Gabriel de Araceli. Fotos de Terry Mangino
La personalidad volcánica de Unamuno le lleva a ser protagonista destacado de la Historia de España a su pesar. Su agitada existencia en una época frenética le aupará a los titulares de una actualidad marcada por las turbulencias de un país que acabará en una tragedia nacional. Sobre el abrupto momento que le tocó vivir y su aparente desinterés sobre la Historia charlaron el pasado miércoles, 25 de septiembre, en la Biblioteca Nacional, Colette y Jean-Claude Rabaté, Jacobo Sanz Hermida y Octavio Ruiz-Manjón que intentaron desentrañar el extraño proceder y obrar de don Miguel en un tiempo de alboroto y frenesí.

«Unamuno nunca quiso enseñar historia. Pero sí mostró interés en escribir la historia del País Vasco en… ¡17 volúmenes! —comenta Colette Rabaté—. Nuestra historia ha sido emborronada con fantasmagorías. Aún siendo niño, a los nueve años, vivió la Historia, el sitio de Bilbao de 1874 por las tropas carlistas, lo que le influyó en su percepción y relación con los nacionalismos. Fray Luis de León fue para él un modelo de tolerancia».
«El hombre no vive más que por la historia y con la historia. La historia es un sometimiento a la poesía», afirma Jacobo, moderador de la mesa redonda.
«Aunque en vida no tuviera mucho éxito reconocido como escritor, su actitud propició que sembrara semillas de eternidad. Y todo a pesar de la envidia que sufría, el mayor defecto de los españoles», comenta Colette.

«La historia es un sometimiento a la poesía. Unamuno nunca fue un alumno brillante, pero entendía ocho idiomas. Es notorio, como anécdota, que compraba libros, incluso chez les bouquiniste, dans les quais de la Seine, à París, libros que muchas veces no leía y que aparecieron nuevos, sin abrir en su biblioteca. Busca la tradición eterna del pueblo llano. Para ello emprende excursiones, en agosto de 1900 [veintidós años antes del que realizaría Alfonso XIII] por la Sierra de Francia, por Las Batuecas, por Brianzuelo de la Sierra, pseudónimo de La Alberca. Ahí tendrá un contacto directo con ese elemento humano que forjará su espíritu, —apunta Jean-Claude, para continuar con: Unamuno, en octubre del 36 no sabía lo que iba a pasar durante los tres años posteriores. Sí lo supo Machado, que vivió la tragedia y la derrota. Su historia se acaba trágicamente apenas cinco meses después de iniciada la contienda».

«Don Miguel está en la historia. Historia y patria, el exilio y la soledad, Unamuno interroga permanentemente al pasado. Queda desolado tras el desastre del 98, se aísla para refugiarse de la derrota nacional en Vitigudino. Y la palabra “Regeneración”, de la cual abominaba Unamuno son los motivos que inquietan su pensamiento exacerbado. Pero es necesario superar la divinización del hecho histórico para entender la realidad diaria de su obra y el pensamiento del hombre frente a la vida, —afirma Octavio, para concluir con que: Cedistas, monárquicos, falangistas, cenetistas, comunistas, militares africanistas, republicanos, socialistas, radicales… pero, sí, creo que la paz fue posible hasta el último minuto».
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