
Memento Mori. El vértigo de la victoria, el deslumbramiento del éxito produce náuseas, es difícil vivir en un mundo de mortales cuando se ha rozado el paraíso, es difícil regresar al inframundo, al Hades, cuando se habita en los Campos Elíseos. Marta Domínguez fue utilizada por el poder (a ella no le importó, fue senadora por el PP) como ejemplo de persona luchadora, íntegra, de atleta entregada al sacrificio de la perfección, al sacerdocio del deporte purificador. Quizás midió mal sus capacidades y resbaló a punto de entrar en la meta de los triunfadores, se quedó a tres pasos de la gloria. Pasó de heroína a villana, de representar el éxito a equipararse al engaño, al fraude, su carrera política se arruinó, su carrera deportiva no tiene crédito. El pasado 19 de noviembre el Tribunal de Arbitraje del Deporte (TAS) la suspendió por tres años de la práctica deportiva (sin efectos posibles ya que estaba retirada de la competición) y la despojó de sus títulos deportivos por el uso de sustancias dopantes. Su caída a los infiernos de los falsos atletas, de los mentirosos, de los estafadores ha sido imparable, como Armstrong. En la foto aparece en la San Silvestre Vallecana, 31 de diciembre de 2009. Caronte aguarda vigilante en su barca sobre la laguna Estigia.