, olvida el rostro de Eurídice y no trasgredas la ley de los dioses que prohíben vuestro amor —dijo la furia.

Y Víctor emprendió el camino de regreso con el corazón encogido porque la diosa les prohibía también su querer y les obligaba a obedecerla. Si no, Eurídice, niña de ojos glaucos, pronto no sería más que una sombra en la noche de su juventud. Largo era el camino de vuelta. Ya no era una amenaza de tormenta, que era la locura desatada de las furias. La lluvia le golpeaba el rostro y su albergue del labrantío quedaba lejos, aún a más de dos leguas, tronaban los relámpagos y la noche estallaba entre las lindes disputadas por las familias enemigas. La nostalgia de la pasión le llevaba a quebrantar la prohibición dictada por la diosa. ¡Esfuérceme en la virtud para sufrir esta afrenta que me llama! El rostro de Eurídice, espléndida y venérea ninfa de ojos glaucos, le requería volver la vista atrás y sucumbió al deseo de recordar de nuevo la figura reluciente de su amada. La tempestad llenó de quebrantos la negritud de la noche, el cielo se desgajó en mil cuchilladas de rayos y centellas. Tisífone, rencorosa, no perdona los pecados de los hombres y castigó con crueldad infinita la falta del amante. Al volver la vista atrás Orfeo vio por última vez la senda que nunca volvería a pisar.

Un rayo mató a Víctor Molero el 12 de junio de 1915. Venía de visitar a su prometida, Eurídice, que atendía con mimo su deseo, sus deseos, en el vecino lugar de Quijorna. El fruto del amor quedó impreso en la roca de la memoria eterna. Orfeo, te perpetuaste en el tiempo a través de una lápida. Tu recuerdo pétreo entre las azucenas olvidado, Víctor, es más prolongado que tu corta vida.

Transcripción del acta de enterramiento de Víctor Molero y Rufo que se encuentra en la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Brunete, Madrid.

Número 24; Adulto. Víctor Molero y Rufo Hijo leg. de Francisco y Vic toriana. Falleció el día 12 de junio de 1915—
En la villa de Brunete Diócesis de Madrid-Alcalá a trece de junio de mil novecientos quince Lic. D. Manuel Mª. Salas e Isasi Presbítero Cura propio de la única parroquial de ella con el título de Ntra Sra de la Asunción, mandé dar sepultura eclesiástica al cadáver de Víctor Molero Rufo, soltero, de diez y ocho años de edad, de esta naturaleza y domicilio hijo legítimo de Francisco Molero y Rodrigo y Victoriana Rufo y Avilés, que falleció el día de ayer en el término llamado Los Morales en este término municipal a las diez de la mañana a consecuencia de una descarga eléctrica según certificación facultativa. Se le hizo entierro de tercera clase con Misa de cuerpo presente. Fueron testigos del sepelio Salvador Robledano, Bonifacio Valbuena y Rafael Sanchez de esta vecindad. Y para que conste lo firmo [y rubricado] fecha ut supra.
Lic Manuel Mª Salas e Isasi
El autor agradece a Roberto, cura párroco de la citada iglesia, las facilidades dadas para obtener la anterior acta de defunción.
Sabor de bien que es finito,
lo más que puede llegar
es cansar el apetito
y estragar el paladar;
y así, por toda dulzura
nunca yo me perderé,
sino por un no sé qué
que se halla por ventura.
El que de amor adolece,
del divino ser tocado,
tiene el gusto tan trocado
que a los gustos desfallece;
como el que con calentura
fastidia el manjar que ve,
y apetece un no sé qué
que se halla por ventura.
(Gloria a lo divino, 1585-1986. Juan de Yepes Álvarez, alias San Juan de la Cruz)
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Precioso texto. Me ha encantado. Victor era hermano de mi bisabuela materna y en el pueblo este suceso fue muy conocido. Mi abuelo, que aún no había nacido, me lo contó y luego yo estudiando los libros de la iglesia he podido constatar que en ese paraje que forma el camino que va desde Quijorna a Brunete, y que a comienzos del s.XX se le conoce como el de Los Morales, en la antigüedad se le conocia como la Encina del Rayo. Hay varias muertes de personas por la caída de un rayo, entre ellas la del cura de Quijorna que venia camino de Brunete
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