Gabriel de Araceli
Una imagen vale más que mil palabras, o que quinientas, que son las que aquí se escriben. Chapeau para el fotógrafo, Pepe Marín, que nos ha regalado una fotografía como esta. Parece una foto anodina, flash al techo, iluminación general en un decorado tan soso que de no ser por la historia que encierra pasaría desaperciba. Son dos personas corrientes, ni guapas ni feas, ni pobres ni ricas, ni tontas ni listas, una pareja aparentemente feliz, sin más. Pero si profundizamos un poco esta sencilla foto nos cuenta muchas cosas.
El hombre podría pasar por tendero de aceitunas y berenjenas en una tienda de ultramarinos y la mujer por reponedora de revistas del corazón en una peluquería de… Usera. El hombre tiene una cara vulgar, redonda de hogaza de pan blanco, de seguidor der Beti, como si disfrutara comiendo pipas tras una victoria verdiblanca en el Villamarín, se muere de risa, ¡qué gusto, lo que estará viviendo! Los muebles asépticos de la sala parecen del IKEA, se adivina una pantalla de televisión basura, un cuadro feo de girasoles (las pipas se las habrá comido el hombre) y hay también una virgen con peana inmaculada, como el blanco Ariel de toda la sala, la antesala del cielo, a la derecha de Dios.
Pero la protagonista es la mujer, lo sabe, la vencedora, la timonel que mira al hombre con una risa abierta y condescendiente, de amparo. Ella, la virgen de las Nieves, que así se llama, vestida de Zara, pelo amarillo ralo y collar del que cuelga un toisón (¿de oro?) ha hecho que el hasta hace poco papa infalible de la singular Iglesia del Palmar de Troya, el todopoderoso Gregorio XVIII haya desertado de su palacio vaticano de Zevilla y seguirla, renunciado a su fe cristiana y apostatado de sus creencias. Qué más da lo que piensen sus confusos fieles, porque ha encontrado la respuesta a sus dudas metafísicas, el faro que le guiará el resto de su existencia, ya sabe, ¡por fin!, la verdad de la vida, la ha encontrado a ella, ha encontrado un coño amigo. Y esa risa vencedora, de gatita que juguetea con la madeja de lana le golpea al hombre en el hombro, ora con la manita el ovillito mofletudo del grandullón, tontorrón, tontorrón, ora le acaricia el cilindrín, chiquitín, chiquitín, oro pro nobis, lo que él quiere de verdad, alguien que le diga qué guapo soy, qué tipo tengo. C’est la femme qui commande, et oui!
Y no pensemos que es más embaucador o falso que los predicadores de púlpito y clerecía, porque tampoco hay mucha diferencia entre las doctrinas y los anhelos de este papa desertor y el que vive en Roma, que están hechos ambos de la misma humanidad ambiciosa y pecadora, memento mori. Sólo les distancia la inversión en publicidad y la historia de sus respectivas empresas. Dos mil años de antigüedad, vamos.
Amiga, ¡hay que ver cómo es el amor!, que vuelve a quien lo toma gavilán o paloma.
http://politica.elpais.com/politica/2016/05/21/actualidad/1463867670_909220.html
Procedencia de la foto: Diario EL PAIS, 21/05/2016