Carmelita Flórez

UN PERIÓDICO CIERRA y el ciudadano queda huérfano de información, del conocimiento de lo que el ejercicio del poder le oculta. Un periódico, la prensa, son los garantes de que los derechos y libertades públicos no sean asaltados por los que detentan la potestad del orden. Con la exposición escrita y contrastada de la actualidad y su divulgación entre los lectores los periódicos mantienen en jaque a los que pretenden trasgredir la convivencia o aprovecharse de los privilegios que les han sido transferidos por votación popular. Ya apenas si quedan periódicos impresos, parecen un recuerdo borroso de un pasado remoto, de otra época en la que eran consumidos con ansias de libertad. Ahora, una gran parte de la información queda en manos de pantallas digitales que emiten fragor ávidamente consumido por el ciudadano ignorante de la veracidad o falsedad de lo que lee. Un periódico es una garantía de libertad, un freno a los abusos de la autoridad y un soporte de la moderación. La Transición hacia la Democracia, en los años 70 tras la muerte del dictador, se vio reforzada, o ponderada, por la información que todos los días se hacía desde las páginas impresas de los diarios. La Democracia española le debe mucho a los periódicos. Las libertades públicas se ven amenazadas si no hay tribunas desde las que se muestre la cara de los responsables de su gobierno. Las noticias han dejado de ser noticia. El consumo invade la desinformación. No hay periódicos, sólo ruido.

El diario PUEBLO nació en 1940, durante la dura y hambrienta posguerra española salida de la tragedia nacional. Fue en los años 70 cuando alcanzó una gran difusión. El súbdito, entonces la palabra ciudadano no se usaba, desvelaba, o adivinaba en el juego dialéctico de sus páginas, las informaciones que los periodistas transmitían en lucha permanente contra la censura de la libertad de prensa de la Ley Fraga. En su sede de la calle Huertas, en Madrid, trabajaron grandes nombres del periodismo de aquel momento que fueron después plumas capitales para el desarrollo de la información y libertades que culminarían con una nueva Constitución, en 1978. Sería interminable citar a los periodistas que escribieron en las páginas de PUEBLO y contribuyeron a marcar los límites del poder y a inculcar entre los lectores una conciencia democrática. A veces la leyenda y aventuras que persigue a los periodistas que conformaron su redacción durante décadas pervive por encima de la relevancia que tuvieron informando a la sociedad.

PUEBLO pertenecía a la cadena de Medios de Comunicación Social del Estado. La aparición a mediados de los 70 de otros periódicos con un espíritu periodístico más innovador e incisivo en su relación con el Poder, como Diario16 o EL PAÍS, provocaron una fuga de lectores hacía las nuevas cabeceras. Era un público nuevo, un ciudadano más joven que devoraba otros titulares, otros contenidos, otras reivindicaciones que asentaran los nuevos tiempos que la sociedad reclamaba. El 28 de octubre de 1982 gana las elecciones por absoluta mayoría el PSOE. Las pérdidas económicas acumuladas por el periódico a lo largo de sus últimos años eran multimillonarias y el nuevo poder emanado de aquel plebiscito consideró un pesada carga el reflote del rotativo que ya había perdido su vigor y su liderazgo entre los lectores de periódicos. Javier Solana, ministro de Cultura en 1984, indicó a José Antonio Gurriarán, su último director, el cierre de PUEBLO. Queda en la memoria del lector el triste recuerdo de las linotipias abandonadas en la acera de la calle Huertas durante meses camino del chatarrero. Aquellas máquinas de información que habían imprimido la noticia diaria yacían ignoradas en la calle a la que habían alumbrado con sus noticias escritas. Era un presagio de que las libertades públicas se cercenaban. Se publicaron 13894 números a lo largo de sus cuarenta y cuatro años de existencia.

 El jueves 17 de mayo de 1984 el diario vespertino PUEBLO salía a la calle por última vez.