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Ciclismo, Consumo de oxígeno por minuto, Hematocrito, Umbral Anaeróbico, Vuelta a España 2024
Carmelita Flórez
—Bajaban a más de 70 por Recoletos, como locos en esos cacharros etéreos, tan deprisa que apenas se les podía ver. Yo me pregunto: ¿es necesario ir así, de guerrillero en el palo de una escoba? Porque eso es en lo que bajaban hacia el Paseo del Prado, dos ruedas rarísimas y agarrados al cuadro como si fuera esa etapa la última vez y se despidieran de la novia, de la mujer, ellos a punto de partir al desembarco de Normandía, apretados, apretados a las carnes de la chica, digo al manillar. Dejaban tras de sí un hueco vaporoso parecido al triunfo que sigue al acabar el amor, al acto físico, digo, agotamiento y placer. Bueno, al menos movían las caderas, las piernas como ventiladores, los dientes de felino deseando el pecho de su señora, explorando el enredo velludo de la dama, sería como un guiño erótico inconsciente, una sublimación fálica en el pubis femenino, un empeño en demostrarse a sí mismos que… ¡tú vales mucho, chico!, que donde no llega el varón en sus arremetidas llega el ciclista en su pedaleo con el empuje de su espada, de su plato de sesenta y cuatro dientes y su piñón de diez, que eso parecían las bicicletas que cabalgaban, cimitarras para someter al cansancio, bálsamos para aplacar el dolor, amantes iracundos derrumbando murallas, inundando de placer el huerto de la amada, satisfechos y orgullosos de dar placer, ella jadeando bajo el peso de su cintura pedalera, él resplandeciente, ¡hemos ganado al bastardo!, decían, como Hillary cuando alcanzó el Everest. Los ciclistas son extraterrestres.

—Sí, hay una sublimación en el esfuerzo, ya sabes, en el escarnio de la carne está la superación del espíritu, pero
—No, Terry, es el inconsciente sofocado el que mueve la bicicleta, no son los vatios ni el hematocrito ni el consumo máximo de oxígeno ni la hipertrofia muscular ni el umbral anaeróbico. Es el deseo de verse reconocido por tu amante como ganador, inasequible al desaliento, aunque no seas el líder al final, porque lo que al ciclista le motiva mover esa bicicabra tan rara es el deseo inconsciente de que ella vea, en ese gesto de dolor infinito de su rostro, que era a ella a la que cabalgaba, no al cacharro de carbono y aluminio, que presionaba sus caderas en cada pedalada, que recorría su pecho con su lengua, que el sudor que corría por sus mejillas inundaba también las suyas y compartía sus jadeos con los suyos al final de la Gran Vía, porque ella se derretía tanto como él, entre sus brazos, cuando cruzó victorioso la meta y se derrumbó después de darle placer. Perdón, de acabar la última etapa de la Vuelta, no sé en qué estaría yo pensando.
Terry no dijo nada y de nuevo se puso a pedalear frenéticamente encima de su bicicleta femenina, encima de ella, jadeaba, sufría, el pulso a ciento ochenta, continuó hasta que Carmelita se derramó complacida y él se abandonó satisfecho, sabía que las chicas saben lo que dicen y porqué.
Fotos de Terry Mangino
Etapa final de la Vuelta 2024 por las calles de Madrid











