Palabras como puños

Carmelita Flórez (Madrid, 16 de abril de 2024). Fotos de Terry Mangino

Entran Germán Areta y Robert De Niro en su gimnasio, o lo que es igual: Jero García. Y sus alumnos, multitud de hombres y mujeres, levantan el guante en señal de saludo. Alto de Extremadura, próximo a los Carabancheles, Caño Roto, colonia del Tercio Terol y el Barrio Lucero. Extraños compañeros de alcoba venidos de todos los lugares del planeta. Huele a linimento, esfuerzo y vaselina, a sudor que sirve de pegamento humano. Jero tiene un aire de caballero paseando, palabra en ristre, por un campo de sacos como molinos de viento que bracearan burlando los golpes de los contendientes, doncel entre la espada y el ring, entre la comba y la pluma. «Un hombre del Renacimiento» le califica un “escudero”, cuando la distancia entre los guantes, los libros, la televisión y el celuloide se reduce al aliento del abrazo. Y es su primera frase, como buen caballero andante del ring, para la dama de sus amores a la que conquistó con la cintura de un cortometraje. «Mi corto “Historias del parque” lo hice para pedirle matrimonio a mi mujer. Yo, un macarra de Carabanchel, ella abogada y periodista. Y me aceptó. Llevarme mal con ella es imposible».

Y cuenta, después, el amor que siente también por el cine, su pasión por Martin Scorsese, por Elia Kazan, por el personaje de Marlon Brando en “La ley del silencio”, un juguete roto. Y por “Ranging Bull”, por Jake LaMotta, el reverso tenebroso del boxeo. Y por el Garci, “El Crack”, ¡Qué maravilla! Me enamoré de ella… aquel diálogo entre Alfredo Landa y Manuel Lorenzo, aquella secuencia en el Frontón Madrid: “Rocky Graziano, un tío tan frío que era capaz de mear hielo”.

O aquella otra vez cuando el Garci se puso serio después de su interpretación en una toma de “El Crack cero”: «Jero, te voy a decir una cosa… —José Luis me miró fijamente rodeado del humo del rodaje, un silencio sepulcral, los técnicos y actores expectantes, he metido la gamba, pensé, seguro que no me llama más— …no sé si vas a tener para comer con esto, pero al menos cafés vas a beber el resto de tu vida —me soltó—. No hay que repetir la toma, es muy buena». ¡Boxeo y cine, magnífica pareja!

Él, Jero García, tres veces campeón de España: de los medios, 72,5 Kg; de kick boxing y de full contact. Y habla de su fundación “El boxeo es vida, vive duro”, donde trabaja con niños del barrio para evitar la exclusión social, la discriminación y prevención de la violencia. “El boxeo te recompensa psicológicamente, aquí no hay clasismo, canaliza la agresividad en los pequeños”. Y habla de aquellos héroes que el viento de la vida se llevó, de Urtain, de Perico Fernández, de Pepe Legrá… “en los 70 los boxeadores eran como The Beatles. Después pasaron de grandes glorias a estar escondidos de la sociedad”.

El boxeo, el cine, los libros, leerlos… porque él, Jero, ha leído desde que, de niño, se refugiaba en ellos para evadirse del ambiente callejero. «La lectura me ha salvado la vida, El Quijote, el Lazarillo, Torcuato Luca de Tena, la Ciencia Ficción, Stephen Quin, la historia de España… escribirlos ahora, he empezado de nuevo disfrutando del camino, no hay nada más bonito que ver crecer el muñeco. Quizás porque tengo un ego que no me cabe por la puerta. Quizás porque me venga del boxeo, aquí no hay clasismo, me caigo y me levanto para seguir peleando. La derrota dignifica, hay que convivir con ella. Con la victoria hay que tener cuidado. Cuando confundes el éxito con la felicidad se empiezan a caer los palos del sombrajo. Escribo, escribo, escribo para serme fiel a mí mismo».

Su personaje, su última novela “Cola de lagartija”, como el boxeo, puro nervio, una historia de superación constante, levantarse de la lona, el protagonista infantil que tiene todo en su contra, el barrio duro, quizás como el de Jack LaMotta, encontrar el lugar en el mundo saltando los obstáculos, las barreras, las limitaciones, no somos lo que nos pasa, sino lo que hacemos con lo que nos pasa. La lucha, palabras como puños, el combate, el regreso a la infancia, o permanecer en ella para recuperar de nuevo el paraíso. “Cola de lagartija” la publica PLANETA. Va por la segunda edición.  


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