Agustina de Champourcin

Las esclusas del Canal de Castilla a su paso por Frómista, Palencia.

El material con el que están forjados los sueños. Así se construyó el Canal de Castilla, con la pretensión de crear una vía navegable por la que fluyera la riqueza exportadora de merinas y viñedos por el interior granítico de la que fue la región vertebradora de un reino invertebrado y potencia mundial en los siglos precedentes, Castilla, esplendor agónico de retablos de pan de oro y clerecía rancia de clausuras despobladas. Comienzan las obras el 16 de julio de 1753, el siglo de las luces, la Ilustración, todo para el pueblo, pero sin el pueblo, reinado de Fernando VI. Pronto se verá que el Estado es insolvente para financiar tan singular proyecto y se acudirá a la banca privada para que acometa, para que se lucre, mucho, con tan singular iniciativa. Y durante dos siglos, por los más de doscientos kilómetros de su trazado en y griega, navegaran barcazas y mercancías por un mar interior de apenas dos metros de profundidad y cinco de ancho, hasta que el ferrocarril y el desarrollo de las comunicaciones plegaron al Canal al baúl de los proyectos fallidos y a los viajes turísticos.

Pascual Izquierdo, autor de Viaje por el Canal de Castilla.

Pascual Izquierdo, timonel de candeales y de olivas, jinete sobre caballo de acero, poeta, forjador de sueños, cronista galdosiano y notario del paisaje castellano ha recorrido el Canal infinidad de ocasiones buscando tal vez el aleteo de una golondrina en el zaguán soleado de una plaza mayor. Geometría. O el norte del nido que una cigüeña elevara sobre la torre de una iglesia. Y ha plasmado el sollozo del aire entre los chopos, el zureo de las palomas y el recuerdo de las bocas femeninas, lascivas, húmedas, inquietantes entre los bordes ovalados de alguna esclusa en su lírica endecasílaba de este espejo humano lleno de puentes, dársenas y acueductos del Canal castellano. Porque hubo 365 embarcaciones que navegaron un tiempo entre sus 150 metros de desnivel de esa arteria líquida y pleamar de las espigas, trashumancias, palomares, torres harineras. Parece que en sus palabras también restallan las trallas con las que los patrones de agua dulce arreaban a las mulas para remolcar, veloces, las barcazas. ¡Arre muuula! Viejas caballerías conocedoras del álgebra metafísica del canal, de los vectores e hipotenusas de los caminos de sirga. Y hay también una denuncia del abandono que por parte de las autoridades que sufre el Canal. Y en el retablo de personajes que pueblan sus páginas resuenan los latidos de la vida, un viaje interior por el corazón de sus moradores, héroes silenciosos, pobladores anónimos, seres virtuosos ceñidos con la disciplina de la austeridad del paisaje infinito que recogen el testamento de un tiempo glorioso, de esplendor de arquitecturas portentosas y escaseces seculares. El mayor patrimonio del Canal, la mayor riqueza, la razón de su ser, el pueblo, tan llano como Castilla.

Viaje por el Canal de Castilla, libro de espumas de agua dulce por un cauce de terciopelo de merina y campanario, poemario de rosa de los vientos entre Alar del Rey, Palencia, Valladolid y Medina de Rioseco, el norte en alguna veleta sobre una torre torcida y la palabra del poeta en el corazón del verso.  

Las esclusas del Canal de Castilla a su paso por Frómista, Palencia.